Judo

Niko Shera no tiene consuelo: otra vez a las puertas del bronce

El judoca hispano-georgiano, tal y como le ocurrió en los Juegos de Tokio, deja París a un paso del metal

El judoca hispano-georgiano Niko Shera, este jueves en el Campo de Marte de París.

El judoca hispano-georgiano Niko Shera, este jueves en el Campo de Marte de París. / Europa Press

Francisco Cabezas

Francisco Cabezas

La historia del hispano-georgiano Nikoloz Sherazadishvili, conocido simplemente como Niko Shera, está atada a un éxito por el que lleva toda la vida luchando. En el Campo de Marte de París quedó arrodillado sobre el tatami después de que un gigante uzbeko, Muzaffarbek Turoboyev, le arrebatara la medalla de bronce por la que aún peleaba en el último escalón de la repesca. El combate ni siquiera duró dos minutos. Shera capituló sin remedio ante dos 'waza-ari' que cayeron como una losa insoportable sobre Shera, que bajó la cabeza. En silencio. Se abrazó a su entrenador, a su ángel de la guarda, su entrenador Quino Ruiz. Es quizá quien mejor lo entienda.

Tras los Juegos Olímpicos de Tokio, destrozado por las expectativas de quien había sido campeón del mundo por dos veces (2018 y 2021), ya estuvo a punto de decir basta. De alejarse del judo. Necesitaba entender en qué había fallado, si lo había hecho en algo. Aquel llanto desesperado en Japón fue la señal de que levantarse no sería sencillo. El sufrimiento era mayúsculo. Recuperó la mente del vacío en que se encontraba. Preparó su enorme cuerpo para subir de categoría. Pero, cuando lo hizo, en diciembre de 2022 se hizo añicos la rodilla en Jerusalén. No quiso detenerse. Se puso otra vez en pie. Hasta quedar otra vez arrodillado sobre el tatami. Esta vez en París.

El bronce de Garrigós

Niko Shera era la principal baza española de un judo español que comenzó de la mejor manera estos Juegos, con el bronce de Fran Garrigós. Las esperanzas se fueron diluyendo en el resto de aspirantes (especialmente 'Tato' Mosakhlishvili, Ai Tsunoda, Laura Martínez, Ariane Toro), en los últimos escalones y con el metal a un palmo, hasta que llegó el turno a Shera. El gran reclamo. El judoca que ya debía haber reinado en los anteriores Juegos, pero que fue condenado a esperar tres años más, y subiendo de peso (de -90kg a -100kg).

Quizá nervioso, quizá con el pasado castigándole por dentro cuando más concentrado debía estar -estuvo ocho meses sin competir después de romperse el ligamento cruzado-, Shera ya no lo pasó bien en la jornada matutina. El vigente bronce mundial sobrevivió al húngaro Zsombor Veg, pero la momentánea decepción se la llevó en el combate de cuartos, con el suizo Daniel Eich. Aunque aún tenía la bala de la repesca. La que debía aprovechar. Para conseguir uno de los dos bronces en juego estaba obligado a ganar dos rivales más.

Cuando asomó el primero, el oro olímpico en Tokio, el japonés Aaron Wolf, fue sencillo advertir que la pelea sería dura. Tanto que sobrepasó los seis minutos, con los 2:47 que duró un dramático 'golden score' resuelto al final por Shera. Wolf, más pequeño que Shera, pero con la fortaleza suficiente como para escaparse hasta cinco veces del hispano-georgiano, acabó cediendo. Tras el 'ippon' sufrido, el japonés quedó tendiendo en el tatami, mirando hacia arriba, mientras Quino, el propietario del paraíso terrenal de los judocas en España, suspiraba al ver cómo su joya más preciada aún resistía.

Pero la imponente figura de Turoboyev, como el sueño de Shera, ya fue inalcanzable.