Opinión | ELECCIONES

¿Viejas fracturas, nuevos alineamientos?

España Vaciada tiene ante sí el reto de certificar la vigencia política de la vieja fractura entre lo urbano y lo rural

La España vaciada en una movilización.

La España vaciada en una movilización. / JON BARANDICA.

Una de las argumentaciones más exitosas para explicar la existencia de distintos sistemas de partidos en el mundo occidental es la teoría de las cuatro fracturas, ‘cleavages’ en la jerga politológica, formulada por Seymour Martin Lipset y Stein Rokkan en su clásico ‘Party Systems and Voter Alignements’ publicado en 1967. De manera simplificada, esta teoría sostiene que el mundo occidental ha asistido a dos grandes revoluciones, la revolución nacional que alumbró al Estado-nación y la revolución industrial. Fruto de esas dos revoluciones emergieron cuatro grandes líneas de fracturas de naturaleza sociológica que han dividido todas las sociedades. Las fracturas religiosa y centro/periferia fueron el resultado de la primera de las revoluciones, mientras que las fracturas capital/trabajo y urbano/rural fueron fruto de la segunda.

La persistencia de las fracturas sería indicativa de la existencia de un conflicto estructural, y con la llegada de la democracia, las distintas fracturas habrían dado lugar a partidos que representaban cada una de las partes del conflicto. Así, de la fractura religiosa habrían surgido los partidos laicos (republicanos, radicales) y los partidos religiosos (confesionales, demócrata-cristianos, social cristianos). De la fractura centro/periferia, los partidos nacionalistas y los partidos regionalistas. De la fractura capital/trabajo surgirían los partidos de propietarios (liberales, conservadores) y los de trabajadores (socialistas, comunistas). Y de la fractura urbano/rural nacerían los partidos de defensa de los intereses de las ciudades y los partidos de defensa de los intereses del campo, como los partidos agrarios. 

El hecho de que los distintos sistemas de partidos difieran entre sí, es decir, que no en todas las sociedades hayan surgido los mismos tipos de partidos, dependería de la evolución de cada uno de los conflictos en cada territorio. Puede darse incluso que el conflicto perviva, pero que ningún partido exprese la fractura o que no consiga un alineamiento electoral, es decir, la correspondencia entre unos intereses y un partido que los exprese, bien porque hay otras fracturas más predominantes o bien porque ha quedado subsumida en alguna de ellas y se refuerzan mutuamente.  

En España, la competencia política siempre ha girado en torno a dos grandes fracturas. La fractura capital/trabajo, que en muchas ocasiones se ha superpuesto a la fractura religiosa y que en gran medida ha quedado reducida a la dimensión izquierda/derecha, y la fractura centro/periferia, que ya desde la Restauración dio lugar al surgimiento de partidos regionalistas en Catalunya y el País Vasco. Pero también, aunque de manera testimonial, durante la Segunda República se expresó la fractura urbano/rural por medio de diversas iniciativas que confluyeron en Partido Agrario Español, que obtuvo diversos diputados en las Cortes pero sin continuidad. En la actualidad, España Vaciada parece dar testimonio de la pervivencia esa fractura.

Estimulados por la exitosa experiencia de Teruel Existe, un conjunto de viejos movimientos de reivindicación del territorio frente al poder centrifugador de la(s) gran (des) ciudad (es) han decidido concurrir a las elecciones de Castilla y León y de momento han logrado presentar candidaturas en Palencia, Salamanca, Soria y Burgos. Esta plataforma, además de competir con los partidos de ámbito estatal, ha de competir también con partidos regionalistas como la Unión del Pueblo Leonés, con presencia en las cortes castellanas desde 1995, así como con otras candidaturas provinciales tales como Palencia Existe, Centrados en Segovia o Zamora Decide, algunas de las cuales han surgido a la estela de España Vaciada y con un propósito similar. 

La España multinivel es un potente trampolín para las nuevas formaciones, ya que conseguir escaños suele ser más barato. Pero el desafío de España Vaciada no solo es institucional, superar la barrera electoral y acceder al reparto de escaños. Tiene ante sí un importante reto organizativo: unificar los distintos movimientos previos existentes, hacer frente a los imitadores y segregar un liderazgo. Solo así logrará capitalizar el descontento, expresar la protesta y representar los intereses que hagan posible un alineamiento electoral que certifique la vigencia política de una vieja fractura.