DE RAZA AUTÓCTONA
El pastor que perdió a mitad de su rebaño en los incendios de Tres Cantos, dos meses después: "Si no se hace algo, los fuegos se repetirán"
La Comunidad de Madrid cedió hace unos días 21 ejemplares de oveja colmenareña a Daniel Santos, uno de los ganaderos afectados el pasado mes de agosto

Daniel Santos, uno de los pastores afectados por los incendios de Tres Cantos el pasado mes de agosto. / DAVID RAW

La llamada que recibió lo cambiaría todo. La noche del 11 de agosto, estaba en Málaga, de vacaciones, a más de 500 kilómetros de su casa, en Colmenar Viejo. Eran las 19:00 horas y las llamas avanzaban descontroladas hacia la finca donde pastaban sus 312 ovejas. “Fue el día que más viento hizo en la Comunidad de Madrid desde hacía mucho tiempo y, en cuestión de una hora, llegó hasta nuestra instalación. Las reventó”, recuerda Daniel Santos (41), uno de los pastores afectados por los fuegos de Tres Cantos este verano. 166 ovejas perdieron la vida tras aquel incidente: “Se quemaron las que vivían más cerca de las urbanizaciones”. El resto, que pastaban en una finca próxima para evitar incendios, fueron liberadas por un vecino minutos antes del desastre: “Un vecino cortó la alambrada y pudieron salir”. 108 animales sobrevivieron, pero tanto él como su padre creyeron haber perdido todo.
El fuego empeoraba por momentos y, por razones de seguridad, los efectivos de la Guardia Civil no permitieron el acceso a nadie hasta tener controlado el fuego. “Era muy peligroso. Fueron momentos duros, de no saber”. Daniel, que condujo durante toda la noche para llegar lo antes posible al desastre, asegura que en ningún momento dejó de pensar en sus animales. “Cuando llegué, la Comunidad y el Ayuntamiento de Colmenar nos echaron una mano, pero el de Tres Cantos ni se acercó. También vinieron veterinarios voluntarios que nos ayudaron a eutanasiar a las ovejas que, aún quemadas, seguían vivas”, recuerda. Sin embargo, al pastor no le extraña lo ocurrido el pasado verano: “Lleva pasando cuatro años seguidos en esta zona. Entre el 5 y el 20 de agosto se inicia un fuego por estar pegados a unas urbanizaciones nuevas en Tres Cantos que tienen fincas con encinas y no han sido recalificadas. La diferencia es que en años anteriores, las llamas se produjeron al mediodía y el helicóptero pudo apagarlos rápido”.

El incendio de Tres Cantos afectó a 607 hectáreas de terreno. / DAVID RAW
No es el único percance que han sufrido en el último año: en mayo, una manada de perros mataron a 14 de sus ovejas e hirieron a otras 19: “Se escaparon de una parcela cercana y nos hicieron un buen destrozo. Las ovejas quedaron traumatizadas. Son muy asustadizas. Hasta que una oveja que ha sido atacada vuelve a entender que estar a salvo pueden pasar muchos meses”. Las suyas, a día de hoy, todavía no se han recuperado. Aquellas que murieron entre las llamas no pudieron huir y, dada su naturaleza, quedaron petrificadas por el miedo. “Cuando se quema una persona, lo que hace es correr o moverse, pero ellas no. Quedaron en estado de shock”, añade mientras asegura que el linaje que llegaron a conseguir antes del fuego era “muy bueno” y que lo ocurrido no es otra cosa que “una barbarie”.
De padre a hijo
Cuando, hace 12 años, Daniel dio el paso de ponerse al frente de un rebaño hasta entonces liderado por su padre, no esperaba enfrentar algo así. “El bajón anímico de mi padre es lo que me mantiene aquí. No le había visto tan jodido desde que murieron mis abuelos y es eso lo que me anima a continuar”, asegura. A día de hoy, su objetivo es reproducir los ejemplares que tiene y recuperar el rebaño que tenía el invierno pasado. El madrileño, que estudió Administración y Finanzas, dejó su trabajo como contable para tomar el relevo de su padre, Daniel también, como pastor en la localidad: “Empecé compaginándolo los fines de semana para seguir con la tradición. Lo hago por seguir lo que él empezó hace 40 años, pero también me gusta”. Aunque lleve varios años jubilado, ayuda a su hijo siempre que puede porque, aunque se cuelguen las botas, la vocación no desaparece: “Para él el campo es su vida. Y él es la cabeza pensante de todo esto. Me ayuda y me dice lo que tengo que hacer, que para eso es un profesional”.

