Opinión | ABORTO

No recen por mí

No toda la violencia procede de los golpes y de los insultos; infligir el sentimiento de culpabilidad y menosprecio a las que tú llamas hermanas es un acoso intolerable

Varias personas autodenominadas "provida" se manifiestan contra el aborto frente al Congreso de los Diputados.

Varias personas autodenominadas "provida" se manifiestan contra el aborto frente al Congreso de los Diputados. / Europa Press/Isabel Infantes

No pidan por mí si no me conocen, no soliciten la intervención divina para que me reconvenga, y no lo hagan sobre todo en contra de mi voluntad. Rezar en contra de los deseos de alguien para que estos no se cumplan es rezar por ustedes mismos, no por mi bien. No vistan de magnanimidad cristiana lo que no es más que una imposición de su manera de pensar y vivir. Es pedir a lo divino lo que no pueden comprender de la vida terrenal, es solicitar ayuda para vencer en lugar de convencer.

No es cristiano, no es por lo menos como a mí me lo enseñaron, invadir la intimidad de las mujeres a la entrada de las clínicas por mucho que sea la vía pública, ni añadir más oscurantismo, más culpabilidad a las mujeres que hacen efectivo el derecho de decidir sobre su embarazo, casi siempre en centros privados porque la colisión del derecho de objeción de conciencia y del derecho al aborto ha expulsado a esas pacientes de la atención sanitaria pública.

Si van a rezar que lo hagan las personas que me quieren y conocen de mis afanes, a lo mejor es que no solo no sabemos votar quizás ni pedir por lo demás. Cuando era pequeña y salíamos a postular para el Domund con esas huchas cabeza de chino, de negro o de cualquier etnia que no fuera la blanca caucásica, despersonalizábamos el drama de la desigualdad mundial y en lugar de acercarnos al problema se frivolizaba en los niños la necesidad de justicia social. No imagino a los escolares de ahora con cabezas plásticas de negros pidiendo por los pobres futuros de otros niños, pero pedir desde una posición de superioridad moral se sigue manteniendo con el comportamiento de las pobres mujeres que no se ciñen al comportamiento que esperan estos grupos ultracatólicos o más bien ultra sectarios.

No toda la violencia procede de los golpes y de los insultos; infligir el sentimiento de culpabilidad y menosprecio a las que tú llamas hermanas es un acoso intolerable. No deben ser solo libres las creencias sino también la expresión de estas, pero sin que eso sirva como tergiversación del espacio público y de los derechos individuales. Aquellos que tanto defienden la libertad para ser dueños de sus decisiones sin regulación de lo público, le niegan la libertad de ejercicio a las discrepantes mediante el escrache violento que supone atravesar una fila de feligreses arrodillados pidiendo tu salvación, que convendrán que es cuanto menos incómodo.

La oración sin el respeto es una ecuación imposible de cuadrar, la aceptación del libre albedrío es el primer paso para vivir en un sistema no totalitario con una única verdad. No me arrojen su ideología disfrazada de rezo a la cara, no lo vistan de fraternidad.