EXPOSICIÓN
Una habitación propia en la historia de la fotografía: las pioneras y los estudios que nos descubren otra dimensión creativa en las mujeres del XIX
El Museo del Romanticismo reúne más de 150 retratos de la época realizados a mujeres o por mujeres y en los que estas tenían una mayor agencia de la que hemos conocido hasta ahora, con los estudios y sus tocadores como espacios de libertad y creatividad femenina

Una imagen de sala de la exposición 'Retratadas. Estudios de mujeres' en el Museo del Romanticismo. / Cedida

Mujeres objeto, pero solamente del disparo de la cámara, de esas instantáneas que aspiraban a inmortalizarlas en los albores de la fotografía. Para todo lo demás, mujeres sujeto, porque fueron ellas las que encontraron una forma de expresarse, de jugar con una cierta identidad y una su individualidad cuando se ponían delante de un objetivo, cuando observaban cómo se fotografiaba a otras mujeres o cuando se convertían en coleccionistas de esas imágenes. A veces eran ellas incluso las que pulsaban el disparador, aunque de eso no sepamos mucho porque la historia ha sido casi siempre escrita con caligrafía masculina.
La muestra Retratadas. Estudios de mujeres, que este jueves arranca en el Museo del Romanticismo de la calle San Mateo, ofrece una nueva perspectiva sobre el retrato femenino y el estudio fotográfico del siglo XIX, con este último presentado como un espacio de seguridad y de libertad en el que las mujeres podían expresarse y mostrar su creatividad, elaborando una imagen de sí misas con la ayuda de fotógrafos y fotógrafas. Si bien a menudo esa imagen encajaba con lo que la sociedad esperaba de ellas, también les permitía mostrarse a su manera, controlando en cierta medida un espacio de representación en el que podía haber muchos lugares comunes impuestos, pero también mucho carácter personal y mucha fantasía.
Según su comisaria Stéphany Onfray, también autora de un ensayo sobre el mismo tema de título idéntico y publicado hace unos meses, Retratadas (Cátedra), el espacio expositivo se ha tratado de convertir en "una estancia inmersiva" que quiere evocar esos tocadores que hacían de antesala al momento del disparo en los estudios de fotografía del siglo XIX. Una suerte de 'habitación propia', zona de transición entre la esfera privada y la pública, entre ese momento hedonista que era el de vestirse o maquillarse en una atmósfera femenina y divertida y el recorrido posterior por el mundo exterior que después harían los retratos. Estos acababan en muchos casos siendo tarjetas de visita de las fotografiadas (la mayoría de los recogidos en la muestra lo fueron), y a veces incluso material publicitario en los propios escaparates de los estudios.

Estudio desconocido, 'Reconstrucción de un cuarto-tocador h. 1860'. / Colección Stéphany Onfray
"Desde su aparición hacia 1840, los estudios fotográficos adoptaron una estética doméstica, codificada en clave femenina. Su universo simbólico, cuidadosamente construido, ayudaba a disciplinar los cuerpos y comportamientos conforme a los ideales sociales y morales promovidos por la burguesía ascendente", cuentan sus organizadores en un texto de presentación de la exposición. "A través de un verdadero proceso de negociación y resistencia, las Retratadas supieron convertir este entorno controlado y controlador en un lugar inédito de diversión y creación, desafiando las normas impuestas a su género".
Estudios con presencia femenina
Un total de 152 piezas originales de la época, casi todas procedentes de colecciones españolas, conforman el itinerario de la exposición. La mayoría, más de la mitad, las aporta la colección particular de la propia Onfray, que se completan con los fondos del propio Museo del Romanticismo y las prestadas por instituciones como el Museo del Traje, la Biblioteca Nacional o la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, además de colecciones particulares como las de Mario Fernández Albarés, Jordi Barón Rub o la Fundación FBS‑Colección FBS. Se podrá visitar hasta el 25 de enero en la Sala XXV del museo.
Aunque son conocidos los nombres de quienes hacían las fotografías entonces, como Jean Laurent o Martínez de Hebert, que tenían su estudio en Madrid, Moliné y Albareda en Barcelona o Rafaël Rocafull en Cádiz, aquí las verdaderas protagonistas, en sentido contrario a como se ha contado la historia hasta ahora, son ellas. Damas de la alta sociedad en buena parte, sí, pero no solo: hay también hay artistas y músicas, sombrereras y amas de cría. Al posar, unas se adecuaban directamente a esos cánones estéticos burgueses, mientras otras trataban de impregnar sus retratos con algunas notas de rebeldía, pero todas buscaban expresarse de alguna manera, manifestar algún rasgo de personalidad.

