EXPOSICIÓN EN EL THYSSEN
Pollock y Warhol: un duelo de titanes con más en común de lo que creíamos
La nueva muestra del museo traza paralelismos y destierra lugares comunes sobre dos artistas a los que siempre hemos situado en lugares opuestos, abstracción y figuración, que no lo eran tanto

'Sombras', de Andy Warhol, una de las series de Andy Warhol que se expone en 'Warhol, Pollock y otros espacios americanos'. / ZIPI ARAGON - EFE

Una serie de pinturas de manchas informes, hechas con orina, las Piss Paintings (Pinturas con orina, 1961); otra compuesta por dos lienzos, uno más pequeño y otra gigante, de trazos libres de pintura de mil colores en los que no se percibe ninguna forma, y que tituló sencillamente Yarn (Hilo, 1983). Todas ellas, obras de un Andy Warhol irreconocible. En el lado opuesto, un Jackson Pollock de finales de los años 30 en el que se aprecian perfectamente dos figuras humanas en posturas complicadas, una recostada sobre la otra, con especial detalle en sus musculaturas. Puede que el espectador cortocircuite brevemente: el rey del pop mostrando su lado más abstracto, y el del expresionismo abstracto en su vertiente más figurativa. Dos eternos opuestos remando en dirección del otro, encontrándose en lugares similares. La muestra Warhol, Pollock y otros espacios americanos, que el Museo Thyssen inaugura mañana, tiene como objetivo poco disimulado acabar con lugares comunes y darle una patada al canon con el que hemos entendido el arte contemporáneo hasta ahora. O al menos a ese rincón que, dentro de la historia del arte, representa la pintura estadounidense de mediados del siglo XX.
La que se presenta como la exposición más importante del otoño en el Thyssen, y sin duda una de las más golosas para el gran público por el peso de los nombres en cartel, demuestra la existencia de "ese espacio intermedio, ese espacio queer, que en realidad no es ni abstracto ni figurativo" por el que transitaron Warhol, Pollock y algunos de sus coetáneos. Lo dice la comisaria, Estrella de Diego, que propone una aproximación al trabajo de todos ellos que vendría a romper con ese "sistema binario" con el que Occidente se han empeñado en organizar la historia del arte. Para ella, entre los dos hay una línea de contiudad, preocupaciones y puntos en común que son los que trata de mostrar aquí, en la primera exposición de envergadura que se dedica a Pollock en España. Warhol, que fue admirador de éste y en el que ahora vamos a reconocer su influencia, sí que ha estado más presente: la propia Estrella de Diego organizó una retrospectiva en La Casa Encendida hace casi dos décadas.
Lo que también hace esta exposición es mostrar a un Warhol menos banal, explica De Diego, o como dice Guillermo Solana, "mucho más inteligente, mucho más profundo, mucho más intelectual y mucho más de vanguardia de lo que uno podía imaginarse". El artista pop por excelencia fue víctima, añadía el director del Thyssen, "de esta imagen de rubia tonta que le encantaba, que cultivó como una máscara, pero que se le ha tomado muchas veces al pie de la letra. Y era un tipo con muchas vueltas, con muchas capas. Cada obra suya puede interpretarse de muchas maneras".

