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TOROS

Adiós a un torero histórico: Madrid saca por la puerta grande a Morante en su última tarde

El descomunal genio de la Puebla del Río se retira el añadido tras cortar las dos orejas de ‘Tripulante’ en su segunda salida en hombros consecutiva de Las Ventas: “¡No! ¡No puede ser!”, se lamentaban los aficionados tras su despedida

El diestro Morante de la Puebla tras el festejo taurino de la Feria de Otoño celebrado en la plaza de Las Ventas.

El diestro Morante de la Puebla tras el festejo taurino de la Feria de Otoño celebrado en la plaza de Las Ventas. / Borja Sánchez-Trillo / EFE

Fueron 20 segundos. Morante de la Puebla estaba solo en el ruedo de la plaza de toros de Las Ventas bajo una atronadora ovación recibida tras pasear las dos orejas de ‘Tripulante’, el cuarto toro de Garcigrande, después de una faena que ya forma parte de la historia del toreo.

Tratas de no saber lo que ocurre en ese instante casi mágico y sabes que ya está todo dicho ahí mismo. Una tromba de historia caía como una tonelada sobre los allí presentes en medio de la incredulidad: “¡No! ¡No puede ser!”, se lamentaban los aficionados en los tendidos justo en ese momento.

Alejado de todos y de todo, Morante, esquivo como la noche, no alcanzaba a desanudarse la coleta de torero como si su mano prodigiosa que tan felices nos ha hecho entorpeciera el curso natural de la historia del toreo. Se quería retirar y tardó 20 segundos en quitarse el añadido y hacérnoslo creer, si es que todavía no nos lo creemos.

MADRID, 12/10/2025.- El diestro Morante de la Puebla se corta la coleta tras serle concedidas 2 orejas en el cuarto toro en Las Ventas durante el festejo taurino de la Feria de Otoño celebrado este domingo en la plaza de Las Ventas, en Madrid. EFE/ Borja Sánchez-Trillo

El diestro Morante de la Puebla se corta la coleta en el festejo taurino de la Feria de Otoño celebrado en la plaza de Las Ventas / Borja Sánchez-Trillo / EFE

Una vez hecho, lloraba con la congoja de aquel niño de la Puebla del Río que un día decidió ser torero y se refugió, emocionado, en el callejón arropado por sus compañeros Fernando Robleño y Sergio Rodríguez. El abrazo con su apoderado y confidente Pedro Jorque Marqués lo decía todo. Y es que ya estaba todo dicho.

Al borde de la inconsciencia

Antes, su cuerpo desnudo al borde de un gran cataclismo intentaba sobreponerse tras una durísima voltereta sufrida en el saludo capotero -inmenso de verónicas, chicuelinas y recortes gallistas incluso de rodillas- y en la que sufrió un impacta en la cabeza tras levantarlo por la corva.

Quedó al borde de la inconsciencia, pero volvió a la cara del toro para coger la muleta con esa fuerza interior que solamente da el sentimiento por el toreo.

Así que el genio sevillano creció sobre sus propias raíces para cuajar aquel toro casi desesperadamente. Ahora entendemos que Morante parecía torear sin salida posible tras esa decisión tomada en aquel recodo del silencio interior. Precisamente su retirada nace de las propias entrañas, de la pureza de la que también le emana su grandiosa tauromaquia frente a una embestida desconcertante por incierta que acabó entregándose al torero.

Y obró una faena -otra más para la colección este año en Madrid- en su intensidad máxima. Sobran las palabras. O nos faltan. El toreo de Morante tiene esa exaltación de todos los sentidos y los acaba perforando.

Porque se jugaba la cornada en cada embroque después de ser cogido. Qué mérito. La torería brotaba como la agitación de las fogatas más desatadas. La pasión, la geometría y la fantasía de volverlo a ver.

Porque el artista sevillano volvió a demostrar que tiene un valor -cuestionado por muchos durante mucho tiempo- impresionante para hacer el toreo. Además de ser cogido, tragó paradas, miradas y se pasó al toro por la barriga. Por eso mismo, le balbuce el toreo allí dentro del alma, rebusca sin fin y nace como desprendiendo el delirio colectivo, desnudo de razón. Una locura más. Dos orejas del tirón. La historia ya estaba escrita. Y eso que por la mañana también cuajó al toro blanco (berrendo alunarado técnicamente de pinta) de Osborne en el histórico festival que organizó para homenajear a Antoñete.

¿Qué pasará ahora?

Lo demás no se quedó pequeño, pero casi. Robleño cortó una oreja con toda la dignidad de su carrera a cuestas y cuajó pasajes bellísimos. Sus hijos le cortaron la coleta tras pasear el trofeo.

Por su parte, Sergio Rodríguez, ganador de la Copa Chenel que entró en este cartel por méritos propios, dejó tan buena dimensión que tiene que volver a Madrid pronto. La lectura de la condición de cada uno de sus toros y lo bien que le funcionó la cabeza, además del buen manejo de la muleta, merece su vuelta.

Ahora bien, ¿qué pasará cuando este tipo de toreros se marche? Posiblemente es tarde, pero ¿cómo poder agradecer a Morante todo lo que ha hecho por el toreo últimamente? Cuánta grandeza, maestro. Gracias por todo.