Opinión

Mirar de frente a la Constitución

Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Miquel Roca

Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Miquel Roca / Kiko Huesca

En la celebración del 43 aniversario de la Constitución se vuelve a plantear el debate sobre su reforma. No es la primera vez que nuestra Carta Maga, la Constitución española nacida en 1978, se ha modificado. Fue reformada en dos ocasiones: una en 1992 para añadir el sufragio pasivo como mandato de la UE y otra en 2011 para incorporar el concepto “estabilidad presupuestaria” en el marco de la crisis económica de 2008. Mientras otras, como la Constitución escrita más longeva en el mundo, la de EEUU, desde su nacimiento en el Siglo XVIII ha sido enmendada hasta en 27 ocasiones.

Así, reformar la constitución es posible, incluso necesario en la actualidad para acabar con anacronismos como la preferencia del varón en el orden de sucesión a la Corona o el art. 49 para eliminar, de una vez, el término disminuido tal y como, con razón, propone el mundo de la discapacidad con el CERMI a la cabeza.

Siendo importante actualizarla es transcendental defenderla, perfeccionarla y fortalecerla. La transición construyó un sistema político basado en la unidad de la nación y la pluralidad, y lo hizo desde el consenso, esa es la grandeza de la transición y de nuestra Constitución.

Por ello, hay que analizar la conveniencia, la necesidad y la oportunidad de embarcarnos en una reforma en la situación política actual. Porque abrir el melón constitucional puede llevarnos a otros debates indeseables, porque salvaguardar la unidad de España, garantizar una democracia fuerte y estable es una obligación, y porque mantener el consenso de 1978 parece una quimera en la actualidad.

Hace 43 años nos dimos una Constitución de todos y para todos y sólo manteniendo el consenso de entonces lograremos que siga viva, fuerte, respetada y útil.

Los padres de la Constitución tuvieron claro que el objetivo era buscar lo que nos unía, lo común, para hacer un proyecto único. Tuvieron altura de miras, capacidad de consenso, voluntad de acuerdo y pusieron los intereses de España por encima de su propia ideología. Asegurar que quienes hoy debieran sentarse a negociar esta reforma tuvieran esa grandeza de miras, esa disposición a ceder, a negociar y anteponer los intereses de España a su ideología, no parece ni probable ni esperado. No lo es sabiendo que entre ellos hay quienes no creen ni en la Constitución ni en España.

En el Congreso de los Diputados hay una sala llamada constitucional donde se muestran los retratos de los siete padres de la Constitución, todos sonrientes, todos satisfechos y hasta orgullosos del papel trascendental que estaban jugando en la Transición. Solo mira de frente Miquel Roca, representante de Convergencia; un político que tuvo la capacidad de mirar de frente a la Constitución y a España, de poner los intereses generales por encima de sus aspiraciones políticas. Mientras que en este país no volvamos a contar con representantes políticos que sean capaces de mirar de frente a España y a los españoles, de buscar lo que nos une, intentar reformar la Constitución es un riesgo que no deberíamos correr por el bien de la unidad de España, de la igualdad y la libertad del conjunto de los españoles.