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Francisco y la hermenéutica

Las cosas que hace unos años nos parecían tan normales, por suerte ahora nos escandalizan. Pero quién sabe si dentro de un tiempo volverán a tolerarse

El Papa Francisco, en uno de los balcones del Vaticano

El Papa Francisco, en uno de los balcones del Vaticano / EP

Partimos con alivio de la premisa siguiente: si se anunciara que a partir de mañana cualquier ciudadano tendrá prohibida la entrada en una iglesia si no va provisto del pertinente pasaporte COVID no se formarían colas de dos horas para inmunizarse en los centros de vacunación. La misa del gallo no tiene el tirón navideño de la cena de empresa o del tardeo anual con las amigas del cole. La cita sagrada central de las fiestas que hace unas décadas se aprovechaba para abandonar la sobremesa de mantecados y licores, poniendo algo de distancia con el cuñado de turno o con la partida de mus eterna, ya no mueve multitudes y a quién puede extrañarle. Los tiempos han cambiado y la Iglesia se resiste a avanzar con ellos. Ni siquiera cuando elige un papa proactivo, moderno e inteligible como Francisco consigue conectar con su tiempo y su audiencia.

A la vuelta de su última visita a Creta y Grecia, donde ha clamado contra la falta de compasión ante el drama humanitario de la inmigración, el pontífice ha vuelto a pasar por encima de uno de los problemas que afectan más gravemente a la credibilidad de la institución, el encubrimiento de los casos de pederastia en su seno durante décadas. Preguntado por el informe efectuado por una comisión independiente en Francia a instancias de la conferencia episcopal gala, que cifra en 300.000 casos los abusos a menores durante setenta años, se ha limitado a pedir que semejante atrocidad sea juzgada con la óptica de aquellos momentos. “El mundo era otro, había otra hermenéutica. En el caso de la Iglesia se encubría... Era una cosa que pasaba en las familias y en los barrios. Hoy decimos que no funciona. Pero hay que interpretar con la hermenéutica de cada época”. Típico del púlpito, largarnos un palabro que lo resuelve todo, una absolución por la vía del léxico; esperábamos más de un hombre decente como Francisco.

La hermenéutica es la teoría de la interpretación de los textos y el jabón que lava más blanco las peores manchas. No sé con qué hermenéutica se han de entender las violaciones sistemáticas de niños pequeños en Francia, último país en sacarlas del armario de la sacristía, y en todo el mundo. Tampoco sé en qué tipo de familia se ve con buenos ojos que un adulto abuse sexualmente de un niño y le aterrorice hasta destrozarle la infancia y la vida, desde luego en la mía no, ni ahora ni en la generación de mis bisabuelos. Hablamos de cientos de miles de depredadores sexuales en posición de poder y de millones de sacrificados en el mundo. Las víctimas están esperando a que con la hermenéutica actual la Iglesia deje de llamarlo pecado para llamarlo delito, porque su silencio en el siglo XXI solo merece una interpretación.

Las cosas que hace unos años nos parecían tan normales, por suerte ahora nos escandalizan. Pero quién sabe si dentro de un tiempo volverán a tolerarse. No pensábamos que íbamos a escuchar a racistas, homófobos, misóginos y defensores del odio a los pobres en nuestros parlamentos y se está normalizando.

Así que nos empieza a correr prisa de que la Iglesia de este papa se moje con claridad contra la pederastia, y deje de lanzar mensajes que la banalizan, hoy que esa infamia aún nos repugna. Ignoro si tiene que ver con la hermenéutica pero yo me sabía de memoria aquella canción que decía “me has mirado a los ojos, sonriendo, has dicho mi nombre”. Desde que sé que la compuso un cura abusador de menores la interpreto de otra manera y me da miedo. Pescador de hombres se titula.