Opinión | EL DISCURSO REAL

Siete Nochebuenas y un Rey

El Rey, durante su tradicional mensaje de la Nochebuena en 2017.

El Rey, durante su tradicional mensaje de la Nochebuena en 2017. / EFE

 El mensaje institucional de Nochebuena de Felipe VI tiene un gran componente de predictibilidad, que hace que los españoles que tienen por costumbre verlo, lo sientan como un elemento familiar, tradicional, propio de las fechas, sin elementos que lo singularicen o lo hagan peculiar. Este es el principal objetivo comunicativo de esa noche: la institución de siempre, como siempre, a la hora de siempre y con los mensajes de siempre. La narrativa busca precisamente afianzar la perdurabilidad y estabilidad que representa a nivel institucional la Casa Real. A lo largo de los siete años (2014- 2020) en los que Felipe VI ha tenido la responsabilidad de enviar el mensaje navideño de la monarquía española, son pocos los elementos que han cambiado, sin embargo, se dice que el diablo está en los detalles y efectivamente, existen diferencias que marcan las distintas etapas y retos a los que la monarquía y el país han tenido que hacer frente.

En primer lugar, analizaremos las cuestiones comunes de los siete discursos de Felipe VI en Nochebuena. La escenografía siempre es la misma, en todos aparece un monarca sentado, incluso recostado hacia atrás, con los codos semi apoyados en los reposabrazos para manejar una circunspecta gesticulación con las manos. Esta pose que se repite durante todos los años busca enviar un mensaje de tranquilidad, reposo, seguridad, incluso cierta familiaridad… de hecho, esta postura con la espalda apoyada es que solemos adoptar en circunstancias en las que nos encontramos cómodos, charlando amistosamente con gente que consideramos de confianza en entornos semi informales. No hay protocolo que marque que el monarca debe estar sentado; es más, Juan Carlos I innovó en el año 2012, haciendo su discurso semi apoyado en su mesa del despacho, en una actitud que buscaba mayor dinamismo e informalidad, meses después de su accidente en una cacería en Botswana. Sin embargo, Felipe VI, ha optado por la figura del sillón, una pose que además de lo mencionado anteriormente, representa el poder monárquico arquetípico.

Cada escena suele durar aproximadamente medio minuto, algo que cualquier realizador televisivo tildaría como eternidad

Si la pose del monarca quiere enviar un mensaje de estabilidad y seguridad, la realización televisiva busca el mismo efecto. La secuencia empieza con planos medios que mediante el zoom se aproximan lentamente hacia sus primeros planos. Cada escena suele durar aproximadamente medio minuto, algo que cualquier realizador televisivo tildaría como eternidad. En las producciones más actuales, pocos planos duran más de tres segundos, un ritmo frenético que busca dinamismo, frescura, agilidad… atributos no buscados por esta retrasmisión, que pretende justo el sentido contrario, perdurabilidad, estabilidad y tradición.

Otro de los elementos clásicos es la vestimenta del monarca. Siempre el mismo patrón de traje de botón simple (no como Juan Carlos I que suele llevarlo cruzado), azul o gris, en tonos oscuros, con ojal en la solapa izquierda, sin pins ni insignias. Pantalones con vuelta y corbata (azul oscura, morada, rosa, con algún detalle diminuto) con nudo italiano que siempre queda algo inclinado, y camisa con cuello “semi-spread” pero no demasiado abierto y gemelos. Es la indumentaria institucional por antonomasia, el símbolo del hombre en el poder. Un corte y combinaciones clásicas que no pasan de moda y le otorgan cierto aire atemporal.

Finalmente, en algo que ha ido mejorando pero que responde a un mismo estilo es la comunicación facial de Felipe VI. Les invito a hacer una prueba, cojan cualquiera de los siete discursos y visualícenlo sin sonido, solo con la gestualidad del jefe del Estado. Este ejercicio se realizar para analizar el nivel de teatralización o feedbaak facial de los emisores. En el caso de Felipe VI es un estilo bastante poco comunicativo. Su semblante característico es más bien serio, formal, con escasas medias sonrisas que suelen estar presentes más bien al final, en la felicitación. La mayor expresividad proviene de sus cejas pobladas, que en ocasiones enarca para poner énfasis en la frase pronunciada, mucho más vistosas que los pequeños ojos azules que tampoco utiliza para enfatizar. La falta de expresividad facial no es compensada por su comunicación paraverbal, de hecho, tiene un estilo de comunicación monótono, de lectura desapasionada, sin apenas énfasis, modulaciones del tono o cambios de ritmo, que de alguna manera mejorarían la efectividad de las palabras pronunciadas. El resultado es mejorable, afirma con la misma expresión facial y el mismo tono que “España es un gran país” o que “España necesita acabar con la corrupción”, cuando su valencia emocional y expresiva son justo lo opuesto, pues nuestro Rey lo pronuncia con la misma carga expresiva, algo que le resta credibilidad y personalización a la performance. Esto pone de manifiesto una carencia en la estricta formación que debe recibir todo un heredero a la corona, que desde que nace sabe que una de sus funciones más importantes va a ser la de dirigirse a la nación de forma efectiva y convincente.

