Opinión | LA VENTANA LATINOAMERICANA

La relación hispano-latinoamericana

El Presidente de VOX y de la Fundación Disenso, Santiago Abascal, participa por videoconferencia en el I Encuentro Regional de Foro Madrid: 'Por la democracia y las libertades', realizado en Bogotá (Colombia).

El Presidente de VOX y de la Fundación Disenso, Santiago Abascal, participa por videoconferencia en el I Encuentro Regional de Foro Madrid: 'Por la democracia y las libertades', realizado en Bogotá (Colombia). / EFE/Carlos Ortega

En los últimos años, resulta frecuente escuchar que España ha perdido presencia, influencia e imagen en América Latina y que nuestra capacidad de incidir en la realidad regional ha disminuido de forma alarmante. Completado el diagnóstico, que en líneas generales se puede dar por válido, si bien las matizaciones a introducir son numerosas, los problemas surgen al establecer las causas y la profundidad de una cuestión tan ardua.

La complejidad del tema emana precisamente de la naturaleza de la relación, al tratarse de algo difícilmente definible, marcado más por los intangibles que por las estadísticas oficiales. Es un vínculo donde lo afectivo y lo humano (lo personal, lo familiar y lo social) trasciende los lazos políticos y económicos, y por eso se convierte en algo casi imposible de entender por nuestros aliados europeos y por otros actores internacionales relevantes.

Esta pérdida de influencia suele relacionarse con la crisis de 2008, con la introspección que primó desde entonces en la vida pública española, con la merma brutal del presupuesto asignado a la ayuda internacional al desarrollo, parte del cual se destinaba a América Latina, y con el escaso interés de los gobiernos de entonces por los problemas internacionales. Sin embargo, y más allá de todo esto, la idea de la retirada de América Latina es discutible y, como se acaba de decir, matizable.

Discutible y matizable porque más allá de lo perceptible a primera vista, por debajo de la línea del radar tienen lugar intercambios de una profundidad y una variedad asombrosas. Generalmente se trata de movimientos bidireccionales, que hacen que lo producido en España atraiga la atención de América Latina y viceversa. De este modo, buena parte de lo que sucede con la cultura (cine, teatro, música, literatura), la academia, la lengua o el deporte dan testimonio de lo que aquí se quiere decir.

El fenómeno es incluso observable en la vida política. Si bien la complejidad de América Latina, cuya cotidianeidad está marcada por la fragmentación y la heterogeneidad de sus gobiernos, ha condicionado las relaciones bilaterales al igual que a la comunidad iberoamericana, hay aspectos novedosos que deben ser resaltados. Todo esto ocurre en un clima alterado por las reclamaciones “decoloniales” asociadas al derribo de estatuas de Colón y otros conquistadores y a las críticas al descubrimiento, la conquista, y el “genocidio” resultante.

Más allá de estos ruidos hay dos hechos estrechamente relacionados. Tras la muerte de Franco y el inicio de la Transición, los principales partidos españoles, el PSOE y la UCD, posteriormente el PP, tuvieron una presencia casi constante en América Latina. Incluso partidos menores, como el PNV y el PC, también reforzaron sus vínculos con organizaciones transatlánticas similares. Era tal el interés en la relación que hubo gran preocupación por vincular a los partidos latinoamericanos a las internacionales más activas, como la socialdemócrata y la demócrata-cristiana.

Con el paso del tiempo, el interés se fue perdiendo y hubo otras realidades, como Europa, que reclamaban mayor atención. De modo que el amor se convirtió en olvido, al tiempo que el tradicional bipartidismo hispano entraba en crisis. Y en su lugar emergieron nuevos protagonistas, como Ciudadanos, Podemos y Vox. Pero mientras a los primeros América Latina solo les preocupaba retóricamente, como demostró el desconocimiento de su fundador, tanto Podemos y Vox, por distintas razones, demostraron una atracción renovada, bien por América Latina o bien por Hispanoamérica, según el caso.

Solo dos ejemplos. Por un lado, la importancia que para el presidente electo de Chile, Gabriel Boric, tiene tanto Podemos como dos de sus fundadores, Iñigo Errejón y Pablo Iglesias. La importancia es recíproca, más allá de que el joven mandatario chileno se reivindique como socialdemócrata, un concepto fuera del imaginario podemita. Por el otro, la reciente celebración en Bogotá de la reunión del Foro de Madrid, impulsado por Vox, que pretende ser la alternativa del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla. En ambos casos, quienes hasta ahora habían sido aliados de las formaciones tradicionales españolas, o estarían en sus zonas de influencia, buscan nuevas amistades. 

El retroceso del PP y del PSOE en la política nacional se replica en la relación con América Latina. Su desinterés por lo que ocurre al otro lado del Atlántico les penaliza en casa. No en vano en América Latina todavía permanecen importantes grupos de ciudadanos españoles y en España encontramos colonias latinoamericanas de peso, muchos de cuyos integrantes ostentan la nacionalidad española. Esto implica que buena parte de ellos también vota. No basta con proclamar que América Latina importa, hay que cultivar una relación fundamental, no solo por razones económicas, sino también por cuestiones personales e incluso por un mero cálculo político.