Opinión | CULTURA

Trabajar cansa, leer no

Ocho horas al día es lo habitual. También hay quien le dedica más y otros que menos. Están quienes lo han perdido o el que tienen es precario o insatisfactorio y encontrar otro es su principal ocupación. A eso hay que sumarle el desplazamiento desde casa. Si hay suerte y vivimos en una ciudad pequeña, quince minutos o media hora de ida y otros tantos de vuelta. Si es grande, bastante más. Me refiero al trabajo. Un tercio de cada día lo entregamos a ganarnos el sustento y, sin embargo, qué poco presente suele estar en las novelas, en series y en películas. Lo decía Belén Gopegui la semana pasada en la Feria del Libro de Madrid durante la presentación de su nueva novela, Existiríamos el mar (Literatura Random House), y lo señalaba Fernando Cembranos, psicólogo y sociólogo y presentador de la novela: los manuales de psicopatología y los libros de autoayuda rara vez hablan del trabajo. Hablan de la infancia, de la familia, de trastornos, desajustes, neurosis, obsesiones y frustraciones, pero entre las condiciones que los propician o los frenan no aluden a la faena que invade nuestro día y nuestros pensamientos. Se ocupan de ella los textos económicos y los programas electorales con sus propuestas y teorías para combatir el paro, pero de sus condiciones concretas, de sus dinámicas y su desarrollo cotidiano, tantas veces injusto o alienante, ni una palabra.

Hay una excepción: policías y delincuentes. A su gremio, el cine y la literatura le dedican páginas y páginas. Sabemos perfectamente cómo funciona una comisaría por las series que hemos visto. No digamos ya la mafia o los traficantes de drogas. Su jerarquía, sus cuarteles generales y sus códigos nos son mucho más familiares que los de los trabajadores de la fábrica de los grifos de nuestro lavabo. Coincido con Belén Gopegui cuando se pregunta qué pasaría si, en lugar de tantas series sobre asesinos y psicópatas varios, viéramos series sobre inspectores de trabajo. ¿Modificaría nuestra visión de la realidad? Hay apenas 1.800 inspectores de trabajo en España. Con el panorama laboral y empresarial tan variopinto y enrevesado que tenemos, hacer una serie sobre ellos y sus investigaciones tiene mucho potencial. Tomen nota los productores.

«Trabajar con el imaginario genera causalidad -afirma Gopegui- y no siempre es una causalidad positiva». En otras palabras: ves una película, lees un libro y algo del universo de esos personajes se te pega. Mediante la ficción conoces mundos lejanos, inaccesibles y, aunque sepas que es una recreación, en algún nivel tu mente lo toma por conocimiento. Por eso la ficción no es inocua, ni neutra. Quien narra impone su visión y sus valores acaban emanando, aunque sea por omisión, del mundo que propone. En la literatura de Gopegui y en los guiones de cine que ha escrito (algunos a medias con servidora) ocurre que los personajes no solo trabajan, sino que sus dificultades nacen de ese lugar que devora nuestras horas y pensamientos. Conflictos, roces y complicidades se dan entre personas que fichan juntas, no que se meten en la cama juntas como suele ser lo habitual.

Los protagonistas de Existiríamos el mar tienen en torno a los 40 años y comparten piso porque, como muchos otros de su generación, sus magros sueldos no dan para un alquiler individual ni mucho menos para un piso en propiedad. ¿Les suena? Son Ramiro que trabaja en una gran cadena especializada en construcción y bricolaje; Camelia, administrativa en una gran constructora y afiliada a un sindicato; Hugo, desarrollador de webs; Lena, bióloga que trabaja en un laboratorio; y Jara, que hace una semana que ha desaparecido. En sus vidas más que emociones como las de las series y películas «hay bruma, complicaciones, las cosas suelen girar en torno a la necesidad de no perder, que no se parece a ganar, sino a mantenerse en esa zona donde no hay victorias ni derrotas absolutas y donde la tensión cansa».

¿Podrían ser nuestros trabajos de otra manera? ¿Qué habría que hacer para que fuesen mejores? ¿Y por qué son como son? Son las preguntas sobre las que elabora su narración Gopegui para intentar, si no darles respuesta, hacer que los lectores nos impliquemos en encontrarla. Hay escritores que escriben para que nos evadamos de una realidad que no nos gusta. Otros para que nos quedemos en ella, aunemos fuerzas con otros y la mejoremos juntos. Gopegui es de esos. Son los que yo prefiero.

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