Opinión | TECNOLOGÍA

La obesidad digital es cosa de pobres

Obesidad digital.

Obesidad digital. / PIXABAY

La Waldorf School of the Peninsula es la escuela donde estudia la prole de las personas que dirigen las grandes compañías tecnológicas de Silicon Valley. En ella, las pantallas y los dispositivos están prohibidos hasta los 12 años, parece que los gurús del mundo conectado no quieren que sus descendientes utilicen los aparatos que ellos mismos fabrican. ¿Cómo puede ser? Pues porque saben perfectamente que niveles altos de exposición a las pantallas son nocivos para su cerebro y seguramente por eso ni Bill Gates que prohibió los móviles hasta los 14 años, ni Steve Jobs, que no permitía que se acercaran a los iPads, ni el CEO de Google, que impone severas restricciones en el uso de dispositivos, las han consentido en casa. La temprana fiesta digital que nos venden impacta en la evolución del intelecto, de las emociones y de la salud de los pequeños. De hecho, está comprobado que exponer a menores de 3 años les produce retrasos en su desarrollo.

La temprana fiesta digital que nos venden impacta en la evolución del intelecto, de las emociones y de la salud de los pequeños

Personas expertas lo comparan con la obesidad y esperan que haya una respuesta tanto investigadora como educativa y, en última instancia, regulatoria para evitar los daños que previsiblemente veremos dentro de unos años sobre aquellos que no hayan tenido la suerte de contar con padres tecnólogos. La obesidad es un problema de salud pública con cifras y costes astronómicos para las personas que la padecen y para el sistema sanitario. Un reciente estudio de la Universidad de Alcalá ha analizado a más de un millón de residentes en Madrid, llegando a la conclusión de que hay barrios en los que hay más obesidad. ¿Dónde? En aquellos más degradados, con menor oferta de ocio deportivo o de instalaciones públicas. La evidencia confirma que hay más obesidad cuanto menor nivel socioeconómico. UNICEF advierte que, en los países ricos, los menores vulnerables son los que tienen mayor riesgo de sobrepeso y que, además, lo arrastrarán a lo largo de toda su vida. Pasará lo mismo con el consumo digital, serán usuarios compulsivos en el futuro. No parece tener el mismo impacto salir del cole encontrar la tienda de palmeras de chocolate e irte a darle a la consola porque no tienes alternativas ni nadie en casa que te pueda prestar atención, que merendar un sándwich de masa madre mientras te llevan a clases de hípica y, después de hacer los deberes con tu profesor particular, cenar acelgas.

La obesidad es además, uno de los resultados más documentados que hay relacionados con el tiempo de exposición a las pantallas. La evidencia científica muestra que los niños acaban comiendo más durante ese tiempo, están expuestos a más anuncios de comida basura y que, además, se ven influidos en sus preferencias. Las recetas para la dieta digital recomiendan nada de pantallas antes de los seis años, después de los seis, no más de 60 minutos al día en total, nunca en el dormitorio, nunca por la mañana antes del cole y nunca por la noche antes de dormir.

Estamos siendo alertados de las consecuencias que tiene que los niños y jóvenes estén enganchados a las pantallas. Especialmente los más vulnerables. Sabemos que la obesidad es de pobres, evitemos que la obesidad digital también lo sea.