Opinión | ELECCIONES

Aislar a Vox: ese es el camino

España se merece que PP y PSOE, como mínimo, exploren el camino de la negociación. Hay demasiado en juego para no intentarlo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se reúne con el presidente del PP, Pablo Casado en La Moncloa, en una imagen de archivo.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se reúne con el presidente del PP, Pablo Casado en La Moncloa, en una imagen de archivo. / EUROPA PRESS

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, abrió este martes una posibilidad, remota en este momento, para que el PSOE permita la investidura del candidato del PP en Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y evitar así que Vox entre en el Ejecutivo de esta comunidad. Para que este resquicio de sentido común se abra paso, se tienen que hacer efectivas condiciones que por ahora se antojan imposibles, pero que están ahí. La política es el arte de lo posible, no de lo previsible. En primer lugar, hay que ver si Vox se mantiene firme en su posición de salida, que no contempla ningún apoyo a Fernández Mañueco que no pase por la entrada de los de Abascal en el Gobierno. Veremos si, con el paso de los días, esa postura resulta soportable o no para los electores del partido, claramente contrarios a cualquier fórmula de acuerdo que no pase por el PP.

En segundo lugar, los populares deberían dejar de blanquear a Vox y de apoyarse en sus votos en diversas comunidades autónomas, empezando por Madrid. Es lógico que los sacrificios para parar a la ultraderecha sean compartidos, esa es la tradición que reina en Europa. Y en tercer lugar, Fernández Mañueco debería pedirlo y aceptar una negociación con el PSOE, al menos sobre el plazo de la legislatura que se pretende poner en marcha.

España se merece que PP y PSOE, como mínimo, exploren este camino. Hay demasiado en juego para no intentarlo. ¿Quiere Pablo Casado quedar alineado con esa "internacional de lo excéntrico" en la que, acertadamente, ha colocado a Vox? ¿Quiere estar en la UE ligado a Hungría y Polonia, dos Estados acostumbrados a saltarse los principios europeos? Y lo mismo sirve para Pedro Sánchez. ¿Pretende presidir Europa con el lastre de tener una, o varias en el futuro, comunidades autónomas gobernadas por un partido machista, xenófobo y homófobo? España no se lo merece y Castilla y León tampoco. Vox es una línea roja. Y gobernar con esa formación no es traspasarla, sino directamente blanquear sus ideas con una condescendencia que no se produce en ningún país de la Unión.

Vox es un artefacto fuera del consenso social europeo, proteccionista cuando le conviene, liberal cuando le interesa y vinculado a una tradición en nada amable con la transformación económica y social

La irrupción de Vox en un gobierno autonómico no sólo es mala en términos de defensa de los derechos civiles y de la igualdad, que lo es. También en términos económicos. Vox es un artefacto fuera del consenso social europeo, proteccionista cuando le conviene, liberal cuando le interesa y vinculado a una tradición en nada amable con la transformación económica y social. Patronales y sindicatos, como harían en otros países europeos, deberían alzar la voz contra esta fórmula de gobierno que amenaza el modelo del Estado social y democrático de derecho. Algunos ingenuos, que beben fundamentalmente en las fuentes oficiales más que en la del criterio propio, argumentan que, para Vox, gobernar puede ser un antídoto contra el extremismo. La historia europea, desgraciadamente, demuestra lo contrario, aunque las circunstancias en este caso sean muy diferentes. La mejor manera de desmovilizar a los electores de Vox es convertirlo en un partido irrelevante, al que no sirva de nada votar porque en ninguna coyuntura llega al poder. Y el mayor beneficiado de lograr que la organización de Santiago Abascal roce la irrelevancia institucional sería, sin duda, Pablo Casado.

Los dos grandes partidos, que siguen siéndolo a pesar de la debilidad del bipartidismo, tienen una oportunidad y un reto con Castilla y León. Pueden dar un paso hacia un primer acuerdo valiente que aísle a Vox o, siguiendo la línea de los últimos años, hacer mucho aspaviento público pero después permitir que Vox siga y siga creciendo. Su principal objetivo debiera ser ocuparse de los problemas que sacuden la vida diaria de sus electores, hartos de que el partidismo convierta en imposible las soluciones razonables. El camino es el que ha señalado Sánchez aunque sea con la intención de no recorrerlo. El PP puede optar por ignorarlo y seguir a la suya. O puede devolverle el envite hasta llegar a comportarse ambos de una manera razonable, europea. España no se merece otra cosa. tampoco.