Opinión | LA NOTA

¿Por qué España va peor?

La recuperación está siendo más lenta que la de otros países europeos y nuestro PIB está todavía un 6,6% por debajo del anterior a la pandemia

Nadia Calviño.

Nadia Calviño. / EFE

Los datos del tercer trimestre han confirmado que, pese a que España ha alcanzado una tasa de vacunación de las mejores de Europa –casi hemos llegado a la inmunidad de grupo–, el crecimiento de la economía está siendo inferior al previsto y es uno de los más débiles de la zona euro. En el segundo trimestre, el aumento del PIB se quedó, tras la mayúscula y sorprendente corrección del Instituto Nacional de Estadística, en solo el 1,1% frente al 2,1% de media en la zona euro. Y en el tercero hemos crecido un 2% frente al 2,2% de media. En tasa anual estamos, al acabar el tercer trimestre, en un 2,7%, un punto menos que la media de la zona euro (3,7%).

Esta lentitud de la recuperación española está generando preocupación y el Financial Times –el diario más seguido en los medios económicos del continente– acaba de hacer una alarmante comparación: en septiembre, la economía italiana estaba solo un 1,4% por debajo de sus niveles de finales de 2019, antes del coronavirus, Alemania redujo la brecha al 1,1% y Francia al 0,1%. Sin embargo, España estaba todavía un 6,6% por debajo de los niveles anteriores a la pandemia. El dato es escalofriante y grave porque la vicepresidenta Calviño había asegurado que a finales de año habríamos recuperado todo el PIB perdido en 2020.

Cierto que las cifras de empleo –que cuentan mucho por su incidencia social– parecerían apuntar un mayor crecimiento y que la diferencia no es fácil de explicar. Pero quedan todavía trabajadores en erte y algunos analistas creen que puede haber “desempleo embalsado” por la prohibición que tienen las empresas de despedir tras haber estado acogidas a un erte. En todo caso, ¿por qué la recuperación española está siendo inferior a la media europea, lo que –de continuar– tendría graves consecuencias?

Una primera causa es que nuestra economía depende mucho del turismo, y la temporada de este año empezó mal en julio (por las restricciones a los viajes) y su mejora ha sido tardía. En los nueve primeros meses hemos tenido 19,7 millones de visitantes, una cifra no demasiado superior a la muy mala de 16,8 millones de 2020, el año de la pandemia.

Otra razón, más preocupante, sería la debilidad del consumo privado, porque las familias son reacias a la hora de gastar el ahorro acumulado durante la pandemia (55.000 millones) por la incertidumbre, la inquietud sobre el futuro del empleo, la interrupción de las cadenas de suministro que está afectando mucho a la industria, en especial la del automóvil, y últimamente el brutal aumento del precio del gas y de la electricidad que han disparado la inflación.

Que el IPC haya subido continuamente y con fuerza desde tasas casi negativas en febrero al 2,7% al principio del verano, el 3,3% en agosto, el 4% en septiembre y nada menos que el 5,5% en octubre no ha podido dejar de ser un jarro de agua fría para muchas familias. La confianza se tiene que haber resentido.

Por último, la debilidad de la inversión. En este sentido es relevante lo que está pasando con el retraso en la ejecución de los fondos del plan de regeneración europeo. Según la muy seria Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, el Gobierno tenía acceso a finales de agosto a 5.000 millones de dichos fondos, pero solo se habían aplicado 104 millones. ¿Por qué esta parsimonia en la ejecución de unos fondos que tanto hemos reclamado?

Con estos datos es casi imposible que el PIB de 2021 crezca el 6,5% que asegura el Gobierno. Veremos esta semana la previsión de la Comisión Europea.