Opinión | OPINIÓN

No lloréis, ¡organizaos!

Yolanda Díaz en el Congreso.

Yolanda Díaz en el Congreso. / EFE

 “La izquierda se reorganiza”. Este era el titular que encabezaba la portada del lanzamiento en papel de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA este pasado martes. Se refería a un acto organizado por la vicepresidenta de la Comunitat Valenciana, Mónica Oltra, que tendrá lugar en Valencia y al que están invitadas mujeres líderes de la izquierda (aunque ninguna, de momento, ni del PSOE ni de Unidas Podemos). Entre ellas, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.

Desde que el pasado mes de marzo fuera señalada por Pablo Iglesias como continuadora del proyecto de Unidas Podemos, Díaz parece haberse constituido en el referente electoral de la izquierda a la izquierda del PSOE. Además, parece hoy por hoy la más capacitada para generar ilusión entre un electorado habitualmente necesitado de motivación extra para acudir a las urnas.

Si finalmente Díaz acepta el reto de liderar una candidatura de unidad, la tarea que tendrá por delante no será fácil. Hay que tener en cuenta que “unidad” e “izquierda” suelen constituir un oxímoron en nuestro país y que las experiencias electorales más recientes han demostrado que la política no suele funcionar igual que las matemáticas. Dos más dos no siempre son cuatro: “algunas veces sí, pero otras veces son cinco. Y otras, tres. Y en ocasiones son cuatro, cinco y tres a la vez”, como señalaba el interrogador O´Brien en 1984, la novela de Orwell. Lo habitual, en política, es que sumen tres.

"Yolanda Díaz genera menor rechazo que Sánchez y Errejón entre los votantes de partidos de la derecha" 

De momento, Díaz parte de una posición favorable. Según los datos de Elemental Research —que vienen a coincidir con el resto de sondeos conocidos, incluidos los del CIS— la gestión de la vicepresidenta y ministra de Trabajo obtiene una buena evaluación no solo entre los propios votantes de Unidas Podemos, sino también entre los votantes de las otras dos formaciones de izquierda (PSOE y Más País/Compromís). De hecho, entre todos los líderes políticos nacionales, es la que logra una mejor evaluación entre su propio electorado. Y, algo importante, genera menor rechazo que Sánchez y Errejón entre los votantes de partidos de la derecha (que en todo caso, la suspenden claramente).

Pero también sabemos empíricamente que cuando alguien se postula como candidato de un partido deja de ser visto como un aliado por los votantes de otras opciones políticas afines para transformarse en un competidor. Los apoyos se tornan en críticas. A esto hay que añadir que el de Díaz no es —o no de momento— un liderazgo emergente frente a otros en declive: su buena evaluación transversal entre el votante de izquierda no es exclusiva y tanto Sánchez como Errejón son, también, bien evaluados por los electores de los tres partidos de este bloque ideológico.

En todo caso, quedan todavía algo más de dos años para la celebración de las próximas elecciones generales. Dos años luz en política. Y, entre medias, unas elecciones municipales y autonómicas que, se sabe, pueden trastocar todo el panorama político y electoral nacional actual. En el bibloquismo imperfecto que define el esquema de polarización política presente actualmente en España, todo escaño es importante. Nuestro sistema electoral penaliza la fragmentación y la dispersión del voto, como bien ha comprobado la derecha en estos últimos años. Lo pragmático no siempre coincide —es más, lo normal es que no lo haga— con lo político. Pero lo cierto, es que si la izquierda quiere repetir en el Gobierno, necesita dividirse el trabajo.

El PSOE debe retener a sus votantes para que no crucen al otro bloque (algo que hoy por hoy es más difícil por la ausencia de puentes electorales) o atraer a aquellos votantes tradicionales que en las últimas elecciones optaron por quedase en casa. Por su parte, Unidas Podemos, aunque solo parcialmente, logró una de las metas que se propuso en sus inicios: llegar al Gobierno. Ahora necesita un proyecto que vuelva a generar, si no la misma ilusión, al menos una mayor eficiencia a la hora de transformar todo voto —o el mayor número de votos posibles— en escaños.

¿Esto se logra con una candidatura única? Pues no se sabe. Pero nunca está de más recordar las últimas palabras que le escribió el líder sindicalista estadounidense Joe Hill a un compañero del sindicato antes de ser ejecutado en 1915: “No perdáis el tiempo llorando por mí, ¡organizaos!”