Opinión

Constitución, diálogo y Estado de Bienestar

Constitución española de 1978

Constitución española de 1978

Juntos somos más fuertes. No es una frase manida, sino una lección de la historia que la pandemia de Covid-19 ha vuelto a poner de manifiesto con más fuerza que nunca. Eso, y la importancia de aquello que nuestra Constitución consagra: nuestro Estado del bienestar. Es decir, lo común, lo público. Todo aquello que nos hace mejor como país y como sociedad.

Por eso, no se me ocurre mejor manera de celebrar el 43º aniversario de nuestra Carta Magna que reivindicarla no solo como nuestro pacto de convivencia, sino como la herramienta básica de estabilidad y prosperidad al servicio del conjunto de los españoles, una herramienta que ha servido para crear, desarrollar y consolidar un Estado del bienestar que es una seña de identidad y un ejemplo para el mundo.

La Constitución de 1978 creó el marco de convivencia que nos permitió pasar de una dictadura a una democracia que hoy, cuatro décadas después, es una de las más plenas y consolidadas del planeta. Un instrumento de concordia que permitía dejar atrás el pasado y que ofrecía, sobre todo, un proyecto de futuro. Porque más allá de ese marco, delimitó el perímetro de un espacio común a construir en torno a la arquitectura institucional de un “Estado social y democrático de Derecho”.

Así es como define a España la CE en su artículo 1. Y un Estado social es aquél que se obliga a sí mismo, por medio de la ley, a proteger y a promover la justicia social y el bienestar de todos sus ciudadanos. Educación, Sanidad, sistema público de pensiones. Tres pilares básicos señalados como fundamentales en nuestra Carta Magna y sobre los que los españoles estábamos y estamos mandatados a seguir construyendo y desarrollando una España próspera, plural y diversa, solidaria y con un alto grado de autogobierno.

En definitiva: protección, convivencia, ley, democracia y Derechos. Esa es la esencia de nuestra Constitución, que ha permitido institucionalizar el Estado del bienestar en su marco. Un Estado de bienestar que debe ser preservado, ampliado y protegido. A ello nos hemos dedicado con ahínco los socialistas. Protegerlo es proteger nuestra Ley Fundamental.

Ningún partido ha defendido como el PSOE el pacto constitucional, del que fuimos arquitectos. Un pacto para el que una generación de hombres y mujeres dieron lo mejor de sí mismos al servicio de la concordia, la paz, la libertad y el progreso. Y lo hicieron con la herramienta más poderosa que existe: el diálogo.

Logro colectivo

Pero defenderla no es patrimonializarla. La Constitución es un logro colectivo. Nos pertenece a todos. Nos protege a todos, incluso a quienes no creen en ella. Así de grande es nuestra Constitución. Un texto vivo con capacidad de adaptarse a los cambios a lo largo del tiempo.

El PSOE está firmemente comprometido con ella, de principio a fin, y reivindicamos su espíritu frente a quienes la cuestionan, pero también frente a aquellos que dicen defenderla al tiempo que se niegan a cumplir sus mandatos.

El constitucionalismo se ejerce, no basta con predicarlo. No es un pin que uno pueda ponerse en la solapa, ni una pulserita en la muñeca. Cuesta mucho construir institucionalidad, y muy poco destruirla. Y la Constitución se degrada cuando se degradan las instituciones. Cuando no se renuevan cumpliendo los preceptos de la Carta Magna y se ponen los intereses de los partidos por delante del interés general de España. Cuando eso pasa, se deteriora la democracia.

La pandemia nos ha transformado, ha reordenado nuestras prioridades y nos ha señalado la importancia de remar juntos por el bien común. Nos ha recordado que juntos somos más fuertes, pero también que somos mejores.

Por eso, en estos tiempos de ruido y palabras altisonantes, en los que algunos discursos parecen estar destinados solo a sembrar odio y división entre los ciudadanos, distinguiéndolos entre buenos y malos españoles, se hace más necesario que nunca recuperar el espíritu con el que se hizo la Constitución.

Un pacto de convivencia en el que hemos cabido todas y todos los españoles, con nuestras identidades y creencias, nuestras ideas, nuestros anhelos personales y colectivos. Nuestra Carta Magna es la garantía efectiva de nuestros derechos civiles, políticos y sociales. No permitamos que se diluya aquello que la hizo posible: el diálogo y el acuerdo. No siempre es el camino más fácil, pero es el camino correcto. La política sin diálogo y sin encuentro no es política. Por eso los socialistas lo llevamos en nuestro ADN desde hace 142 años.

Esta pandemia ha evidenciado como nunca la necesidad de ese Estado social y democrático de Derecho. Reivindicar la cultura del pacto y no de la confrontación, de la justicia social y no de la desigualdad, del mérito y el esfuerzo y no del privilegio. Ese es el camino. Solo así podremos, juntos, retomar el consenso que posibilitó el texto constitucional, para seguir desarrollando reformas que sigan mejorando la democracia.

Nuestra Constitución no solo sigue vigente, sino que continúa siendo el mejor instrumento para garantizar la paz, la libertad, la convivencia, el pluralismo y el progreso. Es tarea de todos respetarla y protegerla. Hacerlo es proteger el bien común. Y recordemos que recuperar la disposición al diálogo que hubo en 1978 es clave para inaugurar una nueva etapa de progreso que ya llama a nuestra puerta.