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NOSTALGIA POP

El niño de Lavapiés que ha dibujado 500 cromos y los ha colgado en el Ayuntamiento: no llores, es tu infancia

Luis Pérez quiere recuperar la iconografía popular de la España de los 60, 70 y 80 a través del arte: en 'Cromos de artista', la exposición que CentroCentro acoge hasta el 26 de abril, propone su particular lectura de la niñez

Cromo titulado 'Caravaggio y los pintores del norte'.

Cromo titulado 'Caravaggio y los pintores del norte'. / LUIS PÉREZ CALVO

Pedro del Corral

Pedro del Corral

Madrid

Entre tebeos y vinilos creció Luis Pérez. Era un niño curioso, siempre pendiente de los cambios que su Lavapiés natal estaba viviendo. Las grúas que copaban su barrio de Madrid no le impidieron, ojo, qué listo, ver más allá. Primero, al futuro. Después, al pasado. Y, así, poco a poco, fue creando en su cabeza un universo salpicado de canciones de verbenas, letreros de comercios y carteles de películas que hoy ha cobrado realidad: lleva 10 años creando sus propios cromos con retales de aquella época, transformando su infancia en arte. Un trabajo artesanal que, ahora, a sus 63, expone en CentroCentro.

En las piezas que acoge Cromos de artista, abierta al público hasta el 26 abril, en la tercera planta, los envoltorios de chicles Bazooka se cruzan con las pinturas negras de Francisco de Goya, los Beach Boys conviven con los platos más castizos de la región y los Looney Tunes deambulan por las calles de Carabanchel. Un ejercicio visual que se sostiene en la capacidad de Luis para establecer relaciones íntimas y secretas entre las cosas. De esta manera, ha construido un arsenal de imágenes melancólicas y humorísticas que esconden numerosas lecturas. Cada una, de hecho, abre la puerta a distintos modos de vivir la niñez.

Cromo titulado 'Visit Spain'.

Cromo titulado 'Visit Spain'. / LUIS PÉREZ CALVO

“Su mirada funciona como contrapunto a los relatos dominantes de la escena artística. No responde a criterios académicos institucionales o comerciales, sino que Luis se guía por afinidades estéticas y vínculos personales. Propone una poética lúdica, deliberadamente humilde en escala y que impulsa un intercambio basado en el vínculo: una red de complicidades y recuerdos entrelazados”, señala Carlos Delgado, comisario de una muestra que se nutre del cine B, las chapas, el circo, las pelotas y el pop de una etapa. Es una invitación a leer la historia reciente desde un ángulo inesperado, pero colectivo.

Cromo titulado 'Introspecciony fuga'.

Cromo titulado 'Introspecciony fuga'. / LUIS PÉREZ CALVO

En sus innumerables visitas al Museo del Prado, Luis fue alimentando un nervio creativo que se ha saldado con 500 cromos inéditos. Obras que reinterpretan todas las exposiciones que ha visitado a lo largo de su vida, incorporando asociaciones libres, juegos sonoros y ecos anecdóticos de su entorno. Son su particular revisión de la ilusión que, entonces, sólo entonces, pervive sin apenas contaminación. Y, para ello, ha evocado aquella primera forma de coleccionismo popular, con sus álbumes y sobres sorpresa, que practicó de pequeño en la plaza del Campillo cada domingo. Ahora, en cambio, lo sigue haciendo con sus hijos.

Mapa 'kitsch' de Madrid

El recorrido se articula en torno a dos murales que Luis ha creado para la ocasión: en ellos, ha desarrollado el mapa en blanco y negro de un Madrid imposible donde conviven viejos museos, anuncios de neón, autopistas elevadas, edificios tecnológicos… Los cromos se encuentran sobre ellos para mostrar el profundo tejido cultural de la ciudad, con sus voces, conflictos, hallazgos y fracasos correspondientes. Una fusión de lo callejero y lo kitsch que atraviesa toda su producción artística: así lo ha dejado patente ya en Francia, Reino Unido, Corea del Sur, Estados Unidos y Alemania, donde las ha expuesto.

Cromo titulado 'Amalia Avia'.

Cromo titulado 'Amalia Avia'. / LUIS PÉREZ CALVO

Ahora bien, si por algo destaca la obra de Luis, cuya trayectoria se caracteriza por una intensa recuperación de la iconografía popular de los 60, 70 y 80 a través del dibujo, la pintura y la cerámica, es por ofrecer una contracrónica de un tiempo. No busca sorprender, sino remover. Y, claro, visto así, es fácil dejar huella cuando de recordar la niñez se trata. Tiene entre manos un pasaporte a quiénes éramos y, tal vez, una pena, hayamos olvidado.