Opinión | MADRID

Begoña y sus terrazas

Madrid no es un parque temático de la cañita. ¿Se imaginan que dejamos a todos los comercios poner tenderetes? Convertiríamos las calles de Madrid en un caótico zoco.

La vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, corta la cinta en el acto de reapertura de terrazas en mayo de 2020

La vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, corta la cinta en el acto de reapertura de terrazas en mayo de 2020 / EFE/Ballesteros

Madrid ya tenía una ordenanza sobre terrazas mucho antes de que nuestra vicealcaldesa decidiera utilizar este asunto como estrategia de pan y circo. No existen razones objetivas que justifiquen el intento de normalizar una asimetría coyuntural que ha convertido ciertos espacios de ocio en una auténtica aberración cívica. Frente a las adversidades económicas provocadas por el covid, las fuerzas políticas que conformamos el pleno del Ayuntamiento de Madrid apoyamos la creación transitoria de un tipo, tan concreto como caduco, de terrazas. Se trataba de minimizar el impacto devastador que, para el sector hostelero, iba a tener la pandemia. En tiempos excepcionales, medidas excepcionales.

Lo que nunca estuvo sobre la mesa fue aprovechar esta dolorosa coyuntura para cambiar el paradigma normativo que ya teníamos. A todos, también a nosotros, nos gusta sentarnos en una terraza a tomar una cerveza, un café o un refresco. Pero los espacios públicos, las calles, no se inventaron para que los bares y restaurantes pusieran en ellas sus terrazas. Los bares y restaurantes pueden hacer uso reglado de estos lugares siguiendo unas directrices muy claras. Las aceras son de los peatones (de ancianos, de carritos de bebé, de familias, de parejas, de gente con sillas de ruedas, de tipos solitarios). Cuando las cosas se hacen de manera adecuada, cuando se busca un equilibrio que proteja siempre el bienestar de los vecinos frente al interés particular de un negocio, ambos platos de la balanza pueden entenderse. De hecho, esa coexistencia resulta muy enriquecedora.

Lo que está ocurriendo es que las políticas del gobierno local han devastado esa convivencia. Y ahora quieren apuntalar su destrozo porque es cierto que de la chistera electoral han sacado un conejo. Pero también han sacado una serpiente. Madrid no es un parque temático de la cañita, los vecinos no son figurantes incómodos. El sector de la hostelería necesita ayuda, como otros muchos. Quizá alguien debería empezar a decir que hay otras posibilidades de apoyo público más allá del “hacer lo que queráis con tal de sacar vuestro negocio adelante”. ¿Se imaginan que dejamos a todos los comercios poner tenderetes? Convertiríamos las calles de Madrid en un caótico zoco. Nosotros no queremos una ciudad así, ¿usted sí?

El descanso de la gente se ha visto invadido por una horda libertaria, nacida de la frivolidad mediática, que ha transformado calles enteras en infiernos: “¡Yo sí que estoy a vuestro lado, divertíos!”, dicen desde el Gobierno municipal. Los espacios públicos se han entregado a un sector que, en definitiva, se limita a aprovechar el viento a favor. Si todo sale según los planes de Villacís, Almeida y los blanqueadores del grupo Mixto, a partir del lunes los vecinos habrán perdido, descansarán mucho menos, descansarán mal, no podrán pasear por sus calles y tendrán más dificultades para aparcar. El Grupo Municipal Socialista tiene otras alternativas. Desde Cibeles no han escuchado, porque ya no necesitan a nadie, tienen sus tres ases en la manga.