Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

TECNOLOGÍA SOCIAL

El madrileño que envía prótesis 3D a Gaza para ayudar a niños mutilados: "No sólo es darles un brazo, sino también independencia"

Guillermo Gauna-Vivas fundó Ayúdame3D en 2017 y, desde entonces, fabrica articulaciones con plástico reciclado para personas de todo el mundo

Guillermo Gauna-Vivas fundó Ayúdame3D y fabrica articulaciones con plástico reciclado.

Guillermo Gauna-Vivas fundó Ayúdame3D y fabrica articulaciones con plástico reciclado. / ALBA VIGARAY

Pablo Tello

Pablo Tello

Madrid

Bzzz. Bzzz. “No os asustéis, son las máquinas”, dice nada más entrar mientras señala hacia el fondo de la habitación. Detrás de él, varias impresoras 3D trabajan sin parar. Están dando forma a lo que parecen ser extremidades de colores: “Tenemos unas cincuenta en total”. Guillermo Gauna-Vivas, fundador de la ONG Ayúdame3D, envía prótesis de plástico a más de 65 países alrededor de todo el mundo desde el año 2017. Nacido en Carabanchel y criado en el barrio de Aluche, este ingeniero de organización industrial compró su primera máquina mientras cursaba el último año de carrera. “Venía por piezas y tuve que construirla y aprender a usarla por mi cuenta. Empecé a hacer juguetes y acabé haciendo un dron para labores de salvamento como Trabajo Final de Grado”, recuerda. A modo de recompensa, el estudiante programó un viaje a Kenia en caso de aprobar todas las asignaturas. “No quería ser el típico que va allí a pintar la pared de un orfanato. Ya que iba, quería llevar algo con lo que ayudar de verdad, algo que no se pudiese contratar”, añade. Tras ponerse en contacto con un organismo local, conoció a cinco personas amputadas y creó la primera prótesis para personas sin codo. 

“Me mandaron fotos desde un orfanato y comencé a investigar. Vi que no existía ningún modelo para imprimir, sino que había que diseñarlo desde cero. No existía nada igual hasta el momento y funcionó muy bien. Ahí me di cuenta de que la tecnología también podía resolver problemas sociales”, explica. El proyecto, que a día de hoy ha ayudado a cerca de 1.000 personas, nació de su pasión por la tecnología cuando apenas era un niño: “Tenía muchos juguetes y todos los transformé. Siempre quise una máquina con la que hacer mis propios inventos”. Puestos a diseñar cualquier cosa, Guillermo optó por las prótesis con intención de cubrir una necesidad presente en cualquier rincón del mundo: “Me entró una chispa empática porque no era sólo darle un brazo, sino cambiar la vida de alguien”. Determinadas situaciones que vivió en su infancia, dice, han hecho que hoy en día sea sencillo para él entender a otras personas “mejor que quien vive en la burbuja del privilegio”. Del viaje a Kenia han pasado ya ocho años y, desde entonces, el ingeniero no ha dejado de crear estas prótesis con impresoras 3D: “Sentí una gran responsabilidad por ser la única persona que tenía este diseño”.

Cada prótesis de Ayúdame3D está valorada entre 2.000 y 4.000 euros.

Cada prótesis de Ayúdame3D está valorada entre 2.000 y 4.000 euros. / ALBA VIGARAY

Entre 100 y 300 piezas salen cada mes de su taller, ubicado en el distrito de Arganzuela.

