TOROS
Tras el vacío de Morante, ¿qué y quiénes?
El maestro Diego Urdiales debería ser el torero encargado de llenar el hueco en los carteles por trayectoria y concepto del toreo más puro

El maestro Diego Urdiales pasea las dos orejas tras su gran faena en Bilbao este 2025 / EFE
Lejos de parecer chovinista, cabría decir por delante que llenar el vacío en los carteles tras la repentina retirada de Morante de la Puebla en Las Ventas no es fácil. Pero ahora queda un ramillete de toreros —no muchos, eso está claro— que atesoran en sus muñecas y en su sentir la grandeza de unir sus formas clásicas a los tiempos modernos de hoy en día.
Efectivamente, cada torero es distinto por su diferente forma de sentir, que es donde se eleva la dimensión del toreo, donde se revaloriza y alcanza la mayor difusión de su concepto. Así que, tanto por la unidad del estilo arquitectónico y clásico, por el ejercicio de su manera tan desarrollada y asentada en su interior y, sobre todo, por la pureza en la forma de torear, el más acertado —y el que verdaderamente puede hacerlo— es el maestro Diego Urdiales. De hecho, esta temporada pasada él sustituyó a Morante en un par de carteles (Málaga y Bilbao) con más que notable éxito.
Y sí, debería ocupar su sitio también por la edad, que es cuando los toreros empiezan a ser fructíferos gracias a la plenitud de su categoría, que no es otra que la madurez creadora, el conocimiento sobre el toro y el toreo que aporta el estatus definitivo de maestro, como ha demostrado él mismo.
La edad del que torea, para el que escribe, posee una relativa importancia, porque es cuando empieza a nacer frente al toro ese acopio de sapiencias y experiencias, rescatadas todas ellas convenientemente de viejos maestros con la resonancia de la personalidad de cada uno. Ahí está el ejemplo de Curro Vázquez a los 74 años en una mañana en homenaje a Antoñete en Las Ventas: la pureza de los lances, la hondura de los muletazos, la torería y el respeto de la solemnidad de un concepto. La esencia de una época del toreo que se va con él para siempre… Qué importancia tuvo. Ese debe ser el camino ahora.
Así que el torero de La Rioja, autor de una de las mejores faenas del año en la plaza de toros de Bilbao, se ha formado a sí mismo dentro de una escuela única: la de su primer maestro, el sevillano Rafael Guerrero, y la castellana de Luis Miguel Villalpando, tronco proverbial de Andrés Vázquez, para convertirse en un torero fundamental. Sin olvidar la deuda más o menos evidente que el toreo —el entramado del sistema taurino, cabría decir— tiene con él tras intentar arrinconarlo de las principales ferias. Pero no pueden, precisamente, por esa magnificencia de su concepto.
Es verdad que Morante es uno de los espadas más importantes de la primera mitad de este siglo, pero a este elenco, junto a Urdiales, añadiríamos a los sevillanos Juan Ortega y Pablo Aguado, por cercanía geográfica y estilo, aunque con recorrido todavía por delante para madurar sus respectivos conceptos, admirables y siempre con esa excepcionalidad de su voluntad creadora.

Diego Urdiales, en un natural lleno de pureza y torería poco a poco cada vez más extinguido realizado en Bilbao. / BMF Toros
De la escuela sevillana, Morante señalaba como excelentes toreros a Pepe Luis Vázquez, Manolo Vázquez, Pepín Martín Vázquez y Manolo González. Y en ese aire también están los dos toreros sevillanos nombrados. Merecen tiempo.
Por ser el toreo la interpretación de un arte según el sentir de cada quien, tiene lógica la existencia de heterodoxos, extraordinarios personajes cuyas claves abordó magistralmente el gran José Alameda en uno de sus lúcidos tratados. Son diestros que refrescan el ambiente, encendiendo alarmas que obligan a una revisión a fondo de la maquinaria del espectáculo taurino.
Los toreros de este corte siempre han llamado la atención del gran público, como Andrés Roca Rey, más austero y menos espectacular últimamente, más concentrado en sí mismo y menos de cara a los espectadores. Es evidente que su toreo está buscando nuevos caminos en la profundidad de sus maneras. Ahora se encuentra en un voluntario proceso de transición, pero todo indica que recogerá el peso del toreo tras la marcha de Morante de la Puebla, uno de los toreros que mejor ha interpretado el toreo.
Borja Jiménez o Daniel Luque también hacen fuerza por ocupar esos puestos de preferencia tras dos grandes temporadas. Igualmente, jóvenes promesas como David de Miranda —más realidad que promesa—, Samuel Navalón o Aarón Palacio.
En definitiva, Morante no pertenece a otra escuela que la que creó él y que se ha extinguido con él. Pero hay un ramillete de toreros y maestros consolidados que pueden paliar su vacío. De eso se trata.
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