ALIMENTACIÓN

Cinco gestos para que tu dieta sea más sostenible

Consumir productos de proximidad, menos cárnicos y más verduras son algunas de las claves para llevar una vida saludable a la vez que ayudamos a conservar el medioambiente

Mayor consumo de verduras y legumbres frente a la carne roja, clave para llevar una dieta más sostenible.

Mayor consumo de verduras y legumbres frente a la carne roja, clave para llevar una dieta más sostenible. / 123RF

J.M.C.

Alimentarse bien y cuidar el medioambiente a la vez es posible. Proteger la biodiversidad y los ecosistemas es compatible con nutrirse de forma adecuada. Y para ello uno no tiene, necesariamente, que rascarse más el bolsillo. Este es el objeto de las dietas sostenibles, definidas por la FAO como "aquellas que generan un impacto ambiental reducido y que contribuyen a la seguridad alimentaria y nutricional, que buscan que las generaciones actuales y futuras lleven una vida saludable".

Con pequeños gestos podemos hacernos más sostenibles a la hora de comer. De esta forma, además de respetar los ecosistemas, podemos nutrirnos de manera adecuada y saludable mientras optimizamos los recursos naturales y humanos. ¿Qué pequeños cambios en nuestras costumbres alimentarias podemos tomar para que nuestra dieta sea más sostenible?

Más legumbres, frutas y verduras

El primer paso es simple: come más fruta y verdura. Cinco piezas al día (o 400 gramos, como recomienda la OMS). Y también legumbres, añadimos. Todos lo hemos escuchado en casa, sobre todo de jóvenes. Son la mejor opción para nuestra salud y una buena manera de alimentarnos con el mínimo impacto ambiental, sobre todo si son de cercanía y de temporada (hablaremos de esto más adelante). A la hora de hacer la compra, deberíamos evitar comprar gran cantidad de productos que requieran refrigeración, pues podrían ponerse malos antes.

Berenjenas, calabacines, manzanas, lentejas, garbanzos... Las dietas con una gran cantidad de frutas, verduras y legumbres son ricas en fibra, necesaria por la energía que aporta, además de ayudar al tránsito intestinal y saciar el hambre. Además, su bajo contenido en grasas saturadas ayuda a controlar los problemas de corazón.

Frutas y verduras a la venta en un mercado.

Frutas y verduras a la venta en un mercado. /

Reducir el consumo de carne (sobre todo roja)

Si por un lado deberíamos aumentar el consumo de frutas y verduras, su contraparte es reducir el consumo de productos cárnicos. No es una moda caprichosa, sino una realidad ambiental: la producción de carne tiene un impacto mucho mayor que el de vegetales o cereales. Uso del agua, utilización de terrenos, gasto de vegetales para alimentar a los animales... Preocupa principalmente la producción vacuna, pero no es la única. Según un estudio de World Animal Protection, reducir a la mitad el consumo de pollo y cerdo equivaldría a eliminar 45 millones de coches de la carretera durante un año.

La ganadería intensiva aumenta el gasto energético, mientras que la extensiva ocupa terrenos que podrían ser utilizados para cultivos. El pasado julio, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) renovó sus recomendaciones para mantener una dieta sostenible, en las que redujo el número máximo de consumo cárnico a tres raciones por semana (preferiblemente blanca, como el conejo o el pollo). No consiste en hacerse vegano ni vegetariano, simplemente se trata de reducir el consumo excesivo. Nuestro cuerpo (y nuestro planeta) lo agradecerá.

Productos de proximidad y de temporada

Otro gesto clave para reducir el impacto ambiental de nuestra comida es planificar la compra y fijarnos en las etiquetas. No es lo mismo consumir naranjas de Valencia que de Sudáfrica. Adquirir productos locales reduce la huella ambiental que deja la producción de alimentos, debido principalmente al gasto que supone el transporte. Además, estos alimentos suelen estar más frescos y, por tanto, estarán más sabrosos.

Pero, ¿qué hacer si no hay determinado producto en una época del año? No solo es recomendable comprar de proximidad, sino que también deberíamos fijarnos en la temporada en la que se cultiva, en el caso de vegetales. Para ayudarnos a conocer cuáles son los alimentos que mejor están en una determinada época del año, el Ministerio de Consumo publica en sus redes sociales un listado con las frutas y verduras recomendadas. Bajo el hashtag #ComerDeTemporada, podemos encontrar una recopilación mensual de los productos frescos que mejor se adecuan a cada momento.

En cuanto a los alimentos que vengan de otro lugar, como ocurre con el cacao o el café, se recomienda consultar las etiquetas para que sean de comercio justo y ecológicos, una manera de recompensar económicamente a los productores, normalmente procedentes de países pobres. Así aseguramos una mayor equidad en el comercio internacional y contribuimos al desarrollo sostenible.

Reaprovechar para evitar desperdicios

Según estimaciones de la FAO, un tercio de los productos preparados para consumir se tira a la basura. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación asegura que cada español desperdició más de 28 kilos de comida en 2021. Pese al paulatino descenso en la cantidad de desechos eliminada, aún sigue siendo una cifra elevada, sobre todo teniendo en cuenta que miles de personas mueren de hambre al día en todo el mundo. Estos alimentos no consumidos terminan en contenedores, cuya reutilización es nula. La huella ambiental y social se queda, aunque el producto no haya sido consumido.

Queda claro que tirar comida no es sostenible, pero ¿qué hacer si nos sobra comida? No se trataría tanto reutilizar sino reaprovechar los alimentos no consumidos. Si sobra algo, lo mejor es guardarlo para otro día y consumirlo de igual manera, para lo que sería recomendable congelarla y así evitar que se ponga mala. También se puede practicar la cocina de aprovechamiento, lo que suele hacerse en el mundo de la hostelería: aprovechar los productos y no comprar más hasta que consumamos gran parte del que tenemos.

Frescos, mucho mejor que procesados

Por último, debemos saber que una alimentación sostenible también se impulsa con el consumo de productos frescos, desechando los procesados y envasados. Por varios motivos. Los productos ya cocinados suelen llevar numerosos componentes para mantener sus propiedades de salubridad más tiempo, esto es, retrasar la fecha de caducidad para alargar la vida útil del alimento. En los frescos, el origen del producto está más cercano y los componentes son más conocidos.

Además, es importante evitar el envasado extremo de los alimentos para no consumir más plástico del necesario, que termina por contaminar nuestros mares. Si los materiales del paquete no son reciclables, aumenta nuestra huella ecológica, por lo que es recomendable optar por materiales biodegradables, así como priorizar las compras a granel en el caso de que sea posible.