LOS OTROS MUNDIALISTAS (II): ITALIA ’34

Planicka, el portero checoslovaco que evitó una tragedia

La leyenda cuenta que este cancerbero se dejó marcar ante Italia en la final del 34 para evitar que Mussolini cumpliera sus amenazas sobre los jugadores 'azzurri' si estos no ganaban el torneo

Planicka, el portero checoslovaco que evitó una tragedia.

Planicka, el portero checoslovaco que evitó una tragedia.

Juanjo Talavante

Juanjo Talavante

El de Frantisek Planicka es uno de esos nombres que entran de lleno en la romantización del fútbol. Este checoslovaco nacido en Praga en 1904 fue un portero sobrio que solía vestir el característico jersey de cuello alto de las primeras décadas del siglo XX popularizado en el fútbol español por Ricardo Zamora. Sus grandes reflejos y enorme agilidad le hicieron ganarse el apodo de ‘El gato de Praga’.

Alrededor de la figura de Planicka se han erigido leyendas, historias difíciles de contrastar por falta de documentos, pero nadie puede negarle un sitio entre los grandes de la historia. La IFFHS (Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol) lo considera el noveno mejor cancerbero del siglo XX.

Comenzó jugando al fútbol en equipos modestos, hasta que en 1923 fichó por el Slavia de Praga, en el que permaneció 13 temporadas, logrando ocho ligas checas, seis copas de Bohemia y una Copa Mitropa (Copa de la Europa Central).

El primero de sus 73 partidos defendiendo la portería de la selección checoslovaca tuvo lugar el 17 de enero de 1926 en un amistoso ante Italia. Precisamente, el rival que se encontraría en la final del Mundial de 1934. Los italianos eran los anfitriones del torneo y soportaban la presión de jugar ante Benito Mussolini, el dictador que quería aprovechar una victoria en el Mundial para proyectarlo como éxito de su régimen fascista.

Se cuenta que ‘Il Duce’ se dirigió a la escuadra italiana para exigirle el triunfo con un escalofriante “Vencer o morir”. Los azzurri lo intentaron todo, pero Planicka deshizo todas las oportunidades y se llegó al descanso sin goles. De nuevo, algunas fuentes recogen que Mussolini, irritado y frustrado, hizo llegar un nuevo mensaje amenazante, esta vez al seleccionador italiano, Vittorio Pozzo. Por eso, cuando los checoslovacos se adelantaron en el marcador con un gol de Puc en el minuto 71, no solo enmudeció el Estadio Nacional de Roma, repleto con 55.000 espectadores, sino que Pozzo temió por su vida. Sin embargo, el nacionalizado Orsi lograría el empate en el minuto 81 y ya en la prolongación un chut de Schiavio daría el triunfo a los italianos. Con ese tanto nació otra leyenda, que da por hecho que Planicka, consciente de que la vida de los italianos corría peligro por las amenazas del Duce, no hizo todo lo posible para detener ese lanzamiento.

Aquel error no le impidió volver a disputar el siguiente Mundial, que se celebró en Francia cuatro años más tarde, siendo nombrado mejor portero del campeonato. Allí, en los cuartos de final, ante Brasil, en la que se llamó ‘La batalla de Burdeos’ por la dureza con la que se emplearon los jugadores sudamericanos, el meta checo acabó el partido con uno de sus brazos y su clavícula seriamente dañados. Checoslovaquia cayó eliminada en aquel partido y Planicka decidió retirarse del fútbol. Tenía 34 años. Muchos años después, en 1985, la UNESCO le otorgó un premió en reconocimiento a la deportividad de toda su carrera.

Se dice que a su muerte, en 1996, los descendientes de Planicka hallaron en casa de este una caja en la que estaba la medalla de oro que se entregó a los ganadores del Mundial de 1934 y una carta firmada por Schiavio, el delantero italiano que le marcó el segundo gol en aquella final, en la que se leía: “Gracias, nos has salvado la vida”. De ser esto cierto, su trayectoria deportiva podría resumirse con una paradoja: “Planicka fue el portero que encajó un gol ante Italia, pero paró a Mussolini”.