Opinión | ANÁLISIS

El futuro no para y se prepara

Innovar es ante todo una aspiración. Un compromiso rabiosamente humano con el cambio, con el desarrollo, con el conocimiento y con la vida. ¿Cómo quieres cambiar el mundo? Esa es la pregunta primera al inicio de cualquier idea o proyecto de innovación

Los primeros esfuerzos de la Oficina de Ciencia y Tecnología se centrarán en el hidrógeno verde como combustible, la inteligencia artificial y la salud, los avances en el tratamiento del cáncer y la ciberseguridad.

Los primeros esfuerzos de la Oficina de Ciencia y Tecnología se centrarán en el hidrógeno verde como combustible, la inteligencia artificial y la salud, los avances en el tratamiento del cáncer y la ciberseguridad.

Es difícil decidir un tema para este humilde espacio de opinión en la semana en que ha estallado la guerra en Europa. Una semana de ruido y tensiones, domésticas e internacionales, que invitan al nerviosismo o la melancolía, según la templanza de cada cual. ¿Qué puede aportar la reflexión sobre la tecnología y la digitalización en un contexto convulso en el que se dirime lo más esencial de nuestros modelos de convivencia? Tal vez, si acaso, un poco de esperanza en el futuro. Es la innovación, al fin y al cabo, lo que nos va alejando, durante largos periodos de tiempo y de paz, de nuestra más primitiva esencia.

Innovar es ante todo una aspiración. Un compromiso rabiosamente humano con el cambio, con el desarrollo, con el conocimiento y con la vida. ¿Cómo quieres cambiar el mundo? Esa es la pregunta primera al inicio de cualquier idea o proyecto de innovación. Se entiende que hay innovación cuando algo mejora o se perfecciona. Esta vocación puede orientarse a cualquier aspecto de la vida personal o de la organización social: la salud, la movilidad, la prevención de desastres, la igualdad. Para que todos los esfuerzos que se llevan a cabo desde la investigación científica y tecnológica tengan sentido, sean coherentes y beneficien al mayor número de personas es importante dotar a la innovación de un propósito, de una agenda común que pueda orientar los esfuerzos y las inversiones hacia unas prioridades consensuadas y compartidas.

Por eso, en esta plomiza semana vamos a rescatar del aluvión informativo una pequeñísima buena noticia de la agenda política, como parapeto de optimismo y para recordar que el futuro no se para y se debe preparar: el Congreso de los Diputados ha acordado los cuatro temas que centrarán el trabajo de la Oficina de Ciencia y Tecnología. El primer paso para que esta necesaria iniciativa se ponga en marcha y empiece a dar sus frutos.

El objetivo de la Oficina C es asesorar al legislador español en temas científicos y tecnológicos para la mejor toma de decisiones sobre realidades complejas y con elementos muy técnicos, no siempre fáciles de entender sin conocimientos especializados. La Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología tendrá un papel fundamental en esta necesaria tarea, haciendo de puente entre la comunidad científica y el legislador español, lo que debiera permitir avances más rápidos, mejor enfocados y más atinado de la regulación en materias fundamentales como la inteligencia artificial, en los que existe ya un importante desfase entre la realidad y la regulación, entre la innovación y la norma.

Los primeros esfuerzos de esta Oficina se centrarán, así, en el hidrógeno verde como combustible, la inteligencia artificial y la salud, los avances en el tratamiento del cáncer y la ciberseguridad. Sobre estos temas se elaborarán informes imparciales, independientes y públicos que contribuirán no sólo a la actividad normativa, sino al debate y conocimiento generales.

Parece poco en un contexto de guerra, pero son las batallas que nos aseguran el futuro.