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JUGUETES DE ANTES

De la Mariquita Pérez al Scalextric y a los grandes bazares de otra época: el Madrid más juguetero se expone en Delicias

La nueva muestra de los Archivos de la Comunidad de Madrid reúne juguetes de las ocho primeras décadas del siglo XX y fotografías y documentos que ilustran aquel mundo de fantasía infantil

El diorama que ilustra un día de Reyes en el Madrid de mediados del siglo XX.

El diorama que ilustra un día de Reyes en el Madrid de mediados del siglo XX. / Alba Vigaray

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

Madrid

Quienes fuimos niños antes de las pantallas, de estas pantallas pequeñas e interactivas que ahora monopolizan nuestro tiempo, todavía recordamos de manera casi física el escalofrío que nos recorría la espalda al plantarnos delante del escaparate de una juguetería, los nervios y el insomnio de la noche de Reyes o lo que molaba presumir de nuevo juguete ante los amigos, sobre todo si era el de moda, y luego compartirlo con ellos. Aquellos trozos de metal o de plástico moldeados en forma de muñecas, trenes eléctricos, balones o juegos de química eran la vía más directa a la felicidad en un mundo en el que lo tangible, lo que se podía tocar, todavía importaba: al Barriguitas se le cepillaba el pelo, el coche teledirigido se estrellaba contra mil paredes y, en las tiendas donde los vendían, uno entraba como si lo hiciera en la cueva del tesoro.

Todas esas sensaciones son las que revive la exposición ¡Me lo pido! Juguetes en el Madrid de nuestra infancia, que acaba de arrancar en la sala de exposiciones de los Archivos de la Comunidad de Madrid y que se podrá visitar hasta el 8 de febrero. Falta la posibilidad de coger alguno de los numerosos juguetes expuestos y ponerse a jugar con él, pero eso lo dejaremos para cuando volvamos a casa y busquemos en el trastero si sobrevive el Fuerte Randall de los clicks. Lo que permite la muestra es recordar, o descubrir, cómo y con qué se divertían los niños de una época que hoy en día, con el predominio absoluto de lo digital y lo online, parece más lejana de lo que en realidad es.

El escaparate con el que se abre la exposición.

El escaparate con el que se abre la exposición. / Alba Vigaray

La exposición, que cuenta con varios dioramas en los que se pueden ver los juguetes en diferentes contextos, se abre con un gran escaparate que reproduce el de una lujosa tienda real. En este caso, y a pesar del título de la exposición, no se trata de una madrileña. Sus organizadores necesitaban una fotografía panorámica que hiciera de fondo de la vitrina, y encontraron la idónea en el archivo de Galerías Preciados que está depositado en este mismo centro. Es la del escaparate de juguetes de los Almacenes Jorba de Barcelona, que la empresa de Ruiz Mateos adquirió a principios de los años sesenta, pero es similar a otros que había en la capital. Delante de la fotografía, casas de muñecas, un caballito con ruedas, un billar romano (el antecesor del pinball), un colmado a escala para jugar a las tiendas, cochecitos de bebés, varios trenes (uno de ellos con su estación), raquetas de tenis y un sinfín de muñecos y muñecas y de coches, entre otros. Un universo de fantasía que recorre medio siglo: los más antiguos, una cuadra con un caballo o un juego de tocador, son de 1909. El más moderno, un Seat 600 de pedales, de 1959.

Ocho décadas de juegos

El arco temporal de lo que encontraremos en el resto de la exposición va un poco más allá. "Además de un reencuentro con nuestra niñez, esta exposición es una ocasión irrepetible para descubrir los juegos y juguetes que marcaron la infancia de nuestros niños durante las primeras ocho décadas del siglo XX", explica Nieves Sobrino, directora de los Archivos de la Comunidad de Madrid, en el catálogo de la muestra. Todos esos juguetes pertenecen a la colección Quiroga-Monte, una de las mejores que hay en España y que en los últimos años ya ha prestado sus fondos para diferentes exhibiciones.

