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ARTE

Los obras maestras de Picasso que sólo podían verse en Alemania hasta hoy: arlequines, máscaras y desnudos, al descubierto en Madrid

El Museo Thyssen acoge 50 obras maestras de Pablo Picasso y Paul Klee que pertenecieron al coleccionista Heinz Berggruen: la muestra estará abierta al público hasta el 1 de febrero

'Dora Marr con uñas verdes' (1936), de Pablo Picasso.

'Dora Marr con uñas verdes' (1936), de Pablo Picasso. / ARCHIVO

Pedro del Corral

Pedro del Corral

Madrid

Se enamoró de ella al instante. El día que Pablo Picasso la conoció en el café Deux Magots, elegante, a punto de alcanzar los 30, Dora Marr estaba jugando con una navaja en la mesa. Por aquel entonces, la joven ya se había labrado un nombre en la vanguardia europea. Reconocida por su vena surrealista, fue una de las artistas más atrevidas de su época: jamás se conformó y, poco a poco, empezó a experimentar. Con el vista siempre por delante, se prometió renovar la fotografía y romper con los cánones establecidos. Un arrojo que encandiló al pintor de Málaga, que no dejó de retratarla durante los nueve inviernos que pasaron juntos. Su Dora Marr con uñas verdes, uno de los primeros dibujos, ojo, sólo podía verse en Alemania hasta hoy: el Museo Thyssen lo ha tomado prestado junto a otras 59 piezas para la muestra Picasso y Klee en la colección de Heinz Berggruen.

La exposición, abierta al público hasta el 1 de febrero, profundiza en la relación artística entre Pablo Picasso y Paul Klee, dos de los autores de cabecera de Heinz Berggruen: el coleccionista alemán abrió en 1950 una galería en París especializada en arte moderno que, durante tres décadas, contó con una prestigiosa clientela, entre la que se encontraba el barón Thyssen-Bornemisza. Al tiempo, cansado de regentarla, se dedicó a ampliar su repertorio personal de obras del siglo XX. Un legado que el Gobierno alemán adquirió en el 2000, siete años antes de su fallecimiento.

'Dama con lacre' (1930), de Paul Klee.

'Dama con lacre' (1930), de Paul Klee. / ARCHIVO

Cuando el Museum Berggruen abrió sus puertas en el barrio Charlottenburg, como parte de la Nationalgalerie de Berlín, entonces, vio cumplido su gran deseo: acercar al público su mayor tesoro. Un caso similar al que protagonizó en Madrid Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza una década antes. Con motivo de la remodelación de su edificio, el Berggruen lleva organizando desde 2022 una serie de exposiciones internacionales en Japón, China y Australia, entre otros, para mostrar lo más granado de su compilación. En esta ocasión, propone un diálogo entre los dos artistas favoritos del colector: “Picasso, más terrenal, excesivo, meridional y sensual, y Klee, más introspectivo, nórdico, espiritual e intelectual, poseían personalidades muy opuestas. A pesar de ello, mostraron interés el uno por el otro, manifestando sus obras semejanzas en muchos aspectos”.

'Arlequín sentado' (1905), de Pablo Picasso.

'Arlequín sentado' (1905), de Pablo Picasso. / ARCHIVO

Entre ellos, la radicalidad, la plasticidad y la impronta de su obra. Les gustaba experimentar, deformando cuerpos y formas. “Gracias a la selección de obras y gracias también a la disposición, se ha conseguido traer mucho a Picasso al terreno de Klee. Fueron dibujantes apasionados, vocacionales del dibujo lineal. Klee compartió el cubismo que había inventado Picasso, recibió la herencia del cubismo y los dos compartieron una afinidad por el surrealismo", ha explicado Guillermo Solana, director del Thyssen, durante la presentación de la retrospectiva.

Naturaleza muerta

El recorrido está articulado en torno a cuatro temas que interesaron a ambos artistas: en Retratos y máscaras, se muestra cómo Picasso y Klee redefinieron el retrato moderno a través de la deformación caricaturesca. Los dos experimentaron con recursos de reducción y distorsión, en parte por la fascinación que les provocaron las piezas del museo etnográfico de Múnich. Por su parte, en Lugares, la segunda parada, el foco está puesto en los paisajes que tanto les marcaron. Ahora bien, estos influyeron más al segundo que al primero, que en un viaje a Túnez abrió un diálogo con el ecosistema que salpicó toda su producción desde entonces. Más adelante, Cosas plantea cómo la pintura de Cézanne impulsó a Picasso a experimentar con la naturaleza muerta de forma habitual en su carrera. Klee, a la par, empezó a crear arquitecturas oníricas a través de la unión de elementos más pequeños y dejándolas flotar en un espacio indefinido.

'La señora R. viajando por el sur' (1924), de Paul Klee.

'La señora R. viajando por el sur' (1924), de Paul Klee. / ARCHIVO

Por último, en Arlequines y desnudos, se desmenuza la atracción que despertaron los cuerpos a los dos. Algo que se intuye en sus visiones de los desnudos y el circo. Ambas temáticas se vinculan a sus obras como Sileno en compañía danzante (1933) y Arlequín en el puente (1920). "Mientras que Picasso es una gran sinfonía, Klee es música de cámara", ha asegurado Olivier Berggruen, hijo de Berggruen, sobre la muestra comisariada por Paloma Alarcó y Gabriel Montua. En cada sección, asimismo, se ha incorporado una selección de obras de la colección Thyssen, algunas de las cuales pertenecieron a esta familia en el pasado.