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Manuel Mesa, 35 años como camarero en el Café Gijón de Madrid: "He aprendido a escuchar y a callar"

Manuel Mesa, camarero del Café Gijón durante 35 años, junto al cantante C. Tangana.

Manuel Mesa, camarero del Café Gijón durante 35 años, junto al cantante C. Tangana.

Se jubila, tras más de 36 años en el Gijón, templo mítico de las tertulias del Madrid del siglo pasado, en el que hoy permanece alguna. Se va satisfecho, y deja la bandeja por los pinceles. Ya colaboró pintando en una revista que se hizo en el Café. Dice que hay que disfrutar, que la vida se pasa enseguida. -¿Qué ha aprendido, tras siete lustros de camarero en el Café Gijón? -A callar. A escuchar y a callar.

-Pregunta: ”Aquí vendió tabaco y vio pasar la vida Alfonso, cerillero y anarquista”. Es la placa de uno de los personajes más emblemáticos del Café Gijón. ¿Qué tendría que poner en su placa?

Respuesta: No, yo placa no. Yo con dejar un buen recuerdo… Creo que como trabajador, como camarero, he sido un buen compañero y me he portado bien con la empresa. También con el público. El público es sagrado.

-El cuerpo de casa del Gijón ha sido fundamental. Además de Alfonso, el camarero Pepe Bárcena, al que llamaron “escritor con bandeja”. Ahora se va usted. ¿Esto no pierde solera?

No. Los compañeros siguen la tradición. Hay que renovarse. Y queda gente muy válida.

-¿El Café Gijón es más literatura o más farándula?

Yo creo que es más literatura. Claro que estuvo la tertulia de los cómicos, que la llamaban también la tertulia de Manuel Vicent, uno de los fundadores, que era famosísima, en la que estaban Manuel Alexandre, Álvaro de Luna, Antonio Gamero, Paco Rabal, Sancho Gracia…

-Y al lugar donde estamos, el comedor de abajo, le llaman La Cripta Embrujada. ¿Ha visto aquí mucho akelarre o mucho fantasma?

No, que yo sepa, no [ríe]. Bárcena sí contaba una historia de un mantel en el que salió un dibujo cuando terminaron de comer, un dibujo que apareció solo.

-Dice que a veces escucha sin querer las conversaciones de los clientes. Sin querer, sin querer… ¿Nunca pega la oreja?

Con interés, no. Lo que pasa es que vas sirviendo y hay muchas conversaciones que sin querer las oyes. Recuerdo una de Tina Sáinz, Natalia Figueroa y una amiga suya que trabajaba en Cope, estaba en la tertulia de Marujita Díaz y ha muerto hace poco. Hablaban -hace veinte años- de que la juventud no era tan comprometida como la de su época, en la que lucharon. Y decían: Ahora por un botellón salen a manifestarse, no como nosotras, que hemos corrido delante de los grises, hemos hecho todo lo que había que hacer y por hacer y hasta ser…[ ahí baja la voz y pide que no ponga la palabra].

-Pues eso ahora está bastante normalizado en ambos sexos. No escandaliza a nadie.

Pero no quiero… Lo estaban hablando entre ellas.

-Tendrá mil anécdotas.

Una muy graciosa fue con Alfonso. A las cinco de la tarde, cuando se terminaba de dar el servicio, le gustaba darse una vuelta con Joaquín Sabina por la calle Almirante, el Gades y varios bares. Un día vino un poquillo pasao, fue a sentarse en su banqueta, calculó mal y se resbaló. Entonces se le volcaron las cajas de puros vacías donde ponía las monedas y los camareros empezamos a recogérselas. Y nos dijo: Seréis cabrones, que en lugar de ayudarme a levantarme lo que estáis es recogiendo el dinero.

Yo tuve mucha amistad con Rafael Morales. Luego, con Arturo Pérez-Reverte, que es un tío muy cercano, bastante amable. Con Manuel Alexandre, que era encantador. O Juan Pérez Creus, otra persona muy maja; y José Manuel Cervino. Luego hay clientes que llevan sesenta años viniendo, como don Miguel Ángel Ruiz de Azúa"

-¿Con quién alcanzó más confianza?

Yo tuve mucha amistad con Rafael Morales. Luego, con Arturo Pérez-Reverte, que es un tío muy cercano, bastante amable. Con Manuel Alexandre, que era encantador. O Juan Pérez Creus, otra persona muy maja; y José Manuel Cervino. Luego hay clientes que llevan sesenta años viniendo, como don Miguel Ángel Ruiz de Azúa.

-¿Quién era el más borde?

Luego realmente no era borde, era seco, un poco seco hablando: Fernando Fernán Gómez. Tenía ese carácter un poquillo irascible. Umbral también era un poco seco.

-¿Y el más rata?

Rata… A ver. Tacaño, no. Pero aquí Perico Beltrán no ha pagado un café en la vida. Guionista, íntimo amigo de Fernán Gómez, era un bohemio encantador. Si no le invitaba la casa le invitaban los amigos. Y en las tapas había que ponerle ración doble. Cultísimo, inteligentísimo. Pero no llevaba dinero nunca.

-¿Siguen siendo aquí ustedes, los camareros, una sucursal del Banco de España?

Jejeje. Eso, que yo sepa, eran Alfonso y Manolo Luna. Los pintores en aquella época estaban un poquillo caninos, y alguno le decía a Manolo que iba a venir un marchante y que quería invitarle a comer. Luna pagaba, pero creo que se hizo con una colección de cuadros impresionante. Y a Alfonso, cuando se hacían las timbas en la casa del pintor Pepe Díaz, bajaban a pedirle dinero prestado.

-¿A usted no le ha tocado aflojar con algún cliente?

No ha surgido. Pero no tendría problema, siempre que sea conocido o de confianza.

-¿Qué ha aprendido, tras siete lustros en el Gijón?

A callar. A escuchar y a callar. Sí, se escuchan cosas. Y quieras que no, si estás sirviendo una sopa hay que ir cazo a cazo, y la gente está hablando. Y no es que quieras poner el oído. Pero o te pones tapones o no te queda otro remedio.

Yo creo que antes había más gracia, había otro arte. Ahora la gente llega, se sienta y a lo mejor no te hace ni caso, porque está con el móvil y punto"

-¿Y ahora, que usted haya percibido mientras sirve la sopa, se cortan los mismos trajes que hace veinte o treinta años?

Yo creo que antes había más gracia, había otro arte. Ahora la gente llega, se sienta y a lo mejor no te hace ni caso, porque está con el móvil y punto. Rafael Morales me contaba que Leopoldo Alas, Clarín, y Ramón María del Valle-Inclán se llevaban a matar. Y un día Clarín se enfadó tanto que dejó a Valle una nota en la mesa que decía: “Como tengo alas y puedo volar, en el valle me voy a cagar”. Antes eran más directos. Ahora mismo los trajes se los mandan con el móvil por whatsapp, y ni te enteras tú ni me entero yo.