No hay, por tanto, juegos de pantallas (ni siquiera las primeras consolas de videojuegos de los años 70, por ejemplo, que podrían ser su origen), pero sí que hay dos que requieren de ese elemento, aunque sea una simple pared: un Cinexín de los años 70 y su antecesor remoto, el Cine Nic Sonoro, un sorprendente proyector de cine de juguete que llevaba acoplado encima un gramófono y unas ruedas dentadas para acompasar las imágenes animadas que proyectaba con el sonido del disco. Se fabricaban en Barcelona, y este es de 1934. Está en uno de los dioramas de la exposición, el del salón de una casa en la que los niños juegan junto a los sillones de sus padres. Tiene al lado un autódromo (un circuito de carreras) de 1942, y un poco más allá una clase de colegio a escala en la que unas muñequitas prestan atención a una monja mientras otra utiliza el baño que el aula tiene al fondo. Esta joya de 1903 está fabricada en madera (cada pequeño pupitre está tallado en este material), piel y metal.

La escuela a escala de 1903.

La escuela a escala de 1903. / Alba Vigaray

Los dioramas son la parte más vistosa de la exposición. Hay uno que reproduce un día de Reyes, con el árbol de Navidad colocado delante de la pared empapelada del salón. La niña de la foto silueteada agarra su nueva muñeca mientras la rodean, estos sí reales, aviones de juguete, una batidora eléctrica para niños (o más bien niñas, en aquella época), un lujoso Citroën DS a escala y más muñecas, entre otras cosas, con las cajas que los guardaban repartidas por el suelo. Otro reproduce una habitación infantil, más bien masculina, con Madelman y Geyperman, el barco de piratas de Famobil (cuando Famosa tenía la licencia de Playmobil en España), un Scalextric a medio montar y la caja del Ibertren, además del indispensable fuerte con sus indios y sus vaqueros alrededor. El que cierra la exposición ilustra el juego en la calle: la imagen es la de una plaza en cualquier barrio desarrollista de Madrid, con un niño montado en un triciclo que también tiene para elegir una fantástica Vespa en miniatura o un coche, aunque podría jugar con el balón de baloncesto o con uno de aquellos aros metálicos que se hacían rodar con una guía; al lado, un grupo de niñas juega con un cochecito y el muñeco de un bebé, pero tienen muy cerca una comba y unos patines.

Habitación de niño con juguetes de los años 70 y 80.

Habitación de niño con juguetes de los años 70 y 80. / Alba Vigaray

Fabricantes emblemáticos

El componente más madrileño de la exposición está al principio, en una sección a la que han llamado Jugueteros de Madrid. Es aquí donde podemos ver las creaciones de José Florido, el padre de la célebre Mariquita Pérez. Su empresa familiar estaba en Chueca, donde fabricaban esas muñecas y otros modelos que contenían una compleja ingeniería mecánica. Vemos un ejemplar de su Muñeca andadora de los años 20. "Esta muñeca era capaz de andar sola, cogida de la mano. Se accionaba con la manita, y fíjate de qué época estamos hablando... No la tendrían más de tres niñas en España", explica Laura Sanz, responsable de Difusión de los Archivos de la Comunidad de Madrid y una de las organizadoras de la exposición, delante de un juguete que fue puro lujo.

Mariquita Pérez y otros muñecos célebres de diferentes épocas.

Mariquita Pérez y otros muñecos célebres de diferentes épocas. / Alba Vigaray

Junto a ella se pueden ver la patente del invento y las instrucciones de su mecanismo. Hay también una fotografía en la que aparecen decenas de mujeres cosiendo hacinadas en la Iglesia de San Miguel: era un taller de modistas en el que se fabricaban vestidos para su muñeca estrella. "A Mariquita le hacía algunos bolsitos Loewe, y los zapatitos en fábricas de zapatos de piel. Casi todas tenían pelo natural", explica Sanz.