Estudio de Martínez de Hebert, 'Una mujer y una niña' h. 1860. / Colección Stéphany Onfray
Luego estaban las fotógrafas y las ayudantes femeninas, que también las hubo. Muchas de ellas compartían estudio con sus maridos y se ocupaban de hacer algunas de las fotografías de mujeres para que estas no se sintieran incómodas. Es el caso de Antonio Ludovisi y su esposa, la fotógrafa francesa Catherine Esperon, en Valencia; o de M. Fernando y Anaïs Napoleón en Barcelona. Aunque muchas fotógrafas desarrollaron esa labor a la sombra del cabeza de familia, al menos hasta que enviudaron, las hubo que optaron por fundar sus propios estudios. En la muestra también vemos trabajos de otras pioneras como Alejandrina Alba, Antonia Santos o Leonor Ortiz.
Del arquetipo a lo innovador
El recorrido arranca con un análisis de la Iconografía de lo femenino en el que se recogen todos esos arquetipos conservadores ligados a la maternidad, la religión o el buen gusto, unos valores que se transmitían de madres a hijas y por eso en algunas las vemos retratadas juntas. En El cuerpo como obra el protagonismo lo toma el lenguaje no verbal: gestos, posturas y atuendos con los que las retratadas trataban de comunicar algo, a menudo simplemente cuestiones ligadas a la moda. Hay desde trajes regionales hasta disfraces, como uno de adivina del que cuelgan ramilletes de naipes, o el de la reina Isabel II encarnando a la reina Esther.

Estudio de Jean Laurent, 'Mujer disfrazada de adivina' h. 1860. / Colección Stéphany Onfray
Después, bajo el concepto de Metafotografía se reúnen piezas que van más allá de la función visual de la imagen, y que le dan un sentido personal y emocional, desde posados en compañía hasta efigies ‘post mortem’, imágenes con un alto componente afectivo que se acabarían convirtiendo en patrimonio de muchas familias. En el último capítulo, Hacia la modernidad, ya se puede ver cómo muchos de aquellos retratos apuntaban a la emancipación profesional de las mujeres o a mostrar lo más profundo de sus ideas o inquietudes, simulando actividades laborales, artísticas o cotidianas.
Con esta exposición se vuelve a poner de manifiesto el déficit que todavía atesoramos en el conocimiento del papel que han tenido las mujeres en la evolución de manifestaciones artísticas y cambios sociales, y que sigue necesitando que proyectos como este saquen a la luz esa parte más desconocida de nuestra historia, que todavía debe ser desempolvada y mirada con una nueva lente, esta vez más equilibrada.
- Avances del soterramiento de la A-5: cómo va el túnel y qué opinan los vecinos a un año de su reapertura
- Subasta del Canal de Isabel II: viviendas, locales y terrenos en Madrid desde 5.500 euros
- El Mad Cool se renueva para su décima edición: aforo limitado, cambio de hora y nueva jornada
- Las columnas griegas que bordean el Manzanares no son lo que parecen: 'Algunas tienen impactos de bala de la Guerra Civil
- Evolución de las obras del soterramiento de la A-5 (Latina) en imágenes
- Así es el impresionante chalet de Juan del Val y Nuria Roca en Pozuelo de Alarcón: varias alturas, jardín y piscina
- Obras 'en avance' y una carrera de ensayo previa a la F1 para el circuito de Ifema
- HBO Max estrena 'Expediente Vallecas': 'El drama familiar da mucho más miedo