Opinión | LA NOTA

El Papa y Yolanda Díaz

La vicepresidenta busca más notoriedad y mayor respetabilidad al acercarse al mundo católico, donde es menos valorada

La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, junto al papa Francisco durante un encuentro en la Biblioteca Apostólica del Vaticano

La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, junto al papa Francisco durante un encuentro en la Biblioteca Apostólica del Vaticano / VATICANO POOL

Lo ha escrito en 'La Razón' Jorge Fernández Díaz, el exministro de Rajoy que quiso ser embajador en El Vaticano. La audiencia del sábado de 40 minutos a la vicepresidenta Yolanda Díaz fue relevante. Primero, porque el Papa solo suele dar audiencias de este tipo a Jefes de Estado o de Gobierno. Además, las fotos del encuentro con la que también es precandidata a las próximas elecciones generales no son solo protocolarias. Indican alguna proximidad.

¿Por qué Yolanda Díaz quiso la audiencia? Uno, porque Bergoglio no es visto en el mundo de Podemos como “el enemigo”. Pablo Iglesias, pese a su radicalismo, ya la solicitó, aunque no la obtuvo. Más importante, porque la entrevista de una vicepresidente de la izquierda del Gobierno (es militante del PCE) con el Papa garantiza una amplia cobertura de prensa y televisión. Y Yolanda, que ya es más conocida que hace unos meses, necesita mas notoriedad.

Yolanda sabe que el vestuario cuenta y que una audiencia con el Papa Francisco, perfectamente arreglada para la ocasión, da imagen de respetabilidad y de normalidad nada sectaria. Sabe que es más valorada por los ateos y los que dicen no tener religión que por los católicos. Y más por los no practicantes que por los practicantes. Intenta así acercarse a sectores que le son menos favorables y distanciarse de las soflamas de extrema izquierda.

Desbordar por la derecha a Pedro Sánchez, que quiere nombrar embajadora en el Vaticano a la exministra Celáa que no es -Fernández Díaz dixit- amiga de la escuela concertada, es saber que para ganar tienes que morder en el centro. Todo lo contrario de asustarlo.

Yolanda Díaz tiene reflejos. Decir que el encuentro fue “emocionante” suena bien y tiene cierta ambigüedad. No implica ni acuerdos ni desacuerdos. Pero abusar de este tipo de reacciones, como cuando en su acto de Valencia con Mónica Oltra y Ada Colau dijo que “hoy empieza algo maravilloso”, roza lo cursi. Quizás no es malo si pretende romper fronteras y no quedar encasillada en “una esquinita a la izquierda del PSOE”.

Pero el gran problema de Díaz es la falta de partido. Podemos puede apoyarla, pero ella no es a Podemos lo que Felipe era al PSOE o Aznar al PP. Ione Belarra no es el Alfonso Guerra de 1982. ¿Se pueden ganar unas elecciones sin tener detrás una sólida maquinaria de partido? En España, no. Pero Macron lo hizo en Francia tras el fracaso de la derecha (Sarkozy, 2007-2012) y de los socialistas (Hollande, 2012-2017). Claro que, en Francia, Macron ganó unas presidenciales (y luego las legislativas). Y aquí son legislativas y con circunscripciones provinciales. 

¿Y que hará en las andaluzas del 2022? En lógica presidencial debería mirar a otro lado, pero ¿podrá hacerlo en unas autonómicas que serán vistas como el primer acto de unas muy reñidas generales? Conclusión, Yolanda Díaz trabaja bien, pero le falta partido. O un artefacto a lo Macron que integró a muchos socialistas y liberales con oficio.

La otra pregunta es por qué el Papa Francisco recibe con deferencia a la 'vicepresidenta segunda'. Bergoglio no es un Papa conservador como Wojtyla ni democristiano a lo Montini y no quiere que el PP -o incluso Vox- puedan erigirse en los defensores de la Iglesia. No quiere un Rouco Varela que, apoyado por Wojtyla, empujó el voto a la derecha.

Y hay más. Una portavoz del PP dijo que era la reunión de dos comunistas. Un disparate. Pero Bergoglio, como argentino nada ajeno al peronismo, puede ver con simpatía a un movimiento justicialista al que le repele el capitalismo.