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¿Qué es el reposo activo? Razones para practicarlo

Mantenernos en movimiento y no parar completamente la actividad física entre días de entrenamiento ayuda a evitar lesiones

Correr en la playa

Correr en la playa / Shutterstock

J.M.C.

Hacer ejercicio es bueno para la salud, pero sobreentrenar puede ser tan negativo como llevar una vida sedentaria. Después de varias jornadas seguidas de actividad intensa, nuestro cuerpo nos pide parar. Cuando nos encontramos agotados, lo primero que nos viene a la cabeza es tumbarnos en la cama o en el sofá y no hacer nada en todo el día. ¡Error! El día de descanso no tiene por qué implicar el estar completamente parados, sino que podemos realizar otras actividades que nos ayuden a mantenernos activos sin machacar los músculos. Si queremos evitar la fatiga muscular después de una dura jornada de ejercicio, no hay nada mejor que el reposo activo.

¿En qué consiste eso? Según la Federación Española de Actividades Dirigidas y Fitness (FEDA), el descanso o reposo activo implica, simple y llanamente, ejercitarnos mientras descansamos. Algo tan sencillo como mantenernos en movimiento y no parar completamente la actividad entre días de entrenamiento. Eso sí, el ejercicio que hacemos estas jornadas de reposo es de una intensidad muy inferior al que realizamos realizamos cuando hacemos ejercicio normal.

Los ejercicios suaves que propone el yoga son la mejor opción para los días de reposo activo. Te ayudan a controlar la respiración, estirar el cuerpo y fortalecer los músculos sin necesidad de forzarlos. Al mezclar trabajo muscular y articular, nos permite mantenernos activos a la vez que ejercitamos ciertas partes de nuestro organismo en las que no solemos reparar. Además, nos ayuda a conectar cuerpo y mente, para aliviar la tensión superficial y relajarnos.

Caminar una hora, realizar una carrera corta y sin forzar, nadar unos largos a baja intensidad o dar un paseo en bicicleta son otras actividades que podemos hacer para poner en práctica el reposo activo, siempre teniendo en cuenta nuestras capacidades. Si eres capaz de continuar ejercitándote, puedes realizar algunas actividades más exigentes, pero siempre reduciendo la frecuencia de la actividad física o disminuyendo el peso cargado para que las articulaciones descansen.

¿Por qué debemos practicarlo?

Son múltiples los beneficios del reposo activo frente al descanso total. Al realizar algo de ejercicio de baja intensidad, conseguimos aumentar el riego sanguíneo y oxigenar mejor los músculos, lo que facilita la recuperación, evita que quedemos agarrotados y reduce el riesgo de sufrir lesiones o sobrecargas musculares. Nos permite también no romper el ritmo de trabajo y mantener nuestra condición física.

Además, conseguimos segregar una mayor cantidad de hormonas anabólicas y reducimos la concentración de ácido láctico, repercutiendo en la mejora del bienestar corporal. De igual manera, nos ayuda a reducir el estrés y la presión excesiva que envuelve al ejercicio de alta intensidad. Así, después de un día de entrenamiento intenso en el que hemos exigido lo máximo a nuestro cuerpo, siempre será mejor el reposo activo que el descanso pasivo (salvo que estemos lesionados).