Opinión | ANÁLISIS

No es un juego de suma cero

Es cada vez más evidente la concentración de EEUU en el frente Indo-Pacífico y su repliegue de zonas antaño estratégicas como Oriente Próximo o Asia Central

El alto representante de la UE, Josep Borrel.

El alto representante de la UE, Josep Borrel.

El nuevo mundo bipolar, caracterizado por la pugna holística y sistémica entre Estados Unidos y China, tiene un componente tripolar cuando hablamos de poder militar y capacidad de desarrollar guerras híbridas. El tercer polo es, obviamente, Rusia.

Este escenario tripolar supone un enorme desafío para la Unión Europea, sometida a presiones crecientes en sus fronteras (Ucrania, Bielorrusia, mar Negro y Mediterráneo oriental, por una parte, y el Norte de África y el Sahel, por otra). Las presiones no son solo militares o de amenaza terrorista, sino que toman muchas veces elementos de guerra híbrida, como ciberataques, violación de fronteras por migraciones ilegales alentadas desde el exterior o la desinformación para la desestabilización interna de los Estados miembros y, por extensión, de la propia UE.

Por otra parte, es cada vez más evidente la concentración de EEUU en el frente Indo-Pacífico y su repliegue de zonas antaño estratégicas como Oriente Próximo o Asia Central. Un repliegue que incluye a Europa, en el marco del desplazamiento del centro de gravedad al Indo-Pacífico.

La alianza político-militar establecida con la OTAN contribuyó decisivamente a la victoria occidental en la Guerra Fría y, desde entonces, viene buscando su sentido estratégico. Dada la desaparición del enemigo originario –la Unión Soviética–, la presión norteamericana para que el pilar europeo de la OTAN asuma mayores responsabilidades, sobre todo, en materia presupuestaria, que se concreta en el compromiso de gastar al menos un 2% del PIB en defensa, ha sido creciente.

La pretensión de que los europeos asuman mayor responsabilidad en su defensa es lógica e indiscutible desde muchos puntos de vista, pero tiene sus matices. Uno de carácter estratégico y que señaló con claridad la secretaria de Estado Madeleine Albright, y que se llamó los límites de “las tres D”. El desarrollo de iniciativas europeas en materia de defensa y seguridad, no podía “duplicar” las capacidades de la OTAN, no debía “desacoplar” la toma de decisiones, ni “discriminar” a los miembros de la Alianza que no son miembros de la Unión. Dicho de otro modo, cualquier avance europeo deberá contar con el beneplácito de EEUU.

Otro matiz es que llegar al compromiso del 2% del PIB del gasto en defensa, dada la actual situación de la industria europea de defensa, implica, a corto plazo, incrementar la dependencia en los suministros de la industria estadounidense. Por tanto, reducir la posible autonomía europea.

En tercer lugar, dentro de la UE existen países muy remisos a reducir el compromiso de Washington con la OTAN, que consideran imprescindible para su seguridad (en especial, los que se sienten amenazados por Rusia), pero también porque, sobre todo después del Brexit, significaría una dependencia de Francia y de sus intereses geopolíticos, no siempre coincidentes y que, a la postre, no garantizarían su seguridad suficientemente. Pero nada de esto debe llevar a renunciar a un nuevo papel de la UE y la redefinición de su relación con EEUU en el marco de la Alianza Atlántica.

Ahora estamos ante un doble reto: la definición de un nuevo Concepto Estratégico de la OTAN, en la cumbre de finales de junio de 2022 en Madrid, y el avance en la autonomía europea definido por la llamada Brújula Estratégica (Strategic Compass) propuesta por el Alto Representante, Josep Borrell, que se debatirá en los próximos meses y, eventualmente, se aprobará durante la presidencia francesa de la UE en el primer semestre del próximo año. Es imprescindible que ambos ejercicios y documentos sean compatibles, complementarios y que aporten sinergias para todos.

Tal voluntad de compatibilidad y complementariedad es explícita en la Brújula Estratégica y debería serlo también en la definición del nuevo Concepto Estratégico de la OTAN. Sería un error mayúsculo pensar que más integración europea implica menos compromiso de y con EEUU. Y, desde luego, sería también una equivocación plantear hoy como horizonte un ejército europeo. El Strategic Compass no lo hace, y todo apunta que el principal defensor de tal concepto, Francia, lo asume. No estamos ante un juego de suma cero.

Se trata de tener capacidad propia para actuar en ámbitos en los que los intereses europeos se vean amenazados directamente, pero que EEUU puede considerar que no son estrictamente vitales para ellos. Ello requiere priorizar las amenazas identificadas, tanto militares como civiles (en las zonas “grises” integradas en el concepto de “guerra híbrida”) y establecer mecanismos de toma de decisiones que, a través de abstenciones constructivas (sin romper necesariamente el principio de unanimidad) o la puesta en marcha de “cooperaciones reforzadas”, contempladas en el Tratado de Lisboa, permitan desarrollar capacidades propias interoperables, desde una Fuerza de Intervención Rápida –propuesta para 5.000 efectivos– a la articulación de respuestas concretas de naturaleza militar o híbridas.

Se trata también de desarrollar capacidades propias en el ámbito industrial, que no deben ser percibidas por EEUU como un menor compromiso, sino como un refuerzo. Tales respuestas requieren financiación. El camino abierto con los fondos Next Generation debe ser una guía para que el presupuesto de la UE integre tales esfuerzos desde una perspectiva supranacional. Ello no va a ser fácil, pero como dice Borrell, “la UE está en peligro” y la respuesta no puede ser otra que la profundización de la integración en el ámbito estratégico de la seguridad y la defensa.

Nada de esto es contradictorio con el reforzamiento del compromiso del pilar europeo en la Alianza Atlántica. Cuanta mayor sea nuestra coresponsabilización, mas sólido será el vínculo atlántico. Dicho de otro modo, solo si Europa se toma en serio a sí misma y madura como proyecto político, EEUU tomará en serio a Europa. A todos los que creemos en la libertad, nos interesa que así sea.