Opinión | ANÁLISIS

Sentirse acompañado, representado y atendido

Nada parece escapar a la polarización cada vez más instalada en la vida pública de nuestro país. Ni siquiera aquellos debates que no deberían tener a priori una aproximación partidista: la Agenda 2030 (aprobada en Naciones Unidas por 192 países), la renovación de los órganos constitucionales o el debate sobre la llamada descentralización, reabierto recientemente. Todo ello, en un momento en el que, si existía alguna duda sobre la interdependencia del mundo en el que vivimos, la pandemia provocada por el virus Covid-19 las ha disipado.

Afrontamos retos eminentemente globales, transfronterizos, cuyas consecuencias se enraízan en el territorio más próximo, lo que requiere, por una parte, reformar los mecanismos de gobernanza global (ceder cierta soberanía por arriba) y, al mismo tiempo, fortalecer aquellas instituciones que realmente se sitúan más cerca de la ciudadanía. El éxito de la vacunación en España es un buen ejemplo de ello, pues es el resultado de un modelo que permite una compra y suministro por un gobierno supranacional como es la UE y al mismo tiempo una distribución y gestión basada en un sistema sanitario descentralizado autonómicamente en su gestión y enraizado localmente.

En mi opinión, el debate sobre la descentralización y sobre todo sobre la desconcentración, debería ser ante todo un debate sobre proximidad y cercanía, sobre eficacia en la atención ciudadana y en el despliegue de las políticas públicas, un debate de representatividad plural y de interpretación óptima de una sociedad cada vez más compleja. Concentrar todas las intuiciones públicas, poder económico y mediático únicamente en un solo territorio, supone constituir una "corte" uniforme alejada de otras realidades. Y no hablamos solo de la corte nacional, también de la autonómica y provincial. Dónde esté situada la corte no es lo importante. Lo importante es tener terminales suficientes para representar e interpretar el mosaico plural de nuestra sociedad, entender bien los anhelos de la España despoblada, gestionar con eficacia la sostenibilidad de la España urbana, empatizar y comprender los sentimientos y valores de realidades culturales ricas y distintas y poder así afrontar retos y conflictos.

Todo ello fue entendido antes por Alemania que tiene deslocalizada varias instituciones, o por Naciones Unidas que tras su sede de Nueva York abrió otras en Nairobi o Ginebra, por Portugal, por Sudáfrica, por la Comunidad Valenciana, Galicia, etc.

Debemos superar el ruido y propiciar debates serenos y útiles, teniendo muy presente que el sentimiento de pertenencia a una comunidad, a una familia, a un país, pasa en buena parte por sentirse acompañado, representado y comprendido, algo mucho más fácil de resolver desde la cercanía, y la pluralidad, sin dejar a nadie atrás.