EL OFICIO PARA SOBREVIVIR
Así fue cómo las lavanderas del río Manzanares consiguieron sustentar a su comunidad con menos de un céntimo al día
La historia de cómo un oficio ya olvidado a orillas del Manzanares logró marcar el destino de generaciones enteras en Arganzuela, transformando un río en testigo de resistencia y tradición

Cómo las lavanderas del río Manzanares sustentaron a su comunidad con menos de un céntimo al día / Archivo Conde de Manila. Fototeca IPCE
Las lavanderas del río Manzanares son el porqué de que muchos hoy estemos aquí. Hubo una época en la que la capital de España comenzó a ser conocida como un lugar de nuevas oportunidades.
Una seña que no ha dejado de atraer a millones de personas, más aún en tiempos de adversidad como ocurrió a finales del siglo XVIII. En busca de una vida mejor, fueron muchos los que abandonaron sus pueblos en busca de esa ciudad afamada para encontrarse de bruces con una ciudad devastada por la guerra, sin industria ni empleos.
La pobreza se agravó en el siglo XIX, y la capital dejó de ser la tierra prometida a ser una ciudad marcada por la desesperación y la hambruna. En este contexto, el oficio de las lavanderas emergió como una de las pocas formas de sobrevivir.
¿Sabes por qué se llamaba «hacer la colada»?
Durante el lavado, se llenaban una tina con agua para frotar la ropa con jabón, después de este proceso las lavanderas la "colaban" para quitarle el agua sucia, dando paso a una ropa 'colada' y limpia.
Las lavanderas del río Manzanares contra el hambre

Las lavanderas del rio Manzanares, 1915 (Baldomer Gili Roig) / Baldomer Gili Roig, 'Las lavanderas del río Manzares'
En el siglo XVIII, el acceso a agua corriente estaba limitado en los hogares, las mujeres acudían al río Manzanares, que les proporcionaba agua para lavar la ropa.
Este trabajo físico, que requería tiempo y esfuerzo, se convirtió en un oficio de hasta 14 horas diarias para las mujeres de clases populares, quienes además de lavar su propia ropa, comenzaron a ofrecer sus servicios a las clases altas a cambio de un salario mínimo, de apenas dos pesetas (lo que, actualmente, sería poco más de un céntimo) al día.
Se calcula que llegaron a haber hasta 5.000 lavanderas a finales del siglo XIX. A mediados del XX, la industrialización, el encauzamiento del Manzanares y los cambios sociales propiciaron que este oficio desapareciera. Sin embargo, su dedicación y esfuerzo siguen siendo un legado vivo de Arganzuela que persiste en la memoria de hoy.
Las gallegas y los asturianos dominaban el río
La mayoría de las lavanderas eran gallegas, las cuales, tras su jornada, eran buscadas por los esportilleros asturianos dando paso a bailes y festejos en la ribera del Manzanares.
Sus 5 secretos para dejar la ropa más blanca

Los cinco trucos de las lavanderas para una ropa más limpia y blanca / Archivo Conde de Manila. ©Fototeca IPCE
Más allá de ser un oficio en el que el esfuerzo y la dedicación estaban presentes, la realidad es que ellas eran escogidas por su capacidad para conseguir que la ropa luciera limpia, reluciente y, sobre todo, extremadamente blanca. He aquí un pequeño listado de esos "trucos" que utilizaban.
1. Agua limpia, pura y libre de cal
En esos siglos, el agua del río no estaba tratada por lo que tenía menos cal, los lavanderos estaban situados donde el agua era más pura, limpiando mejor la ropa.
2. Mezclar ceniza y jabón artesanal
Aplicaban ceniza de madera en la ropa a modo de detergente, antes de frotarla con jabón casero elaborado con sosa, para blanquearla y desinfectarla.
3. El uso del batán y cepillos de esparto
Golpear la ropa contra las piedras o mazos de madera era clave para desprender la suciedad más incrustada para, después, restregarla y alisarla con cepillos de esparto.
4. El ‘clarificado’ con la flor azulillo
Después del lavado, sumergían las prendas en una disolución de agua y la flor azulillo. Esta combinación, era capaz de neutralizar los tonos amarillentos, dando un efecto óptico de mayor blancura.
5. Secar al sol para un blanco más blanco
Tras el aclarado se tendía la ropa en los prados para que los rayos del sol se encargaran de blanquear aún más la ropa de forma natural.
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