Opinión | MUNDIAL DE QATAR

Los estoicos, ¿la escuela correcta?

Que un líder deportivo abrace la filosofía es digno de encomio. Más dudoso es que haya encontrado refugio en unas ideas algo lúgubres y que parecen conducir hacia la resignación. ¿Es esa la actitud correcta para ganar un Mundial?

Luis Enrique, en el partido ante Alemania.

Luis Enrique, en el partido ante Alemania. / REUTERS/Carl Recine

Ni las peroratas de Valdano, ni las ideas en torno a la pelota de Sartre. El encuentro más brillante entre fútbol y filosofía nos lo regaló el inolvidable ‘Partido de los filósofos’ de los Monty Python, aquel sketch en el que unas muy reflexivas selecciones de Grecia y Alemania se enfrentaban sobre el terreno de juego en una final más emocionante que una hoguera de 'La isla de las tentaciones'.

En el lado griego, un dream team del pensamiento antiguo con Platón en la portería, Aristóteles distribuyendo juego y Sócrates (el ateniense, no el brasileño) ubicado en la punta. Frente a ellos, lo más granado de esos cerebros germánicos que dejaron su huella en Europa desde el siglo XVIII en adelante. Una alineación irrepetible que situaba atrás a Kant y a Hegel y que tenía como arietes a Nietzsche y a Heidegger, con un sorprendente Beckenbauer (sí, él) en el centro del campo y Karl Marx, barrigón en ristre, calentando en la banda. Al silbato, un Confucio que no pasaba ni una.

Por si no han visto esta joya de los cómicos británicos, solo desvelaremos que en aquella ocasión la locomotora alemana y sus tifossi de la troika lo tuvieron más difícil con los irreductibles griegos que hace unos años con el tema de la deuda y el rescate. 

En la línea defensiva de aquella escuadra equipada con relucientes túnicas atenienses figuraba también un hombre discreto: Epicteto, quizá el más articulado de los pensadores estoicos, la corriente filosófica que Luis Enrique ha abrazado con entusiasmo y de la que habla en casi cada uno de los ‘Aló seleccionador’ que viene despachando diariamente por Twitch.

Entre citas de Séneca y Marco Aurelio, otros dos insignes miembros de aquella escuela, el asturiano va desgranando en sus streamings los rudimentos de una filosofía que se basa en renunciar a las pasiones, en la importancia de la paciencia y el autocontrol y en no desear nada que no dependa de uno mismo. ‘Sustine et abstine’ (“soporta y renuncia”) es el latinajo que se atribuye al pobre Epicteto, esclavo en Roma, y que se considera la máxima del estoicismo. Una escuela “sufrida” si se la compara con el hedonismo (que no la frivolidad, cuidado) que se suele atribuir a sus rivales, los epicúreos. 

Todo parece indicar, además, que Luis Enrique ha llegado a este corpus filosófico a través de Víctor Frankl, un célebre psicólogo que logró sobrevivir al Holocausto pero que perdió a toda su familia en los campos de concentración. Nada más salir de aquel infierno, Frankl publicó un libro, El hombre en busca de sentido, que fue cincelando en diferentes ediciones hasta que se acabó convirtiendo en un eterno best seller: Todavía hoy está entre los 10 libros de no ficción más vendidos en España y es ahora mismo el título (esto se lo debemos al seleccionador y su Twitch) “más deseado” en Amazon.

En sus páginas, esa teoría ya bien conocida de que toda vida es digna de ser vivida y que, si se mantiene la fe en uno mismo, cualquier dificultad puede ser superada. O dicho de otra manera: que si usted se hunde y no sale adelante ante una tragedia, el problema lo tiene usted, y no la tragedia. No en vano, a Frankl se le considera el padre del pensamiento positivo y de la autoayuda. 

Que un líder deportivo abrace la filosofía es digno de encomio. Más dudoso es que haya encontrado refugio en unas ideas algo lúgubres y que parecen conducir hacia la resignación. ¿Es esa la actitud correcta para ganar un Mundial? Porque resulta tentador pensar que la única vez que lo conseguimos, en Sudáfrica, éramos todo alegría y más bien epicúreos, seleccionador y selección incluida. Y ahí está el peligro: en que a ver si nos vamos a haber confundido de griegos.