Opinión | NÓMADAS Y VIAJANTES
Canadá, kilómetro cero del negacionismo
La extrema derecha domina la narrativa. Ha llenado algunas zonas del país de carteles contra Trudeau. Le acusan de crímenes contra la humanidad
Canadá parecía una isla de cordura al otro lado de la frontera del trumpismo. En la ficción de la escritora canadiense Margaret Atwood es tierra de exilio y seguridad para aquellos que huyen de la asfixiante Gilead, un país ficticio que vive bajo una distopía totalitaria y patriarcal. ¿Qué ha pasado para que ese Canadá ejemplar, casi europeo, se haya transformado en el centro de una importante protesta de camioneros antivacunas?
Empezó el 29 de enero con la llamada Caravana de la Libertaden repulsa por la exigencia del pasaporte covid para cruzar la frontera y las cuarentenas para los camioneros. Pese a que existe un cansancio pandémico global, no tiene sentido que estalle de esta manera en Canadá, con el 80% de su población vacunada, una cifra que se eleva al 90% entre los camioneros. ¿Es una minoría la que bloquea con sus vehículos pesados los puentes y han paralizado la capital o hay algo más detrás del escenario?
El Gobierno ha decretado el estado de emergencia, pero ha evitado movilizar al Ejército para no agravar la situación. El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, asegura que se trata de un desafío a la ciencia y a la democracia. Pese a sus llamamientos a la calma, la protesta no deja de crecer. Ya no es solo un asunto de camioneros soliviantados. Los negacionistas de EEUU se han lanzado sobre la presa, sobre todo QAnon y Donald Trump, que ha alabado en un mitin a los canadienses que resisten “órdenes ilegales” y que “hacen más por la libertad de EEUU que el Gobierno de Joe Biden”. Ya es un asunto de política interna estadounidense.
Hervidero de bulos
Los manifestantes mezclan vacunas, cuarentenas y mascarillas. Los hechos probados han sido desplazados por los bulos. Las redes sociales son un hervidero de fábulas que intentan generar la sensación de un levantamiento masivo. Se publican vídeos de personas cargadas de bidones de gasolina, todos sospechosamente iguales, para apoyar a los rebeldes.
Del pasaporte covid se ha saltado a las teorías conspiranoicas más peregrinas. Mezclan la red 5G, a la que otorgan poderes de control, unos supuestos chips insertados en los pinchazos de las vacunas, Bill Gates y George Soros. Es la guerra del fanatismo contra la Razón.
La extrema derecha domina la narrativa. Ha llenado algunas zonas del país de carteles contra Trudeau. Le acusan de crímenes contra la humanidad. Grupos radicales que se consideraban residuales, como Canada Unity de James Bauder, se coordinan con otros similares a través de internet. Por la red corren todo tipo de disparates, como que el Gobierno federal ha creado campos de concentración para encerrar a los no vacunados.
La protesta se ha extendido a Estados fronterizos. Hay movilizaciones en Ontario, Alberta, Quebec y Columbia Británica. El bloqueo de puentes y carreteras tiene un impacto en la vida cotidiana de la gente. La escasez de suministros ayuda a expandir el malestar.
Una nueva extrema derecha
El Partido Conservador canadiense está dividido, algunos de sus diputados han mostrado su simpatía por los camioneros. En EEUU, el Partido Republicano casi en bloque se ha pasado al negacionismo científico y a defender que el asalto del Congreso del 6 de enero de 2021 por una turba de radicales de QAnon y otros movimientos paramilitares es una forma legítima de expresión del descontento político. La realidad es otra: fue un intento de golpe de Estado para impedir que el Congreso proclamara presidente a Biden, ganador de las elecciones.
En los mensajes que se airean en EEUU, y ahora en Canadá, se percibe el nacimiento de una nueva extrema derecha, más próxima a la distopía atwoodiana de Giliad, que a Marine Le Pen, que con este giro extremista va a terminar por parecer moderada. Cada país tiene una locura emergente. En Francia lo encarna Éric Zemmour, que asegura que existe un plan para sustituir a los franceses blancos por musulmanes y africanos.
Las extremas derechas prepandémicas, como VOX, han quedado enredados en un lenguaje antiguo. Lo que está en juego hoy es el derecho del Estado democrático de aprobar leyes y forzar su cumplimiento. Estos libertarios colocan al individuo por encima del colectivo. La decisión de no vacunarse prima sobre la salud pública.
Son malos tiempos para la democracia, la ciencia y la verdad. Tras la pandemia de 1918 que mató a 50 millones de personas en todo el mundo y el final de la Gran Guerra llegaron los locos años 20. Al final de aquella década prodigiosa esperaban el crash bursátil de 1929 y el nazismo. La historia no se repite, pero a veces se parece demasiado.
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