'Bruma nocturna' (1944-1945), una de las obras expuestas de Jackson Pollock. / ZIPI ARAGON
La muestra lleva cocinándose desde antes de la pandemia. Solana y De Diego empezaron a planearla en la cafetería del propio museo, conscientes de que no sería un trabajo fácil, pero ha acabado siendo realmente complicado, cuentan, sobre todo porque muchas de las obras proceden de Estados Unidos y son de gran formato, con las dificultades y los costes que eso conlleva. El presupuesto, que han tenido que aumentar varias veces, a punto estuvo de impedir que llegara a buen puerto. Estrella de Diego reconoce que este ha sido "el proyecto de mi vida".
Repeticiones y espacio
Explican en la muestra que las abstracciones de Pollock guardan resquicios figurativos, y que las figuraciones de Warhol quiebran el espacio tradicional. El de Pittsburgh se lamentará de que el mundo esté demasiado lleno de objetos y llegará a decir que su mejor escultura sería un agujero en la pared. Su Elvis plateado (Un solo Elvis, 1964), que se puede ver en la exposición, tiene algo de aparición desde un fondo blanco y minimalista: flota en el espacio vacío. Con mucha intención, está pegado a una obra de Pollock, Fosforescencia (1947), a la que la pintura de aluminio también da un importante toque plateado.
A base de repeticiones y serialismo, los objetos fotografiados por Warhol casi se llegan a esconder o pierden en cierta medida el sentido figurativo que podrían haber tenido: lo vemos en la Liz Taylor que se repite 15 veces en Liz en plata como Cleopatra (1963), o en la serie de serigrafías de diferentes colores Silla eléctrica (1971), donde retrata este instrumento de muerte hasta casi agotarlo. También se basan en la repetición sus obras sobre accidentes de automóviles que se supone que inspiró a Warhol el choque en el que perdió la vida el propio Pollock en 1956.

'Optical Car Crash', de Andy Warhol, una de sus obras sobre accidentes de automóvil. / ZIPI ARAGON - EFE
De este último se pueden ver en la exposición varias piezas que sus organizadores califican de monumentales, como su Enchanted Forest (1947), que viene de la Peggy Guggenheim Collection, o su Number 27, 1950, del Whitney, ambas de su madurez artística, cuando el artista pone todo el énfasis en el gesto y sus obras se llenan de chorretones y goteos de pintura que muchas veces deja caer sobre un lienzo colocado en el suelo. También está, de esa época, Marrón y plata (1951), propiedad del Thyssen y la única obra del autor americano que se puede ver en un museo español.
Además de Warhol y de Pollock, en la exposición se recogen obras de artistas contemporáneos y cercanos a estos que dialogan con el trabajo de los protagonistas. Hay fotos tomadas por Cy Twombly o por Sol Lewitt que captan formas reales pero parecen casi abstractas y se repiten de forma serial, como también sucede con algunas de Warhol en los 80. Marisol Escobar llena de una luz muy latinoamericana una pintura a medio camino entre lo abstracto y lo figurativo. Robert Rauchenberg hace uno de sus habituales juegos con el collage y las superficies que tampoco sabríamos muy bien si encajar en uno u otro movimiento. De Mark Rothko está su imponente Sin título (Verde sobre morado), también propiedad del Thyssen. Enfrente de él y de las Sombras de Warhol, en la penúltima sala de la exposición, donde la luz baja, la comisaria ha colocado un banco para que la gente se siente y mire. "La contemplación en este mundo en el que vivimos es el acto político y radical por excelencia", dice. Una radicalidad que todavía sorprende en una muestra sobre dos artistas a los que ya creíamos sobradamente explicados y mercantilizados, y que aquí adquieren otro cariz.
- Las columnas griegas que bordean el Manzanares no son lo que parecen: 'Algunas tienen impactos de bala de la Guerra Civil
- Fin de una época en Madrid con el cierre de la cafetería Hontanares de la calle Sevilla: 'Esta preciosa aventura termina aquí
- El proyecto ‘La base y la cruz’ gana el concurso para resignificar Cuelgamuros con un presupuesto de 26 millones
- Vecinos del norte de Madrid piden recuperar el trazado original de la L11 de Metro hasta Avenida de la Ilustración
- Ayuso respalda a Ryanair tras su choque con el Gobierno: 'No somos conscientes en ocasiones del daño que se puede crear
- La sorprendente opinión del arzobispo de Toledo sobre el nuevo álbum de Rosalía: 'Es muy difícil...
- El Banco de España abre sus puertas al público por primera vez hasta 2026: fecha y hora para conseguir las entradas gratis
- Juan del Val: 'Digo lo que quiero y escribo lo que quiero, soy ingobernable