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Cómo proteger a tu perro ante la expansión de las garrapatas

El verano cada vez llega antes y acaba yéndose más tarde. El alargamiento del periodo de altas temperaturas está siendo el cultivo ideal para que también dure más el intervalo de actividad de plagas y parásitos, entre ellos el de este artrópodo

Garrapatas

Garrapatas / Freepik

A. V.

El verano cada vez llega antes y acaba yéndose más tarde. La prolongación del periodo de altas temperaturas está siendo el cultivo ideal para que también dure más la presencia de moscas, mosquitos, cucarachas, hormigas o avispas. También de garrapatas, un artrópodo que se alimenta de sangre y cuya presencia supone importantes riesgos porque transmite varias enfermedades.

¿Cómo proteger a tu perro de las garrapatas?

El método preventivo más común es aplicarle antiparasitarios de forma regular, siguiendo las pautas que establezca el veterinario a lo largo de todo el año. Este tipo de productos actúan, o bien repeliendo los parásitos, impidiendo que se fije a la piel, o matándolos si logran picar a nuestros animales.

Además, se recomienda llevar a cabo una revisión regular de la piel de los perros: cepillarles levantando el pelo y examinando, la piel. Lo mejor es hacerlo tras un paseo por el monte o por zona de ganado o con abundancia de animales silvestres.

Es crucial prestar especial atención a aquellas partes en las que la piel del perro es más fina. Las zonas más delicadas en la que hay que detenerse son alrededor de los párpados, dentro y alrededor de las orejas, debajo del collar, detrás de las patas delanteras y también entre las patas traseras, así como entre los dedos. Finalmente, alrededor de la cola.

¿Cómo actuar si tu perro tiene una garrapata?

Cuando procedes a quitarla, si no se tiene mucha seguridad, lo más prudente es acudir a un experto, a un veterinario. Existe el riesgo de que al arrancarla quede alguna parte del arácnido en la herida y el remedio puede ser peor.

Para quitar la garrapata, con unas pinzas engancha la garrapata por la parte más cercana a la piel y tirar suavemente, pero con firmeza, hacia arriba, en el mismo ángulo con respecto a la piel que mantenga el cuerpo del parásito.

También se puede preparar una manzanilla y empapar una tela cuando ya no esté muy caliente y pasarlo por la zona en la que está el parásito.

Los expertos avisan

«Estamos viendo garrapatas en muchas zonas de España en épocas en las que no se había visto antes, desde febrero o marzo», confirma Eva Frontera, profesora de Parasitología de la Universidad de Extremadura, que indica que los inviernos cada vez más cortos y otoños más suaves hacen que «estemos viendo mosquitos o garrapatas hasta octubre o noviembre» y que los ciclos de reproducción de insectos y arácnidos sean «muchos más largos».

En principio, precisa, este año «no está siendo bueno» para esta especie, ya que «no ha llovido en primavera» y «necesitan humedad para reproducirse». Sin embargo, el cambio de patrones climáticos está haciendo no solo que estos parásitos permanezcan más meses entre nosotros (y por tanto, sus picaduras), sino también que «algunas especies que son típicas del norte de España se estén encontrando cada vez más al sur», y viceversa, aclara. Por el mismo motivo, algunas que no son propias de la península Ibérica también pueden estar asentándose en ella.

Las garrapatas blandas parasitan a las aves sobre todo. En cambio, las denominadas garrapatas duras (las que pueden afectar a los humanos) son comunes en animales salvajes como los ungulados (jabalís, ciervos o corzos), los pequeños carnívoros (como el zorro) o los roedores. Y es así como este pequeño animal se desplaza de unas zonas a otras, mordiéndose y aferrándose a los huéspedes, cuya proliferación está facilitando también la de sus parásitos. 

«Cada vez tenemos más animales silvestres como jabalís en las zonas periurbanas», lo que supone un riesgo creciente «para la salud pública, porque están trayendo garrapatas que sobreviven gracias a estas especies cinegéticas», indica esta doctora en Veterinaria.

Las garrapatas son un vector para la transmisión de enfermedades como la Fiebre Hemorrágica de Crimea-Congo, la de Lyme, la babesiosis o la tularemia, si bien no todas las especies de este hematófago tienen capacidad para contagiarlas, matiza Frontera.