PREMIO EN EL FESTIVAL DE ALMAGRO
Cristina Hoyos: "He nacido para el flamenco y en el flamenco sigo estando"
La bailaora recibe el Premio Corral de Comedias del Festival de Almagro, que la distingue como "referente incuestionable de la danza española" y heredera de "esa energía popular que se colaba en los teatros del Siglo de Oro"

La bailaora Cristina Hoyos. / Cedida
Bailarina habitada por el arte, investigadora del cuerpo en movimiento, rigurosa creadora en las tablas, luchadora en la escena y en la vida y referente incuestionable de la danza española. Así define a la coreógrafa y bailaora Cristina Hoyos el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, que le otorgará este jueves su Premio Corral de Comedias por toda una vida dedicada a una tradición de siglos en la que "los bailes de candil, los zapateados y las castañuelas formaban parte de la fiesta teatral al mismo tiempo que las jácaras, los entremeses y las zarabandas; toda esa energía popular que se colaba en los teatros del Siglo de Oro podría leerse hoy como una forma temprana de lo que más tarde llamaríamos flamenco y Cristina Hoyos ha sabido recoger esa herencia y hacerla propia", dice Irene Pardo, directora del festival.
La bailaora sumará este nuevo galardón a otros muchos recibidos a lo largo de su carrera, entre ellos el Premio Nacional de Danza, la Medalla de Oro de las Bellas Artes o el título de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, y este jueves, a las ocho y media de la tarde, se sentará en un extremo del escenario, en una silla de enea, junto a Irene Pardo, y quizá busque a su marido y a sus amigos entre el público que se abanicará de forma compulsiva mientras empieza la ceremonia en ese corral de comedias del siglo XVII que antes fue posada y los representantes políticos van subiendo uno detrás de otro, alimentando el tedio con discursos huecos sobre la importancia de la cultura y el Siglo de Oro y este festival que están encantados de financiar y por eso sus discursos ocuparán, como cada año, más espacio que las palabras de la premiada. Pero mientras hablan, tal vez ella piense en el Trompero, ese otro corral con cinco patios de la calle Vírgenes de Sevilla donde vivía con sus padres y sus tres hermanas y en el que empezó a bailar, descalza, de puntillas, mientras sonaba la música en la radio y observaba el movimiento de su cuerpo de niña bajita y flacucha en el espejo de un palanganero. Y seguramente la artista recordará a su padre, Apolinar Hoyos, que le decía aquello de "sí quieres bailar, ¡baila!" y cómo su fe y su entusiasmo le permitieron escapar de un futuro de miseria y jornadas de diez horas en la fábrica textil donde trabajaban sus hermanas.

Cristina Hoyos en su espectáculo flamenco 'Viaje al Sur' con el Ballet Flamenco de Andalucia, en Madrid en 2005. / Víctor Lerena - EFE
Hoyos viajará, tal vez, al recuerdo de sus primeras clases en la academia que Adelita Domingo tenía en la Alameda de Hércules, donde aprendió a tocar los palillos y a bailar a Falla y Turina. O a las lecciones de Enrique el Cojo, ese bailaor que movía los brazos como nadie que también fue maestro de Lola Flores o Merche Esmeralda. Y mientras espera que llegue el momento en que se acercará al centro del escenario para agradecer su Premio Corral de Comedias, a la bailaora quizá le venga a la memoria ese otro al que se subió por primera vez, con doce años, en una de las Galas Juveniles que Adelita Domingo organizaba en el Teatro San Fernando de Sevilla, ese tablao llamado El patio andaluz donde debutó con 15 años o el teatro del Pabellón Español de la Feria Mundial de Nueva York, donde actuó en 1965, durante seis meses, con la compañía de Marina Vargas.
A su vuelta a España, Cristina Hoyos decidirá irse a Madrid a buscarse la vida después de comprarle a su madre un frigorífico con sus primeros ahorros. Seguirá aprendiendo en la escuela de Pilar López y bailando en el tablao El duende. Y será allí, en 1969, donde cambiará su vida, cuando un día cruce la puerta Antonio Gades y después de verla bailar le ofrezca incorporarse a la compañía que acababa de montar con el guitarrista Emilio de Diego. Junto a Gades, Cristina Hoyos lo aprenderá casi todo, viajará por el mundo, estrenará la trilogía de Carlos Saura compuesta por Bodas de sangre, Carmen y El amor brujo y será la bailarina principal del Ballet Nacional de España cuando Gades se convierta en su primer director artístico, en 1978.

Cristina Hoyos, en un espectáculo con Antonio Gades en 1985. / Torregano - EFE
Diez años después, tras más de dos décadas bailando juntos, Hoyos decidirá independizarse, regresar a Sevilla y montar su propia compañía. En 1989 estrenará en la Ópera de París-Palais Garnier, dirigida por Nureyev, su primer espectáculo propio, Sueños flamencos, y se convertirá en la primera flamenca en pisar ese escenario. Protagonizará la película Montoyas y Tarantos, con música de Paco de Lucía y dirigida por Vicente Escrivá, trabajará en la serie Juncal, junto a Paco Rabal y Lola Flores, participará en las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona, atravesando a caballo el estadio olímpico de Montjuic, actuará en la Exposición Universal de Sevilla con Yerma y Lo Flamenco, debutará en la Ópera de Avignon con Arsa y Toma y ese mismo año, 1996, le diagnosticarán un cáncer de mama que la llevará al quirófano en tres ocasiones. En 2003 asumirá la dirección de Ballet Flamenco de Andalucía y tres años después fundará en el barrio de Santa Cruz de Sevilla, muy cerca de su casa natal, el Museo del Baile Flamenco.
Antes de subir a ese escenario en el que recogerá este jueves el máximo galardón del Festival de Almagro, Cristina Hoyos le dirá a esta periodista que en la ceremonia de entrega tal vez baile y sus brazos se muevan para “alcanzar el cielo sin subir los hombros” y cuando este diario le pregunte si tiene pensado anunciar su retirada en algún momento, Cristina Hoyos dirá: “He nacido para el flamenco y en el flamenco sigo estando”.
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