La Comunidad de Madrid donó a Daniel 21 ejemplares de oveja colmenareña: 20 hembras y un macho. / DAVID RAW
Junto a su familia, Daniel siempre ha vivido en Colmenar Viejo y, aunque la relación entre ellos a veces atraviesa alguna discusión, padre e hijo luchan por sacar su rebaño adelante. “Tenemos nuestras tiranteces porque, como padre, me dice las cosas regañándome. Él es de la vieja escuela, lo sabe todo y es mucho más meticuloso y perfeccionista que yo en los partos, la asistencia a los corderos, la alimentación o los comederos, pero nos llevamos bien”, bromea. Echando la vista atrás, aún recuerda las dudas que le invadieron cuando tomó la decisión de dedicarse a la ganadería. “Me planteé mucho si dar o no el paso. Hay muchos impedimentos, ataques constantes de perros, lobos o incluso buitres, las ayudas son muy limitadas y todo requiere un control muy exhaustivo. Quien se dedica a esto tiene que saber bien lo que es… Es un sector primario y mal remunerado. Al final estoy aquí prácticamente todo el día, especialmente en época de partos, por si hay alguna complicación”, suma. Daniel se beneficia de la Política Agrícola Común (PAC), una subvención de la Unión Europea además de la venta de corderos en las épocas de cría.
Oveja colmenareña
El pasado 3 de octubre, la Comunidad de Madrid donó a Daniel 21 ejemplares de oveja colmenareña: 20 hembras y un macho, procedentes del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA). “Gracias a esto hemos podido reponernos, aunque todavía falta un largo camino hasta llegar a 250, el número que tenemos dados de alta. De ahí no podemos bajar porque nos sancionan, pero es complicado reproducirlas, pues paren dos veces en tres años”, insiste. Quedan menos de 7.000 cabezas de una raza caracterizada por su fortaleza, que el IMIDRA trata de alejar de la extinción mediante un programa de reproducción: “No necesitan beber demasiada agua ni comer mucho pienso”. Adicionalmente, la Comunidad entregó 32 pastillas de paja a Daniel para alimentar a su rebaño, ya que los alrededores de la finca están quemados y desgastados: “Necesitamos alimento extra”.

El incendio arrasó una de las fincas de Daniel, que perdió a 166 ovejas. / DAVID RAW
Años atrás, en la zona había más de 20 ganaderos. Hoy solo quedan cuatro. “Antes nos dejaban ocupar extensiones de terreno municipales y creo que deberían volver a hacerlo. No por desbrozar una hectárea de hierba estás rompiendo el ecosistema. Eso se ha hecho toda la vida para prevenir incendios”, critica. Los rebaños actúan de bomberos y pastan los campos tras la temporada de lluvias con el fin de evitar incendios en época de calor: “Hay quien tiene fincas valladas y no deja entrar a nuestros animales. Las autoridades deberían obligar a despejar el terreno de una forma u otra. Con la extensión que hay aquí, como volvamos a tener una primavera como la anterior y nadie haga nada, se repetirán los fuegos. Con un simple chispazo o un cigarro, esta paja es peor que la gasolina”. Este verano, Alcobendas, Colmenar Viejo y Tres Cantos fueron los tres municipios más afectados por las llamas: “No nos pagan los pastos quemados porque no pertenecen a la misma localidad. Parece que en vez de ayudar, lo que quieren es limitar. No podemos andar comprando ovejas cada día, no somos una familia adinerada”. Toca ser paciente.