EDUCACIÓN
Vicent Ginés, experto en adolescentes: "Madrid impone velocidad, pero educar requiere presencia"
"Los adolescentes no entienden de reuniones ni atascos: solo sienten la ausencia", advierte el creador del programa Supernova, que ya ha ayudado a cientos de familias madrileñas a reconstruir el vínculo con sus hijos

Vicent Ginés, experto en adolescentes. / Cedida

¿Y si la adolescencia no tuviera por qué ser un campo de batalla? Durante años, hemos asumido como "normal" que esta etapa esté marcada por el conflicto, la incomunicación y la desesperación mutua entre padres e hijos. Pero, ¿y si simplemente estuviéramos enfocándola mal?
Los datos lo confirman: según el Estudio sobre la situación de las familias, la infancia y la adolescencia 2023, los adolescentes que sienten apoyo emocional por parte de sus padres presentan niveles significativamente más bajos de ansiedad y depresión. En cambio, relaciones familiares marcadas por la falta de atención o el exceso de control se traducen en más estrés, más aislamiento y más dificultades emocionales. Aunque más del 70% de los adolescentes declara llevarse bien con sus padres, también afirman que la comunicación se va debilitando con la edad, y muchos sienten que no se les escucha o comprende tanto como desearían.

El educador Vicent Ginés Romero en su firma de libros 'No lo mates todavía'. / Cedida
En ese contexto, el educador Vicent Ginés Romero ofrece una mirada esperanzadora y transformadora. Mediador, conferenciante y formador, ha creado Familias Estelares, un método probado que ya ha ayudado a miles de familias en todo el mundo a reconstruir el vínculo con sus hijos adolescentes desde el respeto, el amor y herramientas concretas como el "bienpensar". Su objetivo es claro: adolescentes más felices, padres más tranquilos, y relaciones más sanas. En esta entrevista nos habla de cómo lograrlo —y de por qué, como defiende en su libro ¡No lo mates todavía! (Alienta), el problema no es la adolescencia, sino cómo la estamos viviendo.
Pregunta. ¿Cómo definirías el Programa Supernova de Familias Estelares?
Respuesta. El Programa Supernova es una formación familiar experiencial para padres y madres con hijos adolescentes que buscan cómo mejorar su relación. En vez de analizar solo los problemas, los padres y los hijos los experimentan y resuelven desde el entendimiento y la conexión emocional, acompañados por un equipo de formadores especializados en el vínculo familia-adolescente. Se les enseña el método Familias Estelares, sumamente práctico, resultado de más de 20 años dedicados a descifrar qué separa a padres e hijos en la adolescencia y cómo volver a unirlos. Además cuentan con apoyo y eventos presenciales, a los cuales acuden con sus hijos, que son un auténtico acelerador donde comparten experiencias inolvidables.
P. ¿En qué se diferencia Supernova de una terapia familiar clásica?
R. La diferencia es radical. Nosotros no hacemos terapia: hacemos método. Somos formadores especializados en el vínculo familia adolescente. No trabajamos desde el diagnóstico ni desde la patología, eso se lo dejamos a los especialistas, nosotros ofrecemos formación, técnicas y aprendizaje vivencial a los padres y madres para que el cambio se origine desde casa y evitar así la dependencia de un profesional. Las familias que llegan al programa no buscan curarse, buscan reconectar con el amor que sentían cuando sus hijos eran pequeños, necesitan reaprender a vincularse y entender qué está sucediendo y qué pueden hacer ellos para cambiar la dinámica familiar que se ha generado. Y lo hacen desde un método integral y probado, que ha acompañado a cientos de familias a salir del conflicto y vivir la adolescencia de manera diferente.
P. ¿Qué factores propios de la vida madrileña complican la relación padres-hijos?
R. Madrid es maravillosa, tengo que decirlo que mi mujer es madrileña, aunque también es símbolo de velocidad: horarios imposibles, poco espacio, mucho ruido y cero tiempo. La dificultad de establecer prioridades y compatibilizar áreas de la vida, es real. Esa falta de presencia desgasta a uno mismo, y por ende, la convivencia familiar. Las grandes ciudades absorben. El adolescente no entiende de tráfico ni de reuniones, solo siente la ausencia y vive con miedo a todos los cambios que experimenta en sí mismo. Los padres no entienden el origen de todo lo que se ha creado. Vivimos tan acelerados que confundimos estar juntos con estar en el mismo lugar. Por eso la manera de salir de la rueda de la rata es salir de la rutina, generar un espacio de entendimiento y evolución donde las familias vuelven a mirarse, a escucharse y a recordar que educar no debería ser una guerra, sino un camino lleno de experiencias inolvidables y mucho amor.
P. ¿Qué perfil de familias madrileñas llega al programa?