Entre 100 y 300 piezas salen cada mes de su taller, ubicado en el distrito de Arganzuela. / ALBA VIGARAY

De vuelta en España, abrió las redes sociales del proyecto, que hoy acumula más de 41.000 seguidores y abrió un bote virtual para recibir donaciones y poder comprar nuevas herramientas. “Iba haciendo lo que podía en mi tiempo libre, cuando salía de trabajar. Ahora somos 14 personas en la empresa y contamos con una red de 100 voluntarios que, con sus propias impresoras, nos ayudan a crear algunas piezas. Además, hemos abierto laboratorios en Kenia, Tanzania y Sudáfrica para que puedan fabricar brazos allí también”, suma. En Ayúdame3D hay ingenieros biomédicos, biólogos, expertos en robótica y también diseñadores que, juntos, dan forma a estos brazos y piernas de plástico. Las prótesis, que se entregan de forma gratuita, están hechas de ácido poliláctico, un material sostenible proveniente del almidón de maíz que traen directamente desde Granada y Jaén: “Todo lo que entra aquí es reciclado y, además, lo que nos sobra, lo volvemos a triturar para usarlo en una nueva bovina”. La fabricación de cada prostético toma de dos a tres días, aunque el proceso de ayuda puede demorarse hasta varios meses: “Son completamente personalizadas, así que hay que diseñarlas, crearlas y probarlas hasta que estén perfectas”.

300 prótesis al mes

Entre 100 y 300 piezas salen cada mes de su taller, ubicado en el distrito de Arganzuela, para ayudar no solo a quien la recibe, sino también a sus familias, que “ya no tienen que darles de comer”. “No es sólo darles un brazo, sino dotarlos de independencia”, asegura. El funcionamiento de estas es sencillo: “Van con el balanceo de la última articulación natural. Si tiene una amputación de dedos pero sí tiene muñeca, al doblarla, va a tirar de unos hilos que abren y cierran la mano. Si tienes codo, ocurrirá lo mismo. Un sutil movimiento natural permite cerrar la mano totalmente”. En constante innovación, el equipo de Guillermo ha creado la primera prótesis electrónica de su inventario, que se activa gracias a los impulsos de los músculos. “Cuando trabajamos con zonas rurales o países en vías de desarrollo, no podríamos dar un diseño robótico porque si se rompe no podemos ir a arreglarla. O quizás no pueda cargar una batería. Intentamos adaptarnos a la situación sociocultural del país para que sea perfecta y dure lo máximo posible”, explica. A la hora de ayudar internacionalmente, Gauna-Vivas se apoya en embajadas, ONGs locales e instituciones que se encargan de localizar a posibles necesitados. 

Una de las prótesis de Ayúdame 3D, hecha con una impresora 3D.

Una de las prótesis de Ayúdame 3D, hecha con una impresora 3D. / ALBA VIGARAY

Las bovinas de plástico con las que trabajan están hechas a partir de ácido poliláctico.

Las bovinas de plástico con las que trabajan están hechas a partir de ácido poliláctico. / ALBA VIGARAY

“Para qué nos vamos a desplazar nosotros, que no conocemos el terreno, si allí hay personas con un proyecto social. Les contactamos para que busquen a personas que puedan requerir un prostético de estas características. Ellos les toman medidas y, con eso, ponemos las impresoras en marcha”. Es, precisamente, lo que han hecho en Gaza los últimos meses tras contactar con una organización que pone a salvo a personas refugiadas que han sufrido mutilaciones. “Son sobre todo niños y niñas que han perdido a toda su familia y están en Egipto, sin brazo… Hemos ayudado a seis personas y, al menos, en cuatro casos, todo ha salido bien. De los otros dos aún no tenemos noticias. Desgraciadamente es la zona con más niños mutilados del mundo y no podemos entrar”, lamenta. En ocasiones, la impotencia se ha apoderado de Guillermo, que ya ha entendido la importancia de esperar: “Entendemos que lo importante es que tengan un bocadillo y no una prótesis. En Ucrania nos pasó lo mismo. Una persona, en tiempo de guerra, lo primero que necesita es refugio, agua y comida. Y luego ya todo lo demás. Alguien que ha perdido una extremidad, aunque suene terrible, prefiere un bocadillo a un prostético. Mantenemos ese respeto por el trabajo de los demás e intervenimos cuando sea necesario”. 

