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El renacer gastro de Rosales: el próximo Ponzano está en el Parque del Oeste y tiene los mejores atardeceres de Madrid
Con la apertura de Moret, ya son tres los kioscos que reabren con nuevos proyectos en esta avenida señorial flanqueada por uno de los mayores pulmones verdes de la capital

Kiosko Moret, nuevo proyecto de los creadores del Bar Trafalgar, es el último que ha abierto en la acera del Parque del Oeste de Rosales. / ALBA VIGARAY

Las terrazas de los primeros números del Paseo del Pintor Rosales, la parte más cercana a su arranque en Ferraz a la altura del Templo de Debod, se llenan cada fin de semana a la hora del aperitivo. No son locales que brillen por su carta: la propuesta de bebidas de siempre, algo de tapeo sencillo para que el trago no caiga en vacío y poco más. De allí en adelante, a partir del cruce con Quintana, el vacío: apenas un puñado de restaurantes a lo largo de un kilómetro de calle de edificios señoriales y poca vida en las aceras.
Las especialidades italianas del Piú di Prima y la emblemática Casa de Valencia con sus arroces están entre lo poco, muy poco, que tiene que decir en materia culinaria una de las avenidas más bonitas de Madrid, con esa orilla verde y con vistas al horizonte que es la del Parque del Oeste. Hasta ahora. La llegada de varias terrazas nuevas con un concepto más actual y un paladar más afilado justo en ese lado de la calle podría cambiar muy pronto esa situación y devolverle a Rosales un movimiento que hace tiempo que no tenía.

Terraza de Palacete Rosales, el kiosko que está más cerca del Templo de Debod y de la Plaza de España. / ALBA VIGARAY
Los tres kioskos situados en esa acera, que llevaban tiempo en decadencia cuando no cerrados, han ido reabriendo sus puertas en los últimos meses con nuevos negocios y nuevos propietarios. El más cercano a Debod, Palacete Rosales, lo gestiona ahora Mesa Cero Chefs, que tienen experiencia en este tipo de establecimientos porque poseen varios similares en Arroyo del Fresno. Magadán es parte del grupo Lamucca, con diferentes locales de éxito en toda la ciudad. Y el más alejado del centro, Kiosko Moret, se lo ha adjudicado el Grupo Trafalgar, promotor de un proyecto tan exitoso como Bar Trafalgar, en la zona de Olavide, que después han tratado de replicar con el Bar Vergara en Chamartín. El propósito de este, el último en abrir de los tres con tan solo unas semanas de rodaje a sus espaldas, es el mismo que sus locales hermanos dentro del grupo: comer y beber muy bien sin que la cuenta se dispare, a menos que lo que se pida lo merezca.

Interior de la pérgola de Kiosko Moret. / ALBA VIGARAY
Juan Tena, uno de los empresarios que está detrás tanto de Palacete Rosales como de Kiosko Moret con dos grupos de socios distintos, explica la diferencia que hay entre ambos: el primero es una terraza pura y dura, un concepto más informal y con más circulación de gente. En Moret, en cambio, han querido hacer algo más sofisticado. Para ello han cerrado una parte de la terraza con una pérgola que aspiran, dice, "a que tenga envergadura de salón, de restaurante". Sus aires son de local clásico actualizado, elegante y desenfadado a la vez, con unos ventanales muy amplios que permiten unas estupendas vistas del parque y de sus atardeceres: la caída del sol por detrás de la Casa de Campo no tiene desperdicio. Además, cuenta con una amplia terraza que se puede techar a voluntad. En esa parte, admite, "la estacionalidad es insalvable. Eso lo sabemos, está contemplado. Pero tenemos la esperanza de que en Moret se reserve para cenar en febrero", comenta en referencia a esa pérgola que han construido, y que les debería permitir funcionar a pleno rendimiento por mal tiempo que haga.

Las vistas desde la terraza de Kiosko Moret. / ALBA VIGARAY
Buenos cócteles y unas anchoas ya legendarias
Kiosko Moret ofrece uno de los rasgos distintivos del grupo: la coctelería de calidad con la que ya han convertido al Bar Trafalgar en un clásico y que aquí se plasma en algunas recetas de toda la vida y en otras ligeramente 'tuneadas' con referencias locales, como el Rosales Spritz (con vermú gallego Petroni, prosecco, bitter de cardamomo y soda), el Bloody Moret (al vodka y al zumo de tomate le añaden una mezcla de salsas que se salen de lo habitual) o el Negroni del Oeste (con su propia ginebra mediterránea, Campari, vermú y bitter de naranja).

