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GASTRONOMÍA

De Buenos Aires a Chamberí, el barrio donde todos los argentinos quieren abrir un bar: "Estuvimos un año y medio buscando locales"

Dante, Antonella y Santiago son algunos de los emprendedores culinarios que han desembarcado en el céntrico barrio madrileño en los últimos meses 

El chef Dante Liporace junto a Ariel Ortega, uno de los socios del restaurante Dantte, en Madrid.

El chef Dante Liporace junto a Ariel Ortega, uno de los socios del restaurante Dantte, en Madrid. / ALBA VIGARAY

Pablo Tello

Pablo Tello

Madrid

Little Argentina lo llaman. Chamberí cada vez se parece más a Buenos Aires, dicen. No por nada, sino por la cantidad de negocios argentinos que ocupan sus calles a día de hoy. Öss Kaffé, Casa Kavi, Cuadra, Toma Café, Masa Vins, Insurgente, Gurisa, Picsa, Olea y Beik Beik son solo algunos de los nombres que habitan en los 4,7 kilómetros cuadrados que conforman el distrito. En el número 32 de la calle Santa Engracia se encuentra Dantte, un lugar que fusiona la cocina italiana con la argentina y la neoyorkina. “A nuestro entender, en el barrio faltaba algo así. Como decimos allá, con onda, divertido, que haga cosas diferentes y que tenga una propuesta de barra. Decidí combinar la comida italiana que había ido a mi país y devolverla a Europa con nuestro toque”, explica Dante Liporace, chef y propietario del restaurante. Nació en la ciudad de Bahía Blanca, aunque a los 18 años se mudó a la capital para hacer lo que mejor se le daba: cocinar: “Trabajé con Gato Dumas, que me enseñó todo lo que sé hasta que pude venir a Barcelona, donde hice prácticas con Pedro Subijana. Las temporadas de 2007 y 2009 formé parte de El Bulli, en Girona, junto a Ferrán Adrià”. 

El restaurante Dantte, de Dante Liporace, en el madrileño barrio de Chamberí.

El restaurante Dantte, de Dante Liporace, en el madrileño barrio de Chamberí. / ALBA VIGARAY

El restaurante Dantte, del argentino Dante Liporace, en el barrio de Chamberí.

El restaurante Dantte, del argentino Dante Liporace, en el barrio de Chamberí. / ALBA VIGARAY

Un joven Dante regresó a Argentina y abrió Moreno, el que sería su primer restaurante. Llegó Tarquino, el segundo, cuyo menú degustación llegó a aparecer en el New York Times, al mismo tiempo que cocinaba en la Casa de Gobierno para el presidente Mauricio Macri. En 2019, los bares Uptown, Trade Sky Bar y el Mercado de Liniers abrieron sus puertas. En uno de sus viajes gastronómicos a Europa, Liporace se enamoró de la capital española. Concretamente del barrio de Chamberí. “Veía que estaba en ebullición. Hoy vas a cualquier lado del mundo y todos hablan de Madrid. Y Chamberí es un barrio que siempre me encantó, jamás dudamos en emprender en otro barrio que no fuera este y, tras un año y medio buscando locales, se cumplió nuestro sueño”, relata. Su propuesta “italiana bastarda” se ha hecho un hueco en la gastronomía de la zona en apenas unos meses desde su apertura. No es el único. Unos metros más allá, en el número 22 de la calle de Trafalgar, Antonella Tignanelli levanta la persiana de Masa Vins un día más. Lleva dedicándose al mundo de la gastronomía desde que cumplió la mayoría de edad. 

Vino y café

“Empecé siendo chef y emprendedora hasta que abrí Masa Vins en Barcelona junto a mi socio, Dani Bajc. La apertura en Madrid surgió gracias a la propuesta de dos amigos de toda la vida, a quienes les gustaba mucho el proyecto y quisieron traerlo a la capital”, explica. A diferencia de la primera vez, la apertura no fue “tan complicada”, pues ya contaban con la experiencia previa que les permitió sistematizar varios procesos. La elección de Chamberí a la hora de levantar esta segunda vinoteca fue amor a primera vista: “Sentíamos que estaba en crecimiento, además de ser preciosa, tranquila y con una clientela en constante búsqueda de cosas nuevas”. La aparición de tantos negocios argentinos responde, entre otras cosas, a una inmigración masiva, según Tignanelli: “Por el lenguaje, la cantidad de ciudadanos que tienen pasaportes europeos y la inestabilidad económica y política que sufre nuestra patria. Además, los argentinos somos muy trabajadores y no tenemos miedo a una buena aventura”. Sus vinos naturales han revolucionado el barrio desde 2023. Sin embargo, la joven aún recuerda con miedo las primeras semanas, en las que los vecinos le dieron la espalda.