El otro fabricante madrileño es Luis Moreno, fundador del Bazar Casa Melilla que estaba en la calle Barquillo, una de las jugueterías más célebres de principios del siglo XX, y que también abrió una fábrica de juguetes de hojalata que producía, entre otras cosas, balones, vehículos tirados por caballos o vacas y corderos forrados de piel. Conocido por sus innovadores productos, vemos el diploma y la medalla conseguidos por la empresa en la Exposición de Industrias de Madrid de 1907, en la categoría de 'Juguetería fina y mecánica'. Una vitrina guarda uno de sus espectaculares carruajes a escala.

Fotografías de jugueterías en los años 60.

Fotografías de jugueterías en los años 60. / Alba Vigaray

Además de los juguetes, la exposición reúne decenas de documentos y fotografías relacionados con el mundo del juguete que están en manos de los Archivos de la Comunidad de Madrid. Muchas proceden de archivos de fotografías históricas tan conocidos como el Nicolás Muller o el Martín Santos Yubero. En una foto se ve un puesto de juguetes en la Gran Vía, en otra una gigantesca maqueta de trenes eléctricos en una exposición organizada en 1948 para celebrar el primer centenario del ferrocarril en España. Hay muchas de escaparates y mostradores de jugueterías, de niños abriendo paquetes felices o de secciones de juguetes de almacenes como los Simeón, en el edificio Victoria de la Plaza de Santa Ana que después fue el hotel de los toreros y que ahora va a ser un Hoxton. Aunque lo vemos en blanco y negro, su pasillo decorado como un castillo y atiborrado de productos debía de ser un sueño para cualquier niño madrileño de los años 50. Las fotos de mediados de los 60 del Bazar León, en Fuencarral, una de las calles más jugueteras de la capital, son en color y ahí ya aparecen los primeros Lego.

Los documentos son otro de los tesoros de la muestra: una libreta registra los obreros de la fábrica de Luis Moreno en la segunda década del siglo XX: entre ellos hay aprendices muy jóvenes, alguno de 12 años. Llaman la atención las facturas de los juguetes que asociaciones religiosas como las Legionarias de la Salud compraban en tiendas como el célebre Bazar Horta de Conde de Peñalver para regalar a niños sin recursos o ingresados en hospitales. "Están organizados por edades: estaban pendientes de que hubiera juguetes para niños de pecho, de 2 a 5 años, de 5 a 10 años...", señala Sanz. Muchas empresas también regalaban juguetes a los hijos de sus empleados. Abundan los catálogos de tiendas y almacenes, para uso profesional o para que los niños hicieran sus cartas de Reyes. También hay instrucciones y folletos de productos: un espectacular juego de coches a escala de los años 30 que el niño tenía que montar con sus diversos componentes incluye un manual ilustrado como un taller.

El diorama con el que se ilustra el juego en la calle.

El diorama con el que se ilustra el juego en la calle. / Alba Vigaray

La exposición no tiene comisario, sino que ha sido diseñada por el propio personal del Archivo, con su directora Nieves Sobrino y Lola Sanz a la cabeza. Además del trabajo notable de búsqueda documentación y selección de productos, se nota que han disfrutado haciéndolo y que lo que muestran es algo que forma parte de su memoria, igual que de la mayoría de quienes vayan a verla. No han buscado solamente mostrar juguetes antiguos, sino también rescatar la historia emocional, industrial y cultural del juego infantil en España. El juguete se muestra aquí como avance tecnológico y creativo, e ilustra cómo España se fue convirtiendo en una sociedad de consumo. También es testigo y, de alguna manera, motor de transformaciones sociales. Los juguetes, a partir de los años 60, "empezaron a ofrecer a las niñas posibilidades hasta entonces inimaginables para soñar un futuro profesional equiparable al de los niños", escribe Sobrino, y se puede ver en un juego de médicos pensado para ellas que hay en la muestra. Al fin y al cabo, y como dice Rosa Montero en una de las citas que hay a lo largo de la exposición, "los juguetes son la primera escuela de la imaginación, la puerta de entrada a todos los universos posibles".