Otros detalles que siempre han estado presentes en el discurso de Nochebuena del monarca son la bandera de España, desde el 2017 más visible y con más planos que en los años anteriores. Un ejemplar de la Constitución Española como símbolo de la legitimidad de la corona y su papel en una Monarquía Parlamentaria. Y desde el 2016 un belén de tres piezas que acompaña la comparecencia desde un discreto segundo plano. Del mismo modo, que algunas fotografías familiares, que siempre cambian, en función de la coyuntura.

Desde 2016, la imagen del rey no ha vuelto a estar en ninguna de las fotografías familiares que suelen acompañar a Felipe VI, la última, muy emotiva, en el homenaje a las víctimas del covid

Entre los elementos diferenciales según los años, las fotografías son el elemento más llamativo. 2016 fue el último año en el que en la escenografía aparecía una foto de Juan Carlos I, en 2014 se mostraba en segundo plano una instantánea con su padre el día de la proclamación de Felipe VI como rey, que evidenciaba el relevo generacional. En 2016 sendas fotos de su padre en blanco y negro con Suárez y otra con la reina Sofía. Desde entonces, la imagen del rey no ha vuelto a estar en ninguna de las fotografías familiares que suelen acompañar a Felipe VI, la última, muy emotiva, en el homenaje a las víctimas del covid.

Sin duda, a nivel escenográfico, el 2015 fue distinto al resto. Si normalmente realiza la comparecencia desde el Palacio de la Zarzuela, aquel año eligió uno de los salones más solmenes y pomposos del Palacio de Oriente o Real para dar un discurso muy vinculado a la grandeza de España que puso en relación con el espacio donde se hallaba y la simbología palaciega que acogía con todo tipo de ornamentación en cortinas de terciopelo, moquetas imperiales y muebles recubiertos pan de oro. La cosa no debió funcionar muy bien, porque al año siguiente volvió a su despacho rodeado de libros, en una actitud mucho más mundana y arraigada a su papel como jefe del Estado.

Finalmente, cabe atender al contenido de cada discurso. Todos ellos tienen un relato común, una situación difícil y retadora para el país, pero superable gracias a la personalidad y al arrojo del pueblo español unido frente a la adversidad y por un futuro esperanzador. A partir de ahí, cada año tiene su peculiaridad en función de las circunstancias. En mi opinión, el más valiente fue el primero. La imagen de la monarquía empezaba a deteriorarse y buscaron un golpe de efecto que lo distanciara de Juan Carlos I; habló de la corrupción con un tono inapelable "debemos cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción", "necesitamos una regeneración profunda de nuestra vida colectiva" y así, un par de párrafos en los que de forma valiente abordaba el que sabía sería su principal reto como rey. En el 2015, como se ha avanzado antes en el Palacio Real, España se encontraba con un gobierno en funciones, y ahora sabemos, en la antesala de su primera repetición electoral. Los jóvenes, la necesidad de crecer y crear empleo, los atentados de Paris y la unidad de España, que empezaba a ser un tema recurrente por la crisis del procés catalán, fueron los temas mencionados. En el 2016, pero, sobre todo, en el 2017, de forma muy contundente, la unidad de España fue el principal tema del discurso, ya que la crisis catalana llegó a su punto álgido con la declaración de independencia fake y el discurso del 3 de octubre del rey. Además, me parece digno de mención, fue la primera vez que Felipe VI hizo una referencia explícita a la violencia de género tachándola de una “lacra inadmisible”.

Tanto es así, que en el 2018 fue una de las primeras menciones de su discurso junto con otras de sus inquietudes habituales como la cohesión territorial, la economía, el paro, la educación, la corrupción o el terrorismo. En el 2019 se cumplían 5 años de su mandato como Rey, un discurso marcado por los temas habituales, en la intensidad habitual. Finalmente, en el 2020, como no podía ser de otra manera, fue la pandemia quien protagonizó casi la totalidad del discurso y todas sus consecuencias, sociales, económicas y sanitarias. También, en su último discurso hizo una mención secundaria a los “principios morales y éticos (…) que nos obligan a todos sin excepciones (…) que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares”. Juan Carlos I pasaba sus primeras navidades en Abu Dabi por imperativo real, sin embargo, poca mención parece al albur de todas las informaciones que ya teníamos sobre su padre.

En definitiva, predecibilidad y monotonía, son las dos características principales del discurso de nochebuena de Felipe VI, los pocos detalles que cambian son llevados al titular: qué fotos aparecen en la escena o si menciona veladamente o no a la falta de ejemplaridad de su padre. El resto, son el cuento de la navidad pasada que es presente y futuro, supongo que es el mensaje que quieren dar en navidad, el de siempre, donde siempre, a la hora de siempre, diciendo lo de siempre: Feliz Navidad, Eguberri on, Bon Nadal, Boas Festas.