Opinión

Calamares en Corea la Buena

'El juego del calamar', como pasaba con 'Parásitos' de Bong Joon-ho, son dos de los mensajes que la cultura cinematográfica de Corea del Sur está enviando por el resto del mundo capitalista. Por si no has visto ninguna de las dos, te las resumo sin destriparlas: 'El juego del calamar' es la serie de acción que triunfa en Netflix y trata de una olimpiada macabra para los fracasados de la sociedad, en general personas destruidas por las deudas. “Parásitos”, por su parte, era la historia de dos familias en los extremos de la escala social, relacionadas mediante un contrato de servidumbre, y de la absurda venganza de los pobres.

Los mensajes de estas producciones, decía, no siempre consiguen ser bien interpretados al otro lado del mapa. Dado que son de una calidad sobresaliente, los adictos a la acción y el buen cine de tinte surrealista suelen entretenerse demasiado, y no piensan suficiente. Queda oculto entonces su mensaje central, palmario y claro, o peor todavía: es traducido y adaptado, mediante la ñoña empatía occidental y su juego de falsos espejos, a los cánones del capitalismo de aquí, que poco tiene que ver con el infierno de endeudamiento familiar y esclavitud laboral autoaceptada de los países asiáticos más desarrollados, como Corea.

En mi opinión no dicen "nos pasa como a vosotros", sino "esto es lo que nos pasa a nosotros, así que id con cuidado". Porque en Corea del Sur, país que brilla entre las economías tras su milagro, en particular en oposición a su vecino del norte, es un lugar donde buena parte de la población está sometida a un ritmo de producción de riqueza donde los que buscan una vida más relajada y hedonista terminan, casi siempre, en el estercolero. Allí no se trabaja para vivir, sino que se vive para trabajar, y se paga el trabajo con la vida. Uno de los pocos libros que ha analizado sin maniqueísmo el contraste entre norte y sur es 'Diarios de Corea: Viaje a la última frontera de la guerra fría', de Bruno Galindo.

El reino de los Kim, que solía esconderse en la penumbra en tiempos del padre del actual dictador, siempre atrajo la curiosidad y las miradas de Occidente, mientras que el sur, por ser -en teoría- más parecido a nosotros, no le interesaba a nadie. Así acabamos cayendo en la trampa del dualismo y suponiendo que, por ser el norte pobre e infeliz, el sur capitalista debía ser un buen sitio para vivir. Pues bien: estas producciones son un 'NO' del tamaño de la Torre Juche.