Opinión | DEMOCRACIA

La responsabilidad de la Corona

El Rey Emérito Juan Carlos I

El Rey Emérito Juan Carlos I / Europa Press

Las noticias sobre el rey emérito no cesan, las imputaciones no cesan, las irregularidades no cesan, pero la modernización legislativa para regular la responsabilidad real no arranca. Esta reforma no está en la hoja de ruta del Gobierno, ni de la Casa Real. Nada podría ser más propicio para la causa republicana que una monarquía que se boicotea a sí misma y un Gobierno monárquico que cierra fuerte los ojos, mientras repite cual mantra cuánto admira la ejemplaridad y la transparencia de la Casa Real.

Quienes quieran cambiar la jefatura del estado, quienes prefieran un presidente de república a un rey, sólo tienen que comprar palomitas y animar a Juan Carlos como harían con cualquier estrella de un talent show, “se tú mismo” y, al artista, pista. Por más que se esfuerce el Gobierno, la oposición, la Fiscalía, la Mesa del Congreso o el Tribunal Constitucional en proteger a la Corona, el enemigo está dentro y no hay manera de taparlo ni a 5.624 km de distancia.

Hace un año Felipe V en el discurso de Nochebuena y Pedro Sánchez, unos días más tarde, anunciaron la renovación de la Corona respecto a la transparencia y la ejemplaridad. Anunciar cosas para llenar titulares de prensa y luego no hacerlas empieza a ser habitual, pero no deberíamos dejarlo pasar. En el Congreso se han propuesto más de 10 comisiones de investigación y varias leyes para regular la transparencia o acotar la inviolabilidad del rey, pero no las han dejado pasar.

En España nos cuesta abordar nuestras vergüenzas con valentía democrática. Y así la Constitución no se toca, la monarquía no se toca y la memoria no se toca. Hay mucho temor a abrir el melón del 78 por si altera el statu quo, como si la supervivencia de alguno estuviese ligada íntimamente a la inalterabilidad de ese orden de cosas. Como si una apertura o modernización pusiese en peligro su viabilidad futura. Pero España puede y debe reformar y actualizar su sistema institucional, precisamente para conservar el orden, ya que la aversión a la reforma nos aboca al desorden irremediablemente.

Mañana, 16 de diciembre, vence el plazo para transponer la directiva UE 2019/1937 para proteger a los alertadores de casos de corrupción, pero nuestro país va a incumplir el plazo, no hay prisa por recibir denuncias anónimas de casos de corrupción, el Ministerio de justicia la tiene paralizada. No se toca. Como la Fiscalía tiene paralizadas las diligencias penales de Juan Carlos, que puede acabar archivando. No se toca.

El julio Transparency International publicó su barómetro de corrupción global de la UE y un 86% de los españoles cree que la corrupción es un gran problema. Seguro que a ello contribuye un Gobierno que no avanza en transparencia y lucha contra la corrupción y una monarquía que hace alarde de impunidad. Pero la confianza solo se restaura con certezas.

Yo no quiero un rey ejemplar, ni uno que pida perdón. No hace falta, gracias. Yo quiero una democracia con reglas claras que regulen la transparencia de la Corona y que regulen a qué supuestos se ciñe la inviolabilidad del rey, que en ningún caso puede cubrir su actividad privada personal o sus negocios. Y quiero un rey que cumpla estrictamente las normas. No hace falta que sea ejemplar, ni héroe, ni majo. Solo que tenga criterios de actuación claros y normas explicitas que deba cumplir. Con eso me basta.