DOCUMENTAL
El día que Andy Warhol hizo explotar el Madrid moderno en la galería de Fernando Vijande
El documental 'Warhol-Vijande: Más que pistolas, cuchillos y cruces' rescata la exposición que el galerista organizó a la megaestrella del arte en una España que casi estrenaba democracia, y de paso redescubre a uno de los personajes más emblemáticos del Madrid de la época

Andy Warhol (primero por la izda.) y Pedro Almodóvar (segundo por la dcha), en un fotograma del documental durante los días de la visita del primero a Madrid en 1983. / Cedida

Un garaje cualquiera en la calle Núñez de Balboa del Barrio de Salamanca, una muchedumbre de modernos de la época viendo y dejándose ver y un puñado de lienzos que solo mostraban tres tipos de objetos: pistolas, cuchillos y cruces. En enero de 1983, un acontecimiento social y cultural sacudió a un Madrid que todavía se desperezaba de la larga noche del franquismo con los pelos cardados y al ritmo del punk de la Movida. La exposición de Andy Warhol que organizó la galería Fernando Vijande, y que trajo unos días de visita a la capital al nombre estrella del pop art, todavía es recordada como uno de los momentos clave de la eclosión de la modernidad en España, la guinda de un proceso que llevaba ya unos años en marcha y con el que este país volvía a figurar en los mapas internacionales de la cultura.
Después de la exposición celebrada el año pasado en el Museo Lázaro Galdiano recordando aquel momento, un documental recupera ahora imágenes de entonces y los testimonios de muchos de los que allí estuvieron. Warhol-Vijande: Más que pistolas, cuchillos y cruces, dirigido por Sebastián Galán y que llega a los cines este viernes, recoge en aproximadamente una hora de metraje cómo aquello se llevó a buen puerto y algunos momentos de la estancia de Warhol en Madrid. Se da la circunstancia de que su estreno coincide con la exposición que ahora mismo acoge el Thyssen sobre las afinidades entre este artista y Jackson Pollock, y en la que se pueden ver algunas fotos que hizo en Madrid.
Conduce el documental Alaska, icono fundamental de la Movida que estuvo presente aquellos días, y que puede presumir de haber sido retratada por Warhol. Es ella quien visita el estudio en Nueva York de Christoper Makos, el fotógrafo que acompañó al fundador de la Factory en aquel viaje y uno de sus colaboradores más estrechos. Y es ella también quien habla con personajes que tuvieron que ver en la organización de la exposición y la visita o estuvieron muy cerca, como el comisario y crítico de arte Armando Montesinos, la fotógrafa Teresa Nieto o su hijo Rodrigo Navia-Osorio Vijande, pero también con otros que pueden arrojar, con una mirada actual, una visión más panorámica sobre lo que supuso, como el director del Museo Reina Sofía Manuel Segade (la institución que comanda ha colaborado en la producción), el exdirector del Museo Andy Warhol de Pittsburgh Patrick Moore o el artista Filip Ćustić.
Un galerista muy particular
El artífice de todo aquello fue Fernando Vijande, un galerista de modos aristocráticos y alma de bon vivant que fue uno de los grandes impulsores de aquellos nuevos aires que comenzaban a soplar en este país y un personaje crucial en el devenir del arte español en aquellos años. Procedente del mundo de las antigüedades, Vijande fundó en 1971 con su amiga Gloria Kirby su primera galería en Madrid, Vandrés, que enseguida empezó a apostar por el talento artístico joven que empezaba a asomar en España: nombres como Antoni Muntadas, Guillermo Pérez Villalta, Darío Villalba, Zush o Luis Gordillo, entre otros. La exposición Eros y el arte actual en España, que celebraron poco después de inaugurar el espacio, fue denunciada por moralmente inaceptable y se hizo célebre por el acoso policial que sufrió: la policía ordenó retirar obras y sus responsables no vacilaron en señalar en los huecos que dejaron que eran las autoridades las que los habían dejado vacíos. Fue allí donde primero se pudieron ver en España piezas de videoarte, a cargo de Muntadas, y también fue allí donde aterrizaron en 1975 dos de los pioneros de la performance, Allan Kaprow y Charlotte Moorman. Aunque en Madrid ya existían galerías relevantes, no había un espacio que estuviera tan abierto a lo nuevo y lo impactante. Como diría a Vanity Fair su directora, Marisa Torrente, "la primera Movida sucedió en la galería Vandrés".