La vinoteca Masa Vins, en el madrileño barrio de Chamberí.

La vinoteca Masa Vins, en el madrileño barrio de Chamberí. / ALBA VIGARAY

La vinoteca Masa Vins, en el madrileño barrio de Chamberí.

La vinoteca Masa Vins, en el madrileño barrio de Chamberí. / ALBA VIGARAY

“Fueron muy duras, ya que el barrio en su momento era residencial y había mucha gente mayor en contra de su crecimiento a nivel comercios y restauración. Nos acosaron muchísimo, haciendo reseñas falsas en Google Maps, poniendo fotos en un periódico local insultándonos, etcétera. Por suerte, no duró mucho”, narra. Del vino al café y tiro por que me toca. En los números 49 de la calle de la Palma, 5 de la calle de Santa Feliciana y el 16 de la calle de Raimundo Lulio también hay esencia argentina. Todos ellos, bajo el nombre de Toma Café, también forman parte de este movimiento gastronómico. “Quería dar un vuelco a mi vida profesional mezclando la pasión por el café con la necesidad de aprender. Buscando una cafetería de referencia en Madrid no la encontré, así que la monté junto a mi socia. Empezamos de una manera loca, como si fuera un juego, con un local de 24 metros cuadrados que no era ni un quiosco ni una cafetería. Queríamos darle al café el lugar que se merece”, explica Santiago Rigoni. Toma Café nació en Malasaña con su primer local y, rápidamente, continuó su andadura en Chamberí: “La idea era salir del circuito turístico y malasañero y comprobar que el producto estaba por encima de una tendencia. Quería ser un nuevo estándar de cafetería”. 

"La burbuja explotará"

Madrid, hostil y agradable al mismo tiempo, acogió a Rigoni en 2002: “Siempre me sentí como en casa y nunca sufrí discriminación seria, salvo algún que otro comentario retrógrado de gente que se retrata cuando abre la boca. En general, Madrid es una ciudad fácil para cosas que en Argentina son súper difíciles, desde lo burocrático hasta los modelos de financiación. Es verdad que muchas veces chocamos con cosas ridículas a nivel de normativas, pero en líneas generales, la capital es una ciudad espectacular”. Además de ser dueño de estas cafeterías, Santiago es tostador de un café dirigido a quien entiende que lo que tiene delante “no sólo es un corazón dibujado con leche”. Como él, Dante busca diferenciarse del resto en lo que a la apuesta gastronómica del barrio se refiere: “Realmente vengo a enseñar lo que aprendí de España hace unos años. Para los argentinos, Madrid es como una Buenos Aires, muy familiar”. Además, mexicanos, colombianos y venezolanos han comenzado a ofrecer sus propuestas culinarias en la capital: “Madrid lo permite porque tiene un paladar amplio”. En estos meses, Dantte ha aparecido en La Guía Time Out y ha recibido una mención Michelín desde su local en Santa Engracia. 

Su clientela es mayoritariamente madrileña, gente del barrio, entre los que se cuelan de vez en cuando turistas italianos y americanos, principalmente. “Siempre estamos mirando para los costados, a ver qué hace aquel, qué hace el otro, para no hacer lo mismo. Los bares son nuestra competencia directa, ya que tenemos un servicio de barra muy fuerte, que es tan importante como la comida. Vienen a tomar tragos de autor”, sostiene. Los tres emprendedores coinciden en que la presencia de comercios argentinos en el barrio sólo acaba de empezar. “Mientras la situación económica siga los caminos disparatados que estamos viendo actualmente, seguiremos recibiendo cada vez más propuestas”, cree Santiago. Antonella, por su parte, apuesta por no abarrotar el barrio: “Como cualquier negocio gastronómico, latino o no, hay que tener cuidado de no saturar la escena de la que quieres ser parte. Es necesario proponer cosas nuevas, pero con una lavada de cara. Si no, haremos que colapse nuestra propia industria y eso hará que cierren muchos sitios forzosamente”. 

Dante, que coincide con ella, cree que esta “burbuja gigante” explotará en algún momento. “En unos años la oferta superará a la demanda y creo que sólo sobrevivirán los locales que tengan un concepto muy marcado y los que el público madrileño tenga completamente aceptados. Esto ya pasó en mi país cuando, tras la pandemia, abrieron infinidad de lugares que hoy ya han cerrado. Y no por una crisis, sino por exceso de oferta. Sólo quedan los buenos”, lamenta. No es pesimismo, dice, sino realismo. Por el momento, Chamberí continuará respirando al ritmo de Buenos Aires.