La carta de Kiosko Moret. / ALBA VIGARAY
En la carta de sólidos hay clásicos de los que repiten en todos sus locales, como las célebres anchoas sobre brioche y mantequilla ahumada que no inventaron exactamente pero que fueron ellos quienes las pusieron de moda, los montaditos de steak tartar sobre milhoja de patata que aquí también hay en versión atún, el puerro asado con vinagreta de hierbas o el rapito braseado con salsa de bilbaína que sirven troceado pero sin necesidad de brocheta. Hay platos que también encontraremos en Palacete Rosales, pero aquí todo tiene un extra de sofisticación: lo de incluir ostras del cantábrico no es inocente. A pesar de que tienen que apañarse con unas cocinas muy pequeñas, lo que les permiten las construcciones con más de un siglo de historia que son los kioskos originales, Tena deja claro que "nosotros no compramos nada hecho, lo preparamos todo aquí".
Oferta escasa
El barrio de Argüelles, donde se ubica Rosales, puede presumir de no haber sufrido todavía la gentrificación que ha arrasado otros. Está muy cerca de Malasaña y siempre ha tenido un pequeño porcentaje de población estudiantil por su cercanía con universidades públicas y privadas, pero todavía es una zona de gente mayor y poco turistificada, salvo los aledaños de Debod. Eso le ha permitido salvarse por ahora, pero toda virtud tiene su reverso: la hostelería de la zona se ha quedado anticuada y no abundan los sitios apetecibles para comer o tomar algo. Por eso, las nuevas propuestas que están surgiendo en el parque suponen un soplo de aire fresco que se estaba haciendo necesario.
"Siempre me ha llamado la atención que este es un barrio maravilloso y la hostelería, en cambio, deja un poco que desear. La zona ha tenido sus épocas de gloria. Fue incluso juerguista y noctámbula, y si te remontas a antes de la Guerra Civil, aquí era donde se montaban el circo, los conciertos... Pero ha tenido vaivenes y la realidad es que últimamente estaba bastante parada... Si quitas Cuenllas [un clásico de la gastronomía madrileña, con restaurante y tienda gourmet en Ferraz] y alguno más, casi todo lo que hay es poco atractivo", explica Tena.

El kiosko de Palacete Rosales. / ALBA VIGARAY
Ese pasado al que se refiere se remonta un siglo atrás. El Parque del Oeste, que se concibió como un área de esparcimiento verde en uno de los límites de la ciudad, se terminó de construir, en su primera fase, hacia 1906. Pocos años después, en las manzanas de Rosales que están más cerca de Marqués de Urquijo, donde el paseo terminaba por entonces, se instalaron primero el Magic-Park, fundado en 1913, y después el Saturno-Park, dos recintos de ocio de enorme éxito que incluían circo, teatro, cine y atracciones de la época como una montaña rusa y una reproducción a escala del Titanic, además de sofisticados restaurantes y zonas de baile. Aquel Rosales que era puro ocio festivo duró casi hasta la guerra.
Entre los años 40 y los 70 se construyeron todos esos lujosos edificios que ahora miran al parque, dando lugar a un Park Avenue madrileño, como lo han llamado algunos, donde tienen casa vecinos ilustres como Pedro Almodóvar, Eduard Fernández o Eugenia Silva. El barrio se convirtió en una zona esencialmente residencial y de ambiente tranquilo, donde a pesar de todo florecieron bares noctámbulos como Rosales, 20, un clásico todavía a pleno rendimiento, y alguna discoteca tristemente célebre como El Balcón de Rosales, que acabó cerrando en 2008 tras un terrible suceso. Hoy en día subsiste algún club nocturno, pero la calle, salvo sus primeras manzanas, tiene poco movimiento de gente tanto de día como de noche. Apostar por esas terrazas al borde del parque, alguna bastante alejada del centro, es una operación arriesgada pero también la oportunidad de llenar un hueco que estaba por cubrir.

El kiosko Magadán cuenta con terraza abierta pero también con una pérgola. / ALBA VIGARAY
"Yo creo que el barrio lo va a acoger muy bien. Y eso es lo importante para nosotros", dice un Juan Tena que confía sobre todo en los vecinos. "Que luego trascienda el barrio, que se ponga de moda y venga gente de otras zonas... pues estupendo. Pero estoy seguro de que los que viven aquí lo van a recibir encantados". Las primeras sensaciones, con algunos días de lleno a pesar de que el tiempo empieza a empeorar y los días a acortarse, están siendo buenas. Con algunas sorpresas. "Hay gente mayor que es muy de la antigua escuela, gente muy bebedora que no se pierde su whisky o su gin tonic", comenta divertido.
Con las tres terrazas funcionando a pleno rendimiento, Rosales tiene todo a su favor para convertirse en un nuevo destino gastro en una ciudad siempre hambrienta de novedades y nuevas opciones. En este caso, en un vergel como el Parque del Oeste y con esa caída hacia la Casa de Campo que lo convierte en una atalaya con amplios horizontes. Un lugar donde respirar en una ciudad a menudo asfixiante. El aperitivo en los fines de semana lo tienen ganado, porque eso es lo que se va a hacer allí normalmente. Ahora habrá que ver si funcionan también comidas y cenas, incluso desayunos en el caso de Kiosko Magadán, que es el primero que abre (a las 10h; los otros dos lo hacen a las 13h). Los tres funcionan todos los días de la semana, tienen cocinas non-stop y horarios amplios que llegan al menos hasta la 1:00 de la madrugada en fin de semana. Las condiciones para que todo vaya bien están ahí, ahora habrá que ver si Madrid responde como se le supone.
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