La batalla contra la inflación es global: los bancos centrales, cada vez más sincronizados

 Si durante la pandemia los bancos centrales de las economías avanzadas y emergentes pusieron sobre la mesa medidas sin precedentes para intentar suavizar el impacto del parón económico, ahora con la inflación en máximos de varias décadas en muchos países y con presiones que van más allá de los precios de los alimentos y la energía, los responsables de política monetaria han girado hacia una postura más estricta.

De acuerdo con un análisis de realizado por los economistas del Fondo Monetaria Internacional (FMI) Tobias Adrian y Fabio Natalucci, los primeros en moverse fueron los bancos centrales de muchos mercados emergentes, que empezaron a subir los tipos de forma proactiva a principios del año pasado.

Sus homólogos de las economías avanzadas les siguieron a partir de los últimos meses de 2021 y el comienzo de 2022: el Banco de Inglaterra actuó por primera vez en diciembre del año pasado y la Reserva Federal estadounidense esperó hasta marzo de este año, mientras que el Banco Central Europeo (BCE) fue uno de los que más tardó, esperando hasta junio.

“El ciclo de política monetaria está ahora cada vez más sincronizado en todo el mundo”, explican los economistas del FMI. “Es importante destacar que el ritmo de endurecimiento se está acelerando en varios países, especialmente en las economías avanzadas, tanto en términos de frecuencia como de magnitud de las subidas de tipos”. Asimismo, algunos bancos centrales han comenzado a reducir el tamaño de sus balances, avanzando hacia la normalización de la política.

La estabilidad de los precios es un requisito esencial para el crecimiento económico sostenido. Con los riesgos para las perspectivas de inflación inclinados al alza, “los bancos centrales deben seguir normalizando para evitar que las presiones inflacionistas se afiancen”. “Deben actuar con decisión para devolver la inflación a su objetivo, evitando un desanclaje de las expectativas de inflación que dañaría la credibilidad construida en las últimas décadas”, apunta el FMI.

Si bien la política monetaria “no puede resolver los cuellos de botella que siguen existiendo en las cadenas de suministro mundiales ni las perturbaciones en los mercados de materias primas debidas a la guerra de Ucrania”, reconocen los autores, sí que puede “frenar la demanda global para hacer frente a las presiones inflacionistas relacionadas con la demanda, por lo que el objetivo es un endurecimiento de las condiciones financieras”.

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La gran incertidumbre que envuelve las perspectivas económicas y de inflación dificulta la capacidad de los bancos centrales para ofrecer una orientación sencilla sobre la futura trayectoria de la política económica. Pero una “comunicación clara” por parte de los bancos centrales sobre la necesidad de endurecer más la política y las medidas necesarias para controlar la inflación “es crucial para preservar la credibilidad”.

“La comunicación clara también es fundamental para evitar un endurecimiento brusco y desordenado de las condiciones financieras que podría interactuar con las vulnerabilidades financieras existentes y amplificarlas, poniendo en riesgo el crecimiento económico y la estabilidad financiera en el futuro”, concluyen los analistas.