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FIN DE ESTE INSTRUMENTO DE INVERSIÓN

Las sicav mueren, víctimas de un bulo que jamás pudieron combatir

El falso mito de que sus inversores eluden impuestos, al pagar sólo un 1%, es una mentira que, a fuerza de repetirla una y otra vez, ha acabado con ellas

Sede corporativa de la CNMV en Madrid.

Sede corporativa de la CNMV en Madrid.

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Estrategias de Inversión

Sigue siendo impactante ver el listado de liquidaciones de Sociedades de Inversión de Capital Variable (Sicav) en la CNMV. Decenas y decenas. Algunas ilustres. Esta semana, sin ir más lejos quedaba certificada la liquidación de Breixo, el vehículo de Sandra Ortega, hija de Amancio y últimamente en el candelero por su litigio a cuenta de su inversión en la cadena de hoteles Room Mate. Las Sicav mueren víctimas de un falso mito: sus inversores eluden impuestos, al pagar sólo un 1%. Una mentira que, a fuerza de repetirla una y otra vez, ha acabado con ellas. La historia de las Sicav daría para una serie de Netflix.

Por ello, siempre ha estado en el ojo del huracán, y la izquierda más radical ha hecho de ellas causa personal. Al final, mueren por la nueva legislación, que no permite tener menos de 100 inversores reales ni tampoco ninguno que tenga un porcentaje de capital demasiado alto. De esta manera, sintiéndose claramente amenazadas, han terminado por disolverse en masa. Acabarán quedando un puñado.

Las Sicav es un instrumento de inversión colectiva que, como tal, tributa bajo el modelo de incremento de patrimonio, es decir, su inversor sólo paga en el momento de retirar su inversión, ya sea en poco tiempo o en muchos años. Al hacerlo, se le aplican los tipos sobre plusvalías establecidos, que actualmente rondan entre el 19% y el 23%, en función de los importes. Si hay pérdidas, no se tributa. Ocurre así en Sicavs y fondos de inversión. Además, ambos instrumentos sufren un tipo especial de sociedades mini reducido, del 1%. Ese tipo de sociedades es el quid de la cuestión.

La aplicación de un impuesto de sociedades a una sociedad financiera en una decisión discutible. La asociación de gestora Inverco ha defendido siempre su eliminación, ya que no puede considerarse un fondo o una Sicav una empresa y ambos pertenecen a una gestora registrada en la CNMV, con capital social y entidad propia. Gestora que paga su impuesto de sociedades con normalidad. Es decir, se puede hablar incluso de doble imposición.

Por tanto, Amancio Ortega y el inversor más modesto de un fondo de inversión del banco más pequeño, tienen la misma fiscalidad: retención sobre plusvalías en el momento del reembolso y 1% de sociedades. Es e 1% se detrae de la rentabilidad. Para Amancio Ortega y para el inversor más pequeño.

ALUVIÓN DE INFORMACIONES

Hay más: las Sicav cotizaban en la Bolsa y se declararon abiertas a todos los inversores. Es decir, cualquier persona podía tomar posiciones en la Sicav más selecta del mercado, si se molestaba en hacerlo.

Eran el instrumento financiero más transparente del mundo, ya que en casi todas ellas se sabía quiénes eran los inversores principales de las mismas. Fue común que los medios de comunicación diéramos un gran seguimiento a sociedades de financieros, futbolistas, políticos, famosos…

Ese aluvión de informaciones provocó una investigación de la Inspección de Hacienda, cuya principal alegación se basó en la existencia de inversores ficticios o ‘mariachis’. España es el único mercado que establece un número mínimo para la consideración de ‘inversión colectiva’.

En su día, hubo denuncias sobre reducciones de capital que eran reembolsos camuflados. Pero esa operativa era una auténtica llamada a Hacienda, ya que quedaban registradas en la CNMV. El fisco sólo debía examinarlas y ver si la sociedad estaba realmente en pérdidas para afrontar esa reducción o era un reembolso. La tarea más fácil del mundo, ya que esos archivos eran públicos. Aun así, se acabó prohibiendo la reducción de capital en las Sicav.

GRAN AUGE EN LOS 90

Las Sicav, con anterioridad, se llamaban Simcav. El cambio de denominación provocó confusión con las Sicav luxemburguesas, que eran vehículos donde registrar varios fondos de inversión comunes de una misma entidad. Cuando se supo que los eurodiputados tenían sus pensiones en “una Sicav”, es decir, en un fondo de inversión en Luxemburgo, hubo diputados de izquierdas que dimitieron, al confundir un fondo común europeo con “un instrumento de ricos que no paga impuestos”.

Las Sicav, que datan de los años 60, tuvieron un gran auge a finales de los 90. Fueron un instrumento muy útil para albergar en España dinero de grandes operaciones. La de Alicia Koplowitz se fundó con el capital de la venta de su participación en FCC. La de Amancio Ortega, con el dinero de la salida a Bolsa de Inditex, al igual que las de la familia de Del Pino con Ferrovial. La de Antonio Asensio, con la venta de su paquete en Antena 3. La de Polanco, con la colocación de Prisa. Etcétera.

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En su día, tener una Sicav era señal de status social. En pleno boom inmobiliario, los constructores presumían de tenerlas y sus titulares no escondían sus nombres en el consejo de administración de las mismas. Había competición no escrita para disponer de la mayor. Las bancas privadas las concedían a crédito y mucho nuevo rico se encontró que, cuando cayeron los mercados, encima debían darle más dinero al banco para reponer garantías.

El bulo del 1% se intentó desmentir por activa y por pasiva… hasta que la industria tiró la toalla. Por cada documento profundo que se emitía, surgían decenas de tertulias televisivas y debates parlamentarios en los que se señalaba a las Sicav como vehículos de elusión fiscal. Nada más falso: eran los productos más transparentes del mundo y permitieron que el dinero de las grandes operaciones se quedara en España.