VIAJE EN EL DELOREAN

Cuando el cristal se quiebra y el corazón duele por Blondie y Sinéad: una convirtió el punk en oro de discoteca, la otra hizo del desamor un monumento al vacío

Una es hedonismo puro, la otra es devastación absoluta. Una nos hace bailar con la indiferencia de quien ya no cree en el amor. La otra nos arrastra hasta el suelo con el peso de su ausencia

Blondie

Blondie / EFE

La música es un animal extraño. A veces es puro artificio, una burbuja de neón que brilla y estalla sin dejar rastro. Otras, es un cuchillo afilado que corta directo al alma. Pero en sus mejores momentos, es ambas cosas a la vez: un golpe de luz y sombra, de hedonismo y herida, de abandono y pérdida.  

Dos canciones, separadas por once años, tomaron caminos opuestos para llegar al mismo destino: la eternidad. Una convirtió el punk en oro de discoteca, la otra hizo del desamor un monumento al vacío. Entre sintetizadores gélidos y guitarras cristalinas, entre rubias de labios rojos y miradas tristes de ojos azules, Blondie y Sinéad O’Connor firmaron dos himnos que aún resuenan como el día en que tocaron la cima del mundo.  

Ritmo de metrónomo y un corazón de cristal

Las noches en el CBGB olían a sudor, cerveza caliente y rebelión. Allí, en el epicentro de la escena punk neoyorquina, Blondie se forjaba con la fiereza de quienes saben que están a punto de cambiar las reglas. Debbie Harry era la musa de una era en la que todo estaba por inventarse: tenía el descaro de una estrella de cine clásico y el filo de una cantante de rock que había aprendido a pelear en el asfalto. Y entonces llegó "Heart of Glass".

La canción había nacido años antes, en 1975, bajo el título "Once I Had a Love", con un ritmo más cercano al reggae que al dance. Pero algo no terminaba de encajar. Blondie sabía que tenía un diamante en bruto, pero le faltaba el corte perfecto. La solución llegó en 1978, cuando los sintetizadores y las cajas de ritmo se adueñaron de la pista de baile. Con una base robótica, un bajo hipnótico y la voz de Debbie flotando como humo de cigarro en un club de Nueva York, el tema se transformó en una obra maestra del new wave con alma de música disco.  

Cuando en 1979 alcanzó el número uno en Reino Unido, la controversia no tardó en llegar. Los puristas del punk los acusaron de venderse. ¿Blondie, el grupo de la escena underground, coqueteando con la música disco, el género más comercial del momento? Debbie ni se inmutó. Su ambición estaba por encima de las etiquetas. Mientras algunos se rasgaban las vestiduras, la banda llenaba estadios y la canción se convertía en un himno que no entiende de décadas. Porque si el punk era rebeldía, lo más punk que podía hacer Blondie era bailar en la cara de todos los que les decían qué debían ser.  

La lágrima más famosa

Diez años después, el pop preparaba otro de sus momentos irrepetibles. En 1990, la música estaba abarrotada de grandes producciones, baladas empapadas en sintetizadores y voces que parecían competir por quién sostenía la nota más tiempo. Y entonces, sin previo aviso, una mujer de cabeza rapada y mirada inquietante lo silenció todo con apenas tres acordes y una voz hecha de tristeza pura.  

"Nothing Compares 2 U no era nueva".Prince la había escrito en 1985 para su proyecto The Family, pero había pasado sin pena ni gloria. No tenía aún el destino que merecía. Porque la canción no estaba esperando una voz cualquiera. Estaba esperando a Sinéad O’Connor.

La irlandesa no la cantó. La desnudó. Su interpretación no era la de alguien que recuerda un amor perdido, sino la de alguien que vive en su ausencia, atrapada en un invierno interminable. La producción era mínima, sin artificios, sin adornos. Solo ella y su vacío.  

Y luego, llegó el videoclip

Un primer plano. Nada más. Sin maquillaje, sin vestuario espectacular. Una mujer, un rostro, una emoción. Y en el minuto final, cuando la letra pronuncia las palabras fatales "All the flowers that you planted, Mama, in the backyard, all died when you went away", la lágrima. La más famosa de la historia del pop. No estaba planeada, no era un truco. Simplemente sucedió.  

El impacto fue inmediato. La canción fue número uno en Reino Unido, en Estados Unidos y en cada rincón del planeta donde alguien tenía el corazón roto. Pero Sinéad no estaba hecha para el juego de la fama. Nunca le interesó ser la estrella pop que la industria quería fabricar a partir de su éxito. Provocadora, combativa, incontrolable, pasó los siguientes años desafiando todo lo que se esperaba de ella.  Pero "Nothing Compares 2 U" no la necesitaba para seguir brillando. La canción dejó de pertenecerle solo a ella. Se convirtió en la banda sonora universal del desamor.

A simple vista, "Heart of Glass" y "Nothing Compares 2 U" no podrían ser más distintas. Una es hedonismo puro, la otra es devastación absoluta. Una nos hace bailar con la indiferencia de quien ya no cree en el amor. La otra nos arrastra hasta el suelo con el peso de su ausencia. Pero en el fondo, ambas canciones hablan de lo mismo: el amor cuando se quiebra. Blondie lo convirtió en un ritmo irresistible, en una melodía donde la indiferencia es un escudo contra el dolor. Sinéad, en cambio, hizo que doliera hasta lo insoportable, en una canción que no pide compasión, sino que nos hunde con ella.