Opinión | MUNDIAL DE QATAR

Un empate necesario para el estoicismo de Luis Enrique

Tras competir contra sí misma frente a Costa Rica, la igualada contra Alemania inauguró el Mundial para España, que finiquita los 'streamings' de ropa interior e inicia los discursos de uniforme para asegurar la clasificación.

Luis Enrique, seleccionador español, durante un instante del partido frente a Alemania.

Luis Enrique, seleccionador español, durante un instante del partido frente a Alemania. / JUANJO MARTÍN / EFE

Está la centralita de los diferentes Dioses colapsada estos días, con decenas de jugadores y miles de seguidores pidiendo que atiendan lo suyo. Los aficionados de Arabia Saudí solicitaron el apoyo de su deidad contra Polonia, pero Szczesny creyó más y tiró por la borda su esfuerzo procesional. Argentina apeló a Messi, el enviado de 'D1OS', para salvarse de la tragedia. Los jugadores de Marruecos se echaron al suelo para orar después de tumbar a Bélgica.

En España la fe es un producto interior. Algo que se trabaja desde el aula y no desde la oración. Luis Enrique ha querido que sea así en una generación donde ya dominan los que no han hecho la primera comunión. Esto no provoca que los jugadores sean unos descreídos. Al revés, aprenden a no delegar en ninguna fuerza exterior su propio destino. Pero para desarrollar el estoicismo que tanto admira Lucho es necesario sufrir y sentirse inferior en sus propias señas de identidad, como la salida de balón.

Por eso el empate contra Alemania, que obligará a no tomarse la última jornada como un paseo, era un trámite necesario. Ser libre tiene sus riesgos. Conlleva tener muy controlado el suelo que se pisa. "No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho", explicaba Séneca, uno de los nombres que resuenan en las cabezas de los discípulos de un seleccionador que aparcará su versión de influencer para retomar abiertamente el rol de motivador.

Desde sus primeros tiempos con la selección, ha pedido a jugadores como Morata que no se dejen llevar por las opiniones y sí por los hechos, tal y como recordaba Marco Aurelio. El ariete de España, algo que son palabras mayores, aplicó el método científico del gol e invisibilizó por un partido los comentarios que llegaron al acoso profesional y personal. Fue el cambio que funcionó, a diferencia de Nico Williams, preparado para el contragolpe o el de Koke, encargado de la gestión del balón. Aunque todos tuvieron sentido. Ansu sigue sin participar, pero su talento sigue siendo imprescindible para romper la racionalidad.

En un Mundial donde las previsiones se han desquiciado, cada partido requiere una gestión propia. Flick, desde su 'bunkerizada' atalaya, a 100 kilómetros de Doha, preparó una jaula para Gavi y Pedri, los arcángeles españoles, con Kimmich y Goretzka por detrás, además de Gnabry y Musiala -uno de esos jugadores que borran el agnosticismo-, que les cortaron el paso por delante. Un eficaz modo de controlar la euforia desatada tras el atropello a Costa Rica.

La selección ha demostrado hasta el momento que tiene capacidad para convertir el fútbol en un estado de ánimo controlado, donde el compañerismo sobresale por encima de las individualidades. Pero llegarán los problemas en un torneo que es demasiado largo como para ir en línea recta. Aún menos con ese calendario pretencioso de los siete partidos, como si la final fuera un proceso irreversible. Tras el paseo inicial, España aterrizó ante Alemania en el Mundial. El empate es necesario para Luis Enrique, porque ahuyenta los atajos de los cruces para evitar a Brasil. Se acabaron los 'streamings' de ropa interior y empiezan los discursos de uniforme.