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HISTORIA

Los secretos mejor guardados del Palacio de Cibeles: un tobogán, una 'rubia' y un guiño a Galicia

El edificio de Antonio Palacios esconde detalles que poca gente conoce

Imagen de 1919 del Palacio de Cibeles

Imagen de 1919 del Palacio de Cibeles / CentroCentro

Madrid

El Palacio de Cibeles -- anteriormente conocido como Palacio de Comunicaciones -- es uno de los monumentos más reconocibles de Madrid. Este conjunto arquitectónico, integrado por dos edificios de fachada blanca, ocupa 30.000 metros cuadrados de una zona que, antiguamente, perteneció a los Jardines del Buen Retiro. Su construcción se inició en el año 1907, y se terminaría inaugurando el 14 de marzo de 1919. En un primer momento, el diseño de Antonio Palacios y Joaquín Otamendi comenzó a funcionar como moderna central de distribución de correos, telégrafos y teléfonos. En 2007, el Ayuntamiento de Madrid trasladó sus dependencias desde la Casa de la Villa y la Casa de Cisneros hasta esta nueva sede.

Se trata de uno de los primeros ejemplos de arquitectura modernista española. Destaca su fachada neoplateresca, con tintes de barroco salmantino. En 1993, fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC), en categoría de Monumento. Hasta aquí, probablemente todo lo narrado sea de sobra conocido para el lector. No obstante, el Palacio de Cibeles esconde muchos más secretos, que pasamos a desgranar a continuación.

Antes de un palacio, en el terreno había un tobogán gigante

El inicio del Paseo del Prado no siempre estuvo coronado por este gran templo de la arquitectura madrileña. En este mismo solar se erigía, antaño, un "parque de divertimento público" gestionado por una compañía privada, tal y como indica el Ayuntamiento. Adquirió gran fama a finales del siglo XIX mediante su oferta de teatro al aire libre, columpios, quioscos de música o globos con aeronautas acrobáticos.

Pero el asunto no terminaba ahí. Concretamente en el punto en el que hoy se levanta la torre del reloj, hace más de un siglo se instaló una atracción que causó sensación: un tobogán "para adultos". Se le apodó como toboggan, y su uso se resumía, según las crónicas de la época, en "abandonarse por un plano inclinado que baja caracoleando desde una regular altura". Por el módico coste de quince céntimos, los madrileños podían lanzarse por esta estructura y tener así su chute de adrenalina en una atracción importada de Canadá.

Imagen del tobbogan de Cibeles.

Imagen del tobbogan de Cibeles. / Ayuntamiento de Madrid

La 'rubia' que custodia su entrada y un blasón gallego

En el gran arco de acceso al Palacio, se esconde una figura de origen mitológico que pasa inadvertida para muchos visitantes. Se trata de una ninfa, esculpida a modo de Dafne, que se encuentra junto al escudo de España y el águila bicéfala. La escultura, de Ángel García Díaz, fue apodada con el paso de los años como la Rubia. Cerca de ella se encuentra, a su vez, Hermes, el mensajero de los dioses, en una clara alusión a la función inicial de ese Palacio de Comunicaciones.

'La Rubia', a la entrada del Palacio de Cibeles.

'La Rubia', a la entrada del Palacio de Cibeles. / Ayuntamiento de Madrid

De igual forma, otro detalle curioso del conjunto está en el homenaje que Palacios, nacido en O Porriño, quiso hacer a su tierra, Galicia. En vez de colocar el escudo de la Casa de Borbón, el arquitecto situó un blasón de Galicia, con su cáliz y sus siete cruces, como homenaje a su lugar de origen. El gesto, inadvertido para muchos —todavía hoy cuesta verlo desde la calle—, simboliza la mezcla de orgullo y morriña de un arquitecto que llevó siempre Galicia en sus obras.