Opinión | POLÍTICA

El país que somos

Entender la realidad de un país plural y rico, que habla varias lenguas, es hacerse cargo de lo que somos

Pablo Casado, en un acto sobre los valores constitucionales

Pablo Casado, en un acto sobre los valores constitucionales / Efe

 Yo quiero hablar en mi lengua, el valenciano, y considero que vivir en un país que tiene varias lenguas y distintas culturas nos hace más ricos, más plurales y fuertes. No me parece secundario, o poco relevante, que muchos españoles queramos y podamos expresarnos en nuestra lengua materna. Es una realidad que muchos nos sentimos catalanes, gallegos o valencianos tanto o más que españoles y que, una cosa y otra, forman parte de nuestra identidad.

La semana pasada, Pablo Casado decía muy sorprendido que a un médico se le obliga a hablar catalán para trabajar en Cataluña, pero un médico catalán puede trabajar en León. Obvio. Un médico catalán puede trabajar en León porque es bilingüe, habla catalán y castellano. Puede atender a los pacientes castellanos en su propia lengua. De hecho, el médico catalán no atenderá a sus pacientes en León en catalán, sino en castellano. Un médico de fuera de Cataluña, que no habla catalán, no puede atender a los pacientes en su propia lengua. Esto no se trata de lo que le guste hablar al médico, o a Casado, sino de que el paciente tenga derecho a ser atendido en su lengua y a que el médico le entienda cuando explica sus dolencias.

Y no es solo Casado. A raíz de la reunión auspiciada por Feijóo con los presidentes de otras Comunidades Autónomas de la España más despoblada, surgió el falso dilema “unos se preocupan porque Netflix produzca series en catalán y otros estamos en que llegue la fibra a los pueblos”. Como si en los pueblos de las zonas donde hablamos otras lenguas que no son el castellano, no pudiésemos aspirar a que llegue la fibra para poder ver Netflix y, además, en nuestra lengua. No son derechos que compitan, ni que sean incompatibles.

En España hay unos veinte millones de personas que viven en comunidades autónomas que tienen otra lengua oficial. Por no hablar de las que viven en comunidades autónomas que tienen otra lengua que todavía no es oficial. Esto significa que casi la mitad de la población en este país puede tener otra lengua materna. Y, quienes la tenemos, tenemos todo el derecho a explicarnos en nuestra lengua y a ser atendidos en nuestra lengua. Una mitad del país que Pablo Casado desprecia.

Entender esta realidad, la de un país plural y rico, que habla varias lenguas, es hacerse cargo de lo que somos. Es entender la España real de hoy y conocerla en todo su potencial. Es apreciar sus diferencias y entender cómo estas nos hacen diversos y culturalmente ricos. Ojalá nuestros hijos además de poder elegir una segunda lengua extranjera en secundaria, pudiesen elegir una o varias segundas lenguas oficiales y así entender y conocer mejor, no solo el catalán, gallego o euskera, sino el país que somos.

Me pregunto es si alguien puede aspirar a gobernar un país que no conoce, o que conoce y desprecia. Pero sobre todo me pregunto si alguien puede aspirar a gobernar a un pueblo al que no respeta. Porque cuando uno aspira a gobernar un país, sabe que deberá gobernar para todos, no solo para los que piensan como él o los que le han votado. Y si esto no es capaz de asumirlo, es que no está a la altura.