Entre 2.000 y 4.000 euros

Los años pasan. Sin embargo, la sensación cada vez que entrega una nueva pieza continúa siendo la misma: “Piensas en todas las cosas que va a poder hacer. De primeras dicen que por fin podrán ir al supermercado solos, ayudar en casa, montar en bicicleta o ir al gimnasio. Todos esos sueños se van cumpliendo gracias al esfuerzo de cada persona y su calidad de vida mejora instantáneamente, sobre todo en los casos en los que ambos brazos faltan y el nivel de dependencia es muy alto. De repente se ven con la capacidad de ducharse solos y se emocionan. Lo más cotidiano es lo que más merece la pena”. El 33% de las prótesis que producen en la ONG se quedan en España, especialmente aquellas que son para usos técnicos: “La mayoría son niños que pegan el estirón y necesitan cambiarla muy rápido. Les ayudamos en ese crecimiento, pero también tienen necesidades como nadar, montar en triciclo o coger peso. En función de lo que vayan requiriendo, creamos una pieza u otra”. En los últimos años también han trabajado con atletas paralímpicos en un intento de explorar las prótesis de piernas completas: “Teresa Perales, Sara Andrés y otros deportistas de primer nivel quizás necesiten una férula para antes de nadar o una herramienta para la máquina del gimnasio que no llegan a pillar bien”. 

A lo largo de su trayectoria han ayudado a más de 1.000 personas y a sus familias.

A lo largo de su trayectoria han ayudado a más de 1.000 personas y a sus familias. / ALBA VIGARAY

Ayúdame3D ha abierto laboratorios en Kenia, Tanzania y Sudáfrica para que puedan fabricar allí sus propias prótesis.

Ayúdame3D ha abierto laboratorios en Kenia, Tanzania y Sudáfrica para que puedan fabricar allí sus propias prótesis. / ALBA VIGARAY

Aunque cada prostético está valorado en entre 2.000 y 4.000 euros, son gratuitas para todo el mundo desde el inicio. “En mi cabeza no entraba pedir ni un euro por ellas. Nadie tiene la culpa de nacer así o haber perdido una extremidad. Lo que sí hacemos es priorizar según el caso y dar salida a todos. Cuantos más diseños hagamos, más ayudaremos en el futuro”. Recientemente, Guillermo se topó con el caso en Uganda de un niño con crecimiento anómalo en los brazos. “Jamás lo habíamos visto”, dice. En el mercado no existía nada adecuado para él, así que se puso en marcha para crear un dispositivo a medida: “Gracias a eso llegaron otros casos idénticos en países de alrededor. Sólo había que modificar las medidas y no tuvimos que pasar otro año entero diseñándolo”. La financiación de Ayúdame3D es “completamente privada” y, según su fundador, “eso no tiene sentido”. “En el equipo hay una persona dedicada íntegramente a pedir subvenciones como ONG de utilidad pública. Si alguien nos da 100 euros, se le devuelven 80 en la declaración de la renta. Tenemos un privilegio financiero fiscal muy bueno, pero, aun así, entrar en la rueda de las subvenciones es imposible. Se priorizan organismos con más repercusión o trayectoria y nosotros nos quedamos sin”, relata. 

Además, el equipo técnico fabrica trofeos con impresoras 3D para asegurarse otra forma de financiación. “Empezamos creando uno por probar y, con los años, nos hemos posicionado en un sitio muy importante en este sector, que es muy tocho. Ya no nos contratan por ser sociales, sino porque nuestros diseños son originales”, cree. No es el único proyecto en marcha. Guillermo también crea prótesis oncológicas, para niños que padecen cáncer. Y también caninas, para perros que han perdido alguna de sus patas. “No pido visibilidad, sino que las subvenciones que se dan por ley, se repartan de forma justa. Nos gustaría que no haya nadie que no sepa que nosotros existimos si le podemos ayudar. Aún nos sorprende cuando una madre o padre nos descubre y nos dice que su hijo o hija lleva años sin prótesis. Queremos erradicar eso”, zanja.