Opinión | PREVISIONES ECONÓMICAS

El General Invierno

El Banco de España corrige el triunfalismo del gobierno. No superaremos la crisis hasta el 2023

El presidente ruso, Vladimir Putin, habla mediante videoconferencia con el presidente estadounidense, Joe Biden

El presidente ruso, Vladimir Putin, habla mediante videoconferencia con el presidente estadounidense, Joe Biden / EFE/EPA/MIKHAEL METZEL/SPUTNIK/KREMLIN POOL

El jueves los jefes de gobierno de la UE tuvieron su última cumbre del año. No fue fácil porque tres amenazas se ciernen sobre el inminente invierno. Una, el brusco aumento de la tensión con Rusia que ha rodeado Ucrania con unos 100.000 soldados. Estados Unidos y Europa temen

una invasión como la de Crimea y Putin exige un precio: garantías de que Ucrania no entrará en la Alianza Atlántica.

América y la UE no pueden aceptar el chantaje porque para los países del Este, empezando por los bálticos, Rusia es el gran y temido enemigo y transigir en Ucrania sería visto como una concesión similar a la de Múnich frente a Hitler en 1938. Putin podría crecerse.

La respuesta es pues proclamar que toda violación de las fronteras tendría para Rusia catastróficas consecuencias. Y que el controvertido -y terminado- gaseoducto que debe enviar directamente gas ruso a Alemania no entraría en funcionamiento. Pero esta represalia sería también muy dañina para Europa que depende del gas ruso cuando el precio del gas se ha disparado y es una de las causas de la inflación. Y Putin lo sabe.

La segunda amenaza es el ómicron, cuyas consecuencias todavía no están del todo claras. Pero la nueva ola del coronavirus ya está provocando restricciones que frenarán el crecimiento. Además, el pánico ante el ómicron dificulta una reacción firme y unitaria de la UE. Que Macron, por su cuenta y riesgo, haya prohibido a los ingleses viajar a Francia es la primera prueba.

Pero la gran amenaza del 'General Invierno' -el que derrotó a Napoleón en la campaña de Rusia- es la inflación. Hasta hoy la prioridad era reactivar la economía. Por eso los bancos centrales inundaron de dinero a todo el mundo con una política de compra masiva de bonos y de muy bajos tipos de interés. Pero en verano reapareció la inflación que en Estados Unidos ha alcanzado en noviembre el 6,8%, la más alta en treinta años. Los bancos centrales dijeron -y quisieron creer- que era solo un fenómeno temporal.

Pero esta semana la Reserva Federal americana ha olvidado lo del fenómeno temporal y ha dado un golpe de timón al anunciar que acelerará a marzo el final de la compra de bonos y que en el 2022 subirá tres veces los tipos de interés. Y todo esto implica priorizar la inflación frente a superar la crisis.

En el BCE, Christine Lagarde ha reaccionado con más cautela. El 2022 reducirá, pero no finalizará, la compra de bonos y aún no subirá los tipos de interés. La UE sufre más paro y menos inflación que América y además debe tener en cuenta la distinta situación de los países, con algunos como Italia y España muy endeudados. Un ejemplo lo dice todo. Para financiar el déficit, España ha aumentado su endeudamiento bruto este año en 265.000 millones, pero gracias a los bajos tipos de interés del BCE gran parte de esta deuda se ha emitido a tipos negativos. No nos ha costado dinero -como en el 2012 cuando estuvo a punto de arruinarnos-, sino que -increíble, pero es verdad- nos han retribuido con 100 millones.