Fernando Vijande en una entrevista de RTVE 2 que se recoge en el documental. / Cedida
Vijande, un burgués catalán muy cosmopolita que se movía con facilidad por el mundo en una era en la que no se viajaba como ahora, había conocido a Warhol en Nueva York en los años 60, aunque no fue hasta mediados de la década siguiente cuando empezaron a trabar amistad, como cuenta él mismo en las imágenes de archivo del documental. Por entonces, el nombre del español ya empezaba a sonar fuerte en los circuitos internacionales del arte contemporáneo. En 1980 fue en él y en su galería en quien se apoyó la comisaria Margit Rowell para organizar la exposición New Images from Spain en el Museo Guggenheim, el que sería el primer gran escaparate de nuestra modernidad en la Gran Manzana. Participaron los artistas de aquel entorno, a los que Vijande y Rowell habían estado visitando en sus talleres para preparar la muestra. Miquel Navarro todavía se emociona por el papel que el galerista tuvo apoyándoles en el inicio de su trayectoria y por cómo aquella exposición colectiva disparó su carrera.
Warhol lo firmaba todo
Con la confianza que le daba haberle comprado varios cuadros para su amigo Josep Suñol, un coleccionista catalán cuya fundación produce el documental, Vijande fue a la Factory en 1982 y propuso a Warhol visitar España y exponer en la nueva galería que había abierto bajo su nombre un año antes. Bob Colacello, director de la revista Interview fundada por Warhol, y Christopher Makos recuerdan, hablando con Alaska en el estudio neoyorquino de este último, cómo la España de entonces resultaba muy atractiva por la explosión cultural que se estaba produciendo en ella después de años de oscuridad. Un salto que les recordaba al que se había producido en los EEUU de los años 60. Fue Colacello, cuando Warhol le preguntó qué podía pintar para su aventura española, quien le dijo que a él este país le recordaba a la Inquisición y a la Guerra Civil, y de ahí acabaron salieron las pistolas, cuchillos y cruces que acabarían conformando la muestra.

Algunas de las obras que Warhol trajo a España. / Cedida
Cuando la exposición se inauguró, todo el que era alguien en el Madrid más contemporáneo quiso estar allí. Ágatha Ruiz de la Prada lo recuerda como un un acontecimiento absoluto, "íbamos todos como si hubiera venido Jesucristo a Madrid", dice en el documental. Fabio McNamara se ríe evocando cómo muchos tacones se rompían bajando la cuesta del parking. Estaban los modernos, como la propia Alaska, Alomodóvar o Carlos Berlanga, pero también Pitita Ridruejo e Isabel Preysler, el ministro de Cultura de entonces, Javier Solana, o representantes de dinastías burguesas como los Fierro o los March.

Alaska, viendo en el Museo Andy Warhol de Pittsburgh algunos de los objetos que el artista utilizó en su día para sus pinturas de la exposición española. / Cedida
Durante sus días en Madrid, recuerda Armando Montesinos, Warhol fue extremadamente trabajador: no paró de firmar autógrafos en todo lo que le ponían a tiro, de carteles a cajas de cerillas. Habitualmente esquivo a los medios, ofreció incluso una surrealista rueda de prensa. En Madrid a Warhol se le organizaron diferentes fiestas, pero el artista norteamericano no quiso perderse Toledo y el Valle de los Caídos, emblemas de esa España atávica que le fascinaba, y allí se fue con sus compañeros de viaje y la fotógrafa Teresa Nieto como cicerone, que no dejó de retratarle con cara de circunstancias tantas veces como pudo.
No a todo el mundo, sin embargo, le entusiasmó aquel acontecimiento con cierto aroma a show business. En un gesto inédito para una galería, hasta se cobró entrada (100 pesetas) por ver la exposición. El poeta y periodista José-Miguel Ullán describía en TVE la visita de la estrella del arte a España como la de "un cadáver exquisito en una corte de bufones" y decía que, durante la rueda de prensa, Warhol había alcanzado "el grado cero, la superficie, de lo superficial". Pero esas voces fueron las menos. Para un país que quería subirse al tren de la modernidad, el advenimiento de ese Jesucristo del que hablaba Ruiz de la Prada fue el movimiento definitivo que les colocó en el tablero. Un síntoma más de que era aquí, como decían muchos por entonces, donde sucedían las cosas más excitantes que estaban pasando en la Europa de la época. Fernando Vijande, que moriría solo tres años más tarde, tuvo buena parte de culpa, y trabajos como este deberían contribuir a recordarlo.
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