R. En Supernova hay familias de todas las realidades sociales y lugares. Tenemos abogados, médicos, carpinteros, taxistas, profesores… De Chamberí y Vallecas, de Pozuelo, de Carabanchel, de Alcorcón, de Majadahonda... Lo que las une no es su nivel económico o su lugar de nacimiento, de hecho tenemos extranjeros también en nuestros programas, sino la sensación de haber perdido la conexión con sus hijos y la prioridad de cambiar la situación familiar en la que se ven metidos. Quieren sentir unión familiar y disfrutar de esta etapa, que está tan demonizada, desde un prisma diferente. Y descubren que sí hay otra manera. Es alucinante ver cómo llegan y en pocos meses su semblante cambia, muchos incluso dejan de fumar, empiezan a cuidarse, se reencuentran con la pareja… Cuando tu familia se ordena, el cambio impacta no solo con los hijos, también consigo mismos.
P. ¿Qué papel juegan las dinámicas vivenciales y por qué funcionan con adolescentes?
R. El adolescente no responde a los discursos, responde a la experiencia. Las dinámicas vivenciales rompen la distancia y generan un lenguaje emocional común entre padres e hijos. Cuando un hijo ve a su padre abrirse con autenticidad, vulnerabilidad, sin sermones ni juicios, conectado con la diversión, la emoción… Empiezan a entenderse a niveles más profundos. Asimismo, las dinámicas las viven con otros jóvenes, otras familias que también quieren llegar a tener esa vida donde se priorizan las relaciones humanas y no la distancia que generan las pantallas. Ahí es donde las frases como "mamá, a otros sí que les dejan" o "vas a hacer que pierda a los amigos" desaparecen, porque descubren que otra vida es posible.
P. ¿Cómo se mide si realmente se ha producido una reconexión?
R. Cuando una madre, después de apenas unos meses, comparte que jamás se habría imaginado que podría tener esa complicidad con su hija, no hay duda de que ha sucedido. Cuando un adolescente sube a un escenario delante de 300 personas, sube a sus padres, les pide perdón por cómo les ha hecho sufrir y les da las gracias por no haber tirado la toalla, es indiscutible que la reconexión se ha producido. No se mide en informes, no hay necesidad. O es evidente o no se ha producido. No hacen falta grandes hechos, sobre todo se siente en lo cotidiano porque el vacío que antes había, se llena de amor. Antes había distancia y tensión, ahora el hijo se sienta al lado de su madre a contarle su vida y reírse juntos.
P. El adolescente se siente más involucrado
R. Sí, ahora no solo colabora en casa, sino que tiene complicidad con sus hermanos e incluso ayuda a su padre en su trabajo, de hecho ahora hasta las vacaciones dejan de ser una pesadilla para todos y se convierten en una oportunidad de crear recuerdos memorables. Donde antes había distancia, ahora hay vínculo. Y si hay vínculo restaurado, se produce la reconexión.
P. ¿Con qué problemas suelen acudir los padres y con qué expectativas los hijos?
R. Los padres llegan agotados, frustrados, con miedo a perder a su hijo. Cuando les damos las primeras herramientas y la formación para que entiendan el origen y conecten con la esperanza de que otra adolescencia es posible se sienten esperanzados y también con mucho miedo de cómo sus hijos y entorno reaccionan a la decisión. Los hijos, en cambio, empiezan con escepticismo. Creen que será otra charla moralizante, un curso casposo educativo o un intento de corregirlos. Pero cuando ven que no hay juicios, ni sermones, ni terapeutas con bata blanca, sino personas que los entienden y los guían desde la experiencia, que además disfrutan, se permiten y se divierten, algo se desbloquea y ven que es diferente a lo anterior. Los padres recuperan su liderazgo emocional, y los hijos sienten que pueden volver a confiar. En apenas un día de evento, por ejemplo, el cambio de actitud en ambos colectivos empieza a percibirse.
P. ¿Cuál es la reacción inicial más común de los adolescentes al participar?
R. Seamos sinceros, aunque algunos les ilusiona porque lo viven como una aventura, otros no solo desconfían, sino que se oponen a venir. Llevan tiempo sintiéndose rotos por dentro y creen que esto es otra iniciativa de su padres para intentar arreglarlos, cuando ellos no sienten que sean el problema sino que nadie les entiende y, por lo tanto, nadie puede ayudarlos. Hay padres incluso que llegan a venir primero sin sus hijos, porque llevan tanto tiempo mal que, para conseguir que quieran venir, primero tienen que cambiar ellos la inercia que se ha creado en su casa. Eso sí, en cuando vienen sienten la autenticidad, se abren. Hacen amigos. Juegan, preguntan, reflexionan en grupo. Se dan cuenta que aquí hay una oportunidad para ellos, única, que no tienen nada que ver con lo que antes habían vivido. Muchos acaban diciendo: "Por fin siento que me entienden". Y ese por fin es el inicio de todo. Ahí es donde ya no hay vuelta atrás, participan con intensidad y se permiten mucho más.
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