Opinión | ANÁLISIS
Tres condiciones para que gobierne la derecha
Dos partidos en la derecha, desmovilización de la izquierda y saldo neto positivo en los trasvases de voto. Estas son las tres condiciones que serán necesarias desde una óptica puramente electoral para que la derecha española vuelva a tener opciones de conseguir la mayoría parlamentaria y formar gobierno. Y estos deberían ser, por tanto, los objetivos estratégicos prioritarios para las fuerzas conservadoras de aquí a 2023.
Dos mejor que tres
La primera condición es provocar un voto de concentración en torno a no más de dos formaciones políticas. El sistema electoral en España —dominado por circunscripciones pequeñas y medianas donde la traducción de votos a escaños no es estrictamente proporcional— penaliza la fragmentación electoral de los bloques ideológicos. Por eso, la dispersión del electorado de derecha en tres grandes partidos de ámbito nacional, tras la irrupción de Vox en el Congreso de los Diputados en las elecciones del 28 de abril en 2019, ha complicado la suma de una mayoría parlamentaria.
Al igual que el anterior sistema bipartidista, el actual bibloquismo es también imperfecto porque para gobernar son casi siempre necesarios los apoyos directos o indirectos de un tercer actor: el bloque compuesto por los partidos independentistas, los nacionalistas y los regionalistas (e incluso, los provincialistas).
La derecha requiere optimizar al máximo sus potenciales apoyos electorales en las siguientes elecciones, es decir, conseguir ser altamente eficiente en la traducción de sus votos a escaños. Y lo necesita, al menos, por un motivo ineludible: en este momento, las dos principales fuerzas de la derecha, PP y Vox, necesitan ser autosuficientes para alcanzar la mayoría, dado que tienen muy difícil conseguir el apoyo de la mayoría de fuerzas que integran ese tercer bloque electoral (solo Navarra Suma y Coalición Canaria aparecen hoy como socios políticamente viables) .
Para alcanzar tan alto grado de eficiencia electoral, deberían evitar también, en la medida de lo posible, todo signo de canibalismo electoral: que un partido crezca demasiado a costa de atraer electores del otro puede provocar —debido, de nuevo, al tamaño de la mayoría de las circunscripciones— que el socio de Gobierno necesario pueda quedar fuera del reparto de escaños en muchas provincias.
Desmovilización de la izquierda
La segunda condición es que se produzca una abstención selectiva, es decir, que una parte significativa del electorado de izquierda se quede en casa el día de las elecciones y todo el electorado de derecha acuda a votar. Es difícil estimar ahora la cuantía, pero la experiencia de 2011 o 2000, en las que el PP obtuvo mayoría absoluta, apunta a una abstención de la izquierda superior a 1.500.000 votantes. En todo caso, la derecha ha obtenido siempre un mejor resultado electoral en el conjunto de España cuando la participación electoral ha sido inferior a la media de todos los comicios generales celebrados hasta el momento.
Además, en los últimos años el equilibrio de fuerzas por bloques es absoluto. De ahí que la movilización sea un factor tan decisivo. El bloque de la izquierda obtuvo en las elecciones de 2019 casi 10.5 millones de votos (el 43.6%). El de la derecha, otros casi 10.5 millones (el 43.5%). Para desempatar, la derecha necesita que parte de la izquierda no acuda a votar (y siempre en la hipótesis de que el peso del tercer bloque —que en 2019 obtuvo 2.6 millones: el 11%— no aumente).
Saldo neto positivo en los trasvases de voto derecha-izquierda
Una vez que Ciudadanos dejó de representar la figura del pivote ideológico de la política española, ahora parece imprescindible que se produzca, además de las otras dos condiciones, un trasvase de votantes desde el bloque de la izquierda hacia el bloque de la derecha que sea superior al trasvase inverso. Es otro requisito para conseguir el desempate de los bloques. En definitiva, un saldo neto positivo en la resta entre el flujo de votantes de derecha a izquierda y el de izquierda a derecha, significa una batalla decisiva por ocupar la posición dominante en el centro ideológico.
A estas tres cuestiones, entre otras, son a las que deberíamos estar más atentos en las encuestas que se publiquen de aquí a los comicios para evaluar las posibilidades reales de la derecha. ¿Y qué dicen en estos momentos?
La primera condición parece cumplirse: el voto de derecha se concentra actualmente en torno a PP y Vox. Ciudadanos es una fuerza política en claro y evidente retroceso electoral. No solo lo reflejan los sondeos —la mayoría, en todo caso, le sitúan por debajo del millón de votos y con un único escaño—, sino también los resultados de las elecciones más recientes. En Cataluña pasó de ser primera a ser séptima fuerza política dejándose en el camino casi un millón de votos. En la Comunidad de Madrid ha pasado de cogobernar junto al PP a quedarse fuera de la Asamblea dilapidando medio millón de votos. Por tanto, el crecimiento del PP se está produciendo, de momento, por su capacidad de capitalizar el decrecimiento de Ciudadanos y no del que sería, llegado el caso, su socio necesario: Vox aguanta firme hoy por hoy su resultado de 2019.
Con respecto a la condición de desmovilización, la mayoría de sondeos estiman que si ahora hubiera elecciones, la participación sería algo más reducida que la del 10N de 2019. La estimación de participación electoral realizada por Elemental Research teniendo en cuenta los datos brutos del Barómetro de octubre del CIS —el organismo público no ofrece estimación de participación—, se sitúa en el entorno del 66%, casi cuatro puntos por debajo de la registrada en los últimos comicios. Una menor participación que afecta más al electorado de izquierda que al de derecha. Una clara señal de alerta de cumplimiento de esta segunda condición. En todo caso, debe advertirse que cuando no hay elecciones convocadas la tensión electoral ciudadana tiende a ser menor en estos periodos valle.
La tercera condición es, por ahora, la que más parece resistirse. La volatilidad electoral se produce mayoritariamente intrabloque y los movimientos interbloque registrados son, por lo general, erráticos. De cualquier forma, estos cambiantes flujos de izquierda a derecha y de derecha a izquierda que registran las últimas encuestas favorecen de momento más a la derecha, especialmente al PP.
Por último, las condiciones de la derecha se traducen también, en realidad, en tareas para la izquierda. Aunque no parece que solo una estrategia a la defensiva pueda ser suficiente. De aquí a 2023, la izquierda necesita algo más que potenciar la fragmentación en la derecha, movilizar a su electorado y detener la fuga de votantes fuera de su bloque. Tiene dos años para ello. Traducido en tiempo político: